Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria Pade

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Amor apasionado - Princesa de incognito - Victoria Pade Omnibus Julia

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      —¿Se marchó? —preguntó, sorprendido—. Debió de ser muy duro para vosotros…

      —Sobre todo para mi madre. Yo era demasiado pequeña para acordarme… ni siquiera había cumplido los tres años —explicó—. Se fue justo después de que nacieran Boone, Taylor y Jon.

      —¿Nacieron al mismo tiempo?

      —Es lo que suele ocurrir con los trillizos.

      Wyatt sonrió.

      —No sabía que fueran trillizos.

      —¿No te lo he dicho al presentártelos? —preguntó—. Qué extraño, siempre lo hago…

      —Si me lo hubieras dicho, lo recordaría. A fin de cuentas estoy en el mismo caso.

      Neily lo miró con sorpresa.

      —¿En serio?

      —Sí. Marti, Ry y yo somos trillizos.

      —Vaya… no me lo puedo creer. Menuda coincidencia.

      —Bueno, los trillizos son más raros que los mellizos, pero la posibilidad de que se repita una situación así en una familia que ya ha tenido casos anteriores, es bastante elevada. Quién sabe, puede que tengamos familia común.

      Neily se rió.

      —Conozco la historia de mi familia y sé que no tenemos ninguna relación con la vuestra —afirmó con humor—. Pero visto lo visto, será mejor que tú y yo no tengamos hijos… nos saldrían de tres en tres.

      Wyatt no dijo nada sobre el comentario de Neily. De hecho, pareció cambiar de conversación.

      —Esta noche también he conocido a unos cuantos Perry. ¿Es otra familia grande?

      —No tanto como la nuestra. Eden, Eve y Faith son primas de Jared, Noah, Kate y Meg.

      —Ah… sólo sé lo que me ha contado Noah. No ha sido mucho, pero afirma que muchos de los Perry están casados o a punto de casarse con un Pratt.

      —Es cierto.

      —Muchos… pero tú, no.

      Neily no supo a dónde quería llegar.

      —No, yo no.

      —¿Y no hay nadie más en tu vida? No llevas anillo de compromiso y nunca has dicho que hayas estado casada, luego supongo que sigues soltera. Pero entre las compras del lunes, la pizza de ayer y la fiesta de hoy… en fin, me he preguntado si no estaría interfiriendo en alguna relación. Es decir, si no estarás saliendo con alguien…

      Neily le dio la espalda con la excusa de meter unos platos en el armario de la cocina porque no quería que la viera sonriendo de oreja a oreja. Quería saber si estaba saliendo con otro hombre. Ya no se trataba solamente de Theresa y de sus necesidades, sino de algo bastante más personal.

      Ahora debía decidir entre responder a su pregunta o cortar por lo sano y decirle que no podía hablar de cosas personales con una persona involucrada en un asunto de su trabajo. Pero si optaba por la primera posibilidad, podría saciar su propia curiosidad y averiguar más cosas sobre la vida de Wyatt.

      Al final, optó por rendirse a sus deseos.

      —No estás interfiriendo en nada. En este momento no salgo con nadie.

      Neily volvió a la pila en el momento preciso en que Wyatt quitaba el tapón para vaciarla. Se giró hacia ella, alcanzó otro trapo y se apoyó en la encimera.

      Su expresión no mostraba sorpresa por la información que le acababa de dar. Sin embargo, parecía alegrarse.

      —¿Y tú? —preguntó Neily—. ¿Te está esperando alguien especial en Missoula?

      La sonrisa de Wyatt se tiñó con un fondo de tristeza.

      —No —dijo, bajando la mirada—. Estuve casado, pero ella falleció.

      Neily supo que se refería a Mikayla. Theresa la había mencionado cuando Wyatt y Mary Pat llegaron a la casa, y él tuvo que recordarle que había muerto.

      —Mikayla, supongo… Theresa siempre me confunde con ella.

      —Sí, Mikayla era mi esposa. Pero te lo dije cuando nos conocimos…

      —No, me dijiste que te resultaba familiar. Yo adiviné que sería ella por las confusiones continuas de tu abuela, pero no me explicaste quién era.

      Neily ardía en deseos de preguntar por el bebé. Sin embargo, le pareció que no era el momento ni en lugar adecuado.

      —Lo siento mucho, Wyatt.

      Él arqueó las cejas y se encogió de hombros.

      —La vida te ofrece bandejas llenas de fruta… unas están maduras, y otras, podridas.

      Neily prefirió no preguntar al respecto porque tuvo la sensación de que no quería decir nada más. Sobre todo cuando se secó las manos muy despacio, con esa sensualidad tan propia de él que la volvía loca, y adoptó una actitud distante.

      Wyatt se apartó de la encimera, dejó el paño a un lado y dijo:

      —Discúlpame. Es tarde y te estoy entreteniendo.

      Neily no supo si lo dijo por consideración hacia ella o porque prefería que se marchara antes que hablar de su difunta esposa. Pero decidió marcharse de todas formas.

      —Será mejor que me vaya. Tengo que ver a Sela a primera hora y llevármela del hospital si ya le han dado el alta.

      —Pero nos veremos mañana, ¿verdad? —preguntó mientras la acompañaba a la salida.

      —Por supuesto —aseguró—. Theresa y yo hemos quedado a tomar el té.

      Wyatt alcanzó la chaqueta de Neily, que había dejado en un armario.

      —Tengo entendido que mañana por la noche hay un gran partido de baloncesto…

      —Bueno, no sé si lo de gran partido es una definición adecuada —comentó ella—. Los chicos de Northbridge se reúnen para jugar a todo tipo de cosas y esta vez le ha tocado al baloncesto. Se hacen llamar los Bruisers… sólo lo hacen por divertirse, pero en las localidades pequeñas hay pocos espectáculos y siempre asiste mucha gente.

      Wyatt la estaba mirando otra vez, con aquella sonrisa que le resultaba tan sexy.

      —Tenía intención de ir —le confesó—. ¿Te apetece acompañarme? ¿O no te gusta el baloncesto?

      —¿Que si me gusta? No me pierdo ningún partido…

      Neily lo dijo tan deprisa que tuvo miedo de que notara su entusiasmo y añadió:

      —Sería algo bastante inocente. Todo el mundo entendería que un asistente social asista a un partido con alguien involucrado en uno de sus casos.

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