Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria Pade

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Amor apasionado - Princesa de incognito - Victoria Pade Omnibus Julia

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relación con él: era viudo y había estado enamorado de otra mujer. De una con quien no podía competir, porque estaba muerta.

      —Sí, supongo que puedo —concluyó.

      —Yo también estaré encantado de ir —ironizó él.

      Wyatt la ayudó a ponerse la chaqueta. Cuando ella se giró, se encontraron tan cerca que volvió a pensar en un beso de buenas noches.

      Ella se quedó inmóvil, contemplando la cara con la que había soñado una y otra vez. Él la observó con intensidad, como si se estuviera debatiendo. Parecía una repetición de lo sucedido la noche anterior.

      Por fin, Wyatt sacudió la cabeza y Neily pensó que no la iba a besar, que había conseguido resistirse a sus deseos.

      Pero se equivocaba. Un segundo después, se inclinó sobre ella y la besó suavemente.

      Apenas fue el eco de un beso, un roce, una simple caricia. Cuando la miró de nuevo, tenía una sonrisa irónica en los labios.

      —Lo sé, lo sé… no debería haberlo hecho —admitió, negando con la cabeza—. Pero debía hacerlo de todas formas.

      Neily pensó que ella también era culpable, porque podía haberlo rechazado. Sin embargo, prefirió ceñirse a su confesión de culpabilidad.

      —No queremos que alguien piense que no soy objetiva en mi trabajo…

      —Ha sido culpa mía. Asumo la responsabilidad. Fusílame cuando quieras.

      Ella sonrió.

      —No creo que debamos llegar a tanto.

      —Siempre y cuando, no lo vuelva a repetir…

      Wyatt le había quitado las palabras de la cabeza, así que se limitó a asentir y dijo:

      —Tengo que ser imparcial.

      —¿Y un beso tan leve bastaría para que dejaras de serlo? —bromeó.

      Por fortuna para Neily, Wyatt no esperó contestación.

      —Te prometo que mañana seré todo un modelo de buen comportamiento —añadió.

      Él le abrió la puerta y ella le dio las buenas noches y salió de la casa.

      Sabía que debían mantener las distancias, que era lo mejor para los dos. Pero en el fondo, no estaba segura de poder conseguirlo.

      Capítulo 6

      A MEDIA tarde del jueves, Neily llegó al despacho y encontró un mensaje de Cheryl Adams en el contestador. Normalmente trabajaba a las órdenes de un funcionario de Billings, pero como el caso de Theresa dependía de Missoula, debía tratar el asunto con ella. Afortunadamente, Cheryl había sido supervisora de Billings durante dos años y se conocían bien.

      Descolgó el teléfono y la llamó.

      —¿Dígame?

      —Hola, soy Neily…

      —Hola, Neily. ¿Cómo te va la vida?

      Charlaron de cosas intranscendentes durante unos minutos. Después, Cheryl cambió de tono y pasó a los asuntos profesionales.

      —¿Qué puedes decirme del caso Grayson? Tengo nuestro informe encima de la mesa, pero necesito el tuyo.

      Neily le resumió su evaluación de Theresa y confirmó que estaba de acuerdo con las pruebas médicas y psicológicas realizadas con anterioridad.

      —Es increíble que pudiera robar ese coche y llegar a Northbridge —continuó—. Lo único que se me ocurre es que sus motivos sean tan importantes que eclipsaron temporalmente sus problemas y le dieron fuerzas.

      —¿Sabes algo nuevo de eso? ¿Ya has averiguado por qué se empeña en seguir allí?

      —No. Se limita a repetir lo mismo de siempre —contestó—. Ha vuelto a su comportamiento habitual y no sabe o no quiere explicarse… quién sabe, todavía es posible que se haya inventado toda la historia. ¿No hay nadie en Missoula que sepa algo? Alguien tiene que saber si ha perdido dinero, joyas, lo que sea…

      —Hemos preguntado, pero sin éxito. El ama de llaves de los Grayson pensó que estábamos acusando de robo a alguno de sus nietos y los defendió con uñas y dientes. Asegura que le daban todo lo que quería, pero que estaba tan perdida en su propio mundo que no se daba cuenta de nada —explicó Cheryl—. Incluso su nieta, Marti, acompañó a nuestro asistente social a la habitación de la anciana y le enseñó sus pertenencias. Todas estaban aseguradas y coincidían con las de la lista de la compañía aseguradora.

      —Bueno, tengo la sensación de que, sea lo que sea que ha perdido, es más importante que un poco de dinero o unas joyas.

      —¿Cómo se encuentra físicamente?

      —Bien. Los médicos dicen que no tiene síntomas de haber sufrido abusos o negligencia en el tratamiento. Y por lo que he visto, sus nietos y su enfermera la cuidan como si fuera una reina.

      —¿Y qué dicen ellos? Me refiero al uno del otro…

      —Sus opiniones coinciden, pero también las de Theresa. La anciana está encantada con ellos y no me parece que oculte nada.

      —Aquí hemos llegado a la misma conclusión. El ama de llaves vive con su marido, que es jardinero, y los dos hablan muy bien de los nietos y de la enfermera —declaró—. Antes de Mary Pat tuvieron a otra, así que la buscamos y la interrogamos; trabajó con ellos durante años y estaba encantada, pero se marchó porque quería jubilarse… Preguntes a quien preguntes, todos dicen lo mismo. Vecinos, amigos, compañeros de trabajo…

      Neily se sintió muy aliviada con las noticias de Cheryl. Confirmaba que no se había equivocado con Wyatt y que no se había dejado influir por lo que sentía por él.

      —¿Te han dicho algo en concreto sobre los otros dos nietos? —preguntó, sólo por curiosidad—. ¿Tienen mal genio? ¿Albergan algún resentimiento hacia Theresa? ¿Hay algo sospechoso?

      —No, nada en absoluto. Según nuestros informes, son una familia bien avenida donde todos trabajan y cuidan de Theresa juntos y sin problemas aparentes —contestó—. ¿Y tú? ¿Qué puedes decirme de nuestro hombre?

      Neily pensó en Wyatt e intentó responder con frialdad.

      —Es un hombre con los pies en la tierra. Paciente, tranquilo, comprensivo, inteligente, amable, compasivo con sentido del humor…

      Al darse cuenta de que estaba enumerando virtudes que no sonaban precisamente profesionales ni específicamente relacionadas con el caso de Theresa, Neily se detuvo un momento y añadió:

      —Es muy cariñoso con ella. No me ha dado la impresión de que la considere una carga.

      —Vaya, parece que Theresa está en las mejores manos del mundo. Todos deberíamos tener una familia como ésa, ¿verdad?

      —Sí, desde luego.

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