Entre el amor y la lealtad. Candace Camp
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Читать онлайн книгу Entre el amor y la lealtad - Candace Camp страница 15
No se encontró con él mientras se dirigía hacia el edificio, ni lo encontró esperándola fuera, y eso le produjo cierta decepción, aunque era muy consciente de lo ilógico que era. Entró al vestíbulo y echó un vistazo a la sala. Y allí estaba él. Había llegado incluso antes que ella. Había poco público y se dio cuenta de que Desmond había elegido uno de los asientos que habría elegido ella. También había echado el abrigo sobre el respaldo de la silla contigua, lo que le arrancó una sonrisa a pesar de los nervios que agarrotaban su estómago. De repente sintió una muy poco habitual timidez.
Desmond se volvió, buscando por la sala y, cuando sus ojos se toparon con ella, se levantó sonriente de un salto. El gélido nudo del estómago de Thisbe desapareció al instante y ella le devolvió la sonrisa con el mismo entusiasmo. Al acercarse a él, vio claramente su mirada, que reflejaba todo lo que ella había esperado.
Se quitó los guantes y le ofreció una mano, consciente de la necesidad que sentía de tocarlo.
—Señor Harrison…
—Señorita Moreland…
La mano de Desmond era cálida y ligeramente rugosa. La miraba del mismo modo que los pretendientes de Kyria a su hermana, tal y como Thisbe había deseado que hiciera, pero había más, algo más profundo e intenso.
—Está preciosa.
Thisbe sintió el calor ascender hasta sus mejillas. No estaba acostumbrada a esa clase de cumplidos. El pecho se le inflamó de felicidad, pero no supo cómo responder.
—Usted también —fue lo único que se le ocurrió mientras se sonrojaba más profundamente. Estaba casi segura de que no había sido una respuesta apropiada—. Quiero decir, atractivo. Me refiero a que, eh, pues a que tiene muy buen aspecto hoy.
—Gracias.
Hasta que no le soltó la mano, Thisbe no se había dado cuenta de que aún la tenía sujeta.
—No estaba segura de que fuera a venir —le aseguró.
—No me lo habría perdido por nada —Desmond quitó su abrigo de la otra silla y se sentaron, volviéndose ambos para mirarse de frente—. Mi jefe es un buen tipo. Si voy a trabajar antes de la hora, me deja salir antes también.
—Me alegro. Aunque es una pena que ocupe así sus días pudiendo dedicarlos a la ciencia.
—Desde luego me gustaría más —admitió él—. Pero mi trabajo pertenece al dominio de mis intereses.
Thisbe buscó en su mente algo para que él siguiera hablando, pero no le resultaba fácil pensar, no estando tan cerca de él.
—¿A qué se dedica?
—Mi trabajo está relacionado con instrumentos y componentes ópticos: lentes, termómetros y esas cosas. Trabajo, sobre todo, con caleidoscopios.
—¿Caleidoscopios? ¿Los fabrica?
Desmond asintió.
—Y también investigo en los avances en ese campo, utilizando diferentes objetos, o usándolos de diferente manera, desarrollando nuevas ideas. En particular, me interesan los tomoscopios.
—¿Y eso qué es? No me resulta familiar —al principio las preguntas de Thisbe habían estado dirigidas a hacerle hablar, pero él había despertado su curiosidad.
—Ya sabrá cómo funciona un caleidoscopio. Está formado por una caja que contiene pedacitos de cristales de colores de diferentes tamaños y formas. Esa cajita está conectada al tubo que tiene un visor en el otro extremo.
—La luz atraviesa la cajita —ella asintió—, y unos espejos situados en diferentes ángulos crean el efecto.
—Eso es. Pues lo que hace un tomoscopio es crear diseños del mismo modo, pero utilizando los objetos que nos rodean. Una flor, por ejemplo, queda fracturada y genera distintos diseños. Al girar la cajita, los diseños cambian dándole una apariencia totalmente distinta.
—Eso es fascinante —Thisbe se inclinó un poco hacia delante—. Me gustaría verlo.
—Se lo puedo mostrar —le ofreció Desmond—. Por desgracia, no llevo ninguno conmigo —fijó la mirada en sus manos mientras continuaba hablando—. Quizás, si le apetece verlo, podría venir a la tienda, eh, después de la conferencia. Sin duda no será la clase de lugar que frecuente habitualmente, pero no habrá nadie allí —levantó bruscamente la mirada y se sonrojó—. Lo que he querido decir es que no se sentirá avergonzada por estar en un local lleno de hombres. Pero no se me ocurrió que… no es lo más decoroso. No pretendía insinuar nada inapropiado. No intentaba atraerla hacia, pues, hacia, es decir, una situación comprometida. Espero que no…
La expresión del joven era tan compungida, tan sincera, que Thisbe posó una mano sobre su brazo.
—No pasa nada. He entendido perfectamente qué quería decir, no necesita preocuparse por eso. Cualquiera que me conozca podrá decirle que no me siento fácilmente cohibida. Estoy acostumbrada a la compañía de los hombres. Tengo cuatro hermanos, y a menudo soy la única mujer presente en las conferencias —sonrió y se le formó un hoyuelo en la mejilla mientras los ojos le brillaban traviesos. Por Dios santo, sin duda estaba flirteando.
Y, al parecer, él era de la misma opinión, pues sus ojos también brillaron y su sonrisa expresó tanto alivio como coqueteo.
—Me alegra que no se haya ofendido.
—Tampoco creo que sus intenciones hacia mi virtud sean maliciosas. Soy buena juzgando a los demás. Me encantaría ver su tienda y el tomoscopio.
De hecho, Thisbe estaba más que encantada de poder prolongar el tiempo en su compañía, aunque no iba a decirle tal cosa, no era tan osada. Desde luego estaba el problema del coche y su conductor. Iba a tener que convencer a Thompkins para que no la recogiera tras la conferencia, pero él se negaría obstinadamente. Recibía órdenes del duque, no de ella, y hasta su distraído padre insistía siempre en que tomara el carruaje cuando fuera sola a alguna parte. Sin embargo, había conseguido que Thompkins accediera a no acercarse a ella hasta que lo avisara. Thisbe confiaba en que el coche la siguiera sin molestar, dado lo bien que había resultado la última vez.
—¿Se preocupará su familia si tarda en regresar a casa?
—No, están todos ocupados con sus respectivos intereses, y están acostumbrados a mi comportamiento. En cualquier caso, voy bien armada —ella levantó la mano y sacó uno de los alfileres de sombrero de Kyria, mostrándolo en alto para que lo viera.
—Eso sin duda anularía cualquier impulso poco caballeroso que yo pudiera sentir —Desmond contempló el sombrero—. Me preguntaba cómo se sujetaría en su sitio. Es bastante pequeño.
—Le dije a Kyria que era de lo más inútil —Thisbe estuvo de acuerdo con él.
—Quizás,