Entre el amor y la lealtad. Candace Camp

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Entre el amor y la lealtad - Candace Camp Top Novel

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¿por qué? —insistieron Theo y Reed mientras se miraban con expresión de sospecha y Thisbe se preparaba para una andanada de preguntas.

      A través del espejo le dedicó una mirada suplicante a su hermana, pero fue Olivia quien la salvó.

      —Thisbe perdió una apuesta. Y, si ganaba Kyria, le permitiría elegirle el vestido y peinarla para la conferencia de Navidad a la que va a asistir.

      —¡Ah, bueno! —un desafío era algo que los dos hermanos se sentían capaces de entender.

      —Thisbe me acusó de no ser cultivada y dijo que no sería capaz de citar a todos los monarcas ingleses desde Guillermo el Conquistador, y yo le dije que era capaz de citarlos hacia atrás —añadió Kyria, participando en la fabulación—. Y lo hice —hábilmente retorció las trenzas y las fijó con horquillas, escondiendo la punta bajo el nudo—. ¡Ya está! ¿Lo ves? Ha quedado precioso.

      —Tienes razón. Es muy bonito. Estás impresionante, Thiz —le aseguró Theo.

      —Tampoco hacía falta que lo dijeras en ese tono de sorpresa —protestó ella mientras tomaba el espejo de mano que le ofrecía su hermana y giraba la cabeza para poder verse desde todos los ángulos.

      Su pelo estaba entretejido en un complicado despliegue de gruesas trenzas, todas retorcidas y conformando una elaborada composición que no parecía tener principio ni fin, y que resultaba tan delicado y suave que atraía las miradas sin que pareciera que llamaba la atención. No había lazos, ni adornos, ni rizos sueltos, solo un grueso y lustroso marco alrededor del rostro

      —Es precioso, Kyria. Me veo tan… tan…

      —¿Maravillosa? —sugirió su hermana.

      —Diferente —Thisbe se volvió hacia el espejo, inclinando la cabeza.

      —No seas tonta. Theo, dile que está diferente.

      —Es que sí lo está —contestó su hermano, aunque, ante la fulminante mirada de Kyria, intentó arreglarlo—. Pero no lo digo en el mal sentido. Estás realmente guapa —se interrumpió—. No quiero decir que no lo estés siempre. Quiero decir que…

      Kyria puso los ojos en blanco y Reed rio por lo bajo antes de decidirse a intervenir:

      —Será mejor que pares antes de hundirte más en el fango.

      —Pareces muy arreglada —concluyó Theo.

      —Elegante —declaró Reed—. Impresionante.

      —Mucho mejor así —Kyria asintió en un gesto de aprobación.

      —¿Quieres que…? Esto… —Theo dudaba si continuar o no—. ¿Quieres que te acompañe a la conferencia?

      —¡No! —gritó Thisbe antes de volverse hacia su mellizo y, al ver la expresión de su cara, empezar a reír—. No hace falta que pongas esa cara, como si estuvieras a punto de subir al patíbulo. Agradezco tu ofrecimiento, pero jamás te pediría tamaño sacrificio —su hermano era tan aficionado a la investigación como ella, pero sus intereses se centraban en el mundo de lo físico, no en el de la investigación científica.

      —Gracias —Theo sonrió—. Vamos, Reed, vamos a contarle a Coffey lo de la expedición. Puede que te animes a unirte a nosotros.

      Reed siguió a su hermano al pasillo antes de volverse hacia sus hermanas y sacudir la cabeza.

      —No lo haré.

      —¿Reed se está pensando lo de acompañar a Theo al Amazonas? —preguntó Olivia.

      —No —afirmó Kyria con rotundidad. De toda la familia era la más próxima a Reed, apenas dos años más joven que él y, al igual que él, tenía fama de ser la más «normal» de los Moreland—. Theo tendría que apartar a la fuerza a Reed de trabajar en ese problema en la fábrica de papá.

      —¿Esa fábrica que conserva porque allí conoció a mamá?

      —Sí. Solo a papá le podía parecer romántico que ella invadiera su despacho y le amenazara con encadenarse a la puerta —Kyria rio.

      —Lo que a mí me sorprende es que papá estuviera en la oficina.

      —Era joven. Supongo que intentaba asumir sus funciones como el nuevo duque —Kyria volvió a Thisbe hacia el espejo—. Volvamos a nuestro asunto —ella ladeó la cabeza—. Tienes que ponerte uno de mis sombreros. Los tuyos ocultarán mi obra. He elegido el perfecto.

      El sombrero «perfecto» resultó ser una pequeña pieza, poco más grande que un cazo, con un lazo verde y una espiga fijada en la parte delantera.

      —Es lo menos práctico que he visto en mi vida —Thisbe rio—. Es imposible que esto proteja tus ojos del sol o mantenga la cabeza caliente.

      —Pues claro que no. Los sombreros de Philippina son obras de arte.

      —¿Y cómo se mantiene sujeto sobre la cabeza?

      —Con alfileres de sombreros, querida —Kyria mostró dos largos alfileres de aspecto mortífero.

      —Por lo menos dispondré de un arma si me encuentro con alguno de los bandidos de Olivia.

      Kyria colocó el sombrero sobre la parte delantera de la cabeza de Thisbe para que se levantara de la parte trasera y rozara la elaborada hélice de cabello sobre la coronilla, y a su vez se inclinara sobre la frente. A continuación hundió los alfileres de sombrero profundamente en la masa de cabello trenzado y enrollado.

      —Encantador.

      —¡Desde luego que sí! —exclamó Olivia mientras saltaba de la cama para admirar a su hermana más de cerca—. Tu señor Harrison se va a quedar obnubilado.

      —Es muy bonito, Kyria. Gracias —dijo Thisbe, sus palabras cargadas de emoción. El minúsculo e inútil sombrerito era adorable, y el vestido y el peinado muy favorecedores.

      A pesar de lo cual, durante todo el trayecto hasta la sala de conferencias, no pudo evitar sentirse preocupada.

      —¿Y si la encontraba demasiado cambiada? ¿Demasiado adinerada? ¿Demasiado aristocrática? No estaba segura de qué aspecto tenía una aristócrata, pero quizás los demás sí lo supieran. O quizás Desmond asumiera que intentaba atraparlo. ¿Pensaría que le gustaba? ¿Creería que se sentía atraída hacia él?

      Lo cierto era que sí le gustaba, y también se sentía atraída hacia él, de modo que no existía ningún motivo racional para ocultarlo, ¿no? Parecía lo más razonable. Pero también estaba segura de que Kyria nunca permitía que los hombres que la cortejaban supieran si prefería a uno o a otro.

      Resultaba de lo más complicado. Thisbe no sabía casi nada de artimañas femeninas. Quizás debería haber prestado más atención a las lecciones de comportamiento de la señorita Crabtree en lugar de dedicarse a leer libros. Kyria parecía saber todas esas cosas sin necesidad de aprenderlas.

      Para cuando llegó a la sala de conferencias, el estómago de Thisbe estaba hecho un nudo. Hizo que el cochero la dejara a una manzana de la Royal Institution y caminó el resto del trayecto. Después de todas sus

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