Por un beso. Teresa Southwick

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Por un beso - Teresa Southwick Jazmín

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pero se te nota mucho. ¿Te importaría decirme por qué?

      –Yo no soy nadie para decir nada de ella.

      –¿Es que te parece que no es mi tipo?

      –Sí.

      –¿Lo que significa que yo no soy un tipo con clase? –le preguntó él levantando una ceja.

      –Estás poniendo palabras en mi boca.

      –En los seis meses que llevamos saliendo Madison y yo, ella siempre ha sido encantadora y se ha mostrado hermosa e inteligente. Sería una buena pareja para cualquier hombre.

      Estaba claro que podían hacer buena pareja, pero había algo en ella que la hacía pensar que Madison no era la mujer adecuada para Nick.

      Abby siempre se había preguntado cómo un hombre como Nick Marchetti seguía soltero.

      –Entonces, ¿por qué no le has pedido que se case contigo?

      –¿Hay alguna regla que diga que un hombre que admire los atributos positivos de una mujer tenga que pedirle que se case con él?

      –¿No te estás poniendo un poco a la defensiva?

      –No. Yo no… Bueno, tal vez, pero solo porque mi madre y mi hermana ya han pasado por ello.

      –Desde que Rosie se casó y tuvo su hijo te has ablandado con lo de sentar la cabeza. Tengo la impresión de que te lo estás pensando.

      –Se me ha pasado por la cabeza.

      –¿Y cuándo se lo vas a pedir a Madison?

      Él se apoyó en la pared y cruzó los brazos.

      –¿Y cuándo vas tú a sentar la cabeza?

      –La tengo sentada desde los dieciocho años. Lo que yo quiero ahora es ser libre. En menos de dos años, Sarah se graduará e irá a la universidad. Estoy empezando a ver la luz al final del túnel.

      –Sigues sin salir, ¿verdad?

      Abby se preguntó cómo podría él saber eso, ya que tenía mucho cuidado en mantener separada su vida profesional y la personal.

      Entonces se dio cuenta. Sarah no trabajaba para él y solían hablar bastante a menudo. Y, si el cotilleo fuera un deporte olímpico, Sarah ganaría la medalla de oro.

      –No es como si arrugara la nariz y aparecieran los hombres como por arte de magia –dijo ella.

      –No me irás a decir que no hay hombres que hayan mostrado interés por una chica atractiva como tú, ¿verdad?

      Ella trató de que no la afectara el cumplido, pero no lo consiguió.

      –No me he dado cuenta.

      –Muy bien, ya sé lo que pasa. Sigues sin hacerles caso. Deja que te dé un consejo, compañera. Los chicos necesitan de un poco de ánimo.

      –Mira, Nick, entre el trabajo, los estudios y cuidar de Sarah, ahora no tengo tiempo para eso. Cuando ella esté en la universidad, será mi turno. Tendré mi licenciatura en gestión de empresas. Después seré libre, y lo siguiente en mi lista será sentar la cabeza.

      Un momento, ella había sacado el tema de sentar la cabeza, para él. ¿Por qué se estaba defendiendo ella?

      –Todo trabajo y nada de diversión –dijo él seriamente.

      –De acuerdo, así que tenemos a Abby, la chica aburrida. ¿Vas a llevar a Madison a la fiesta de Sarah?

      –¿Está invitada? Ni siquiera estaba seguro de que quisieras que fuera yo.

      –Nick, ya te he explicado que no te pedí que me ayudaras con la fiesta porque estás muy ocupado.

      –¿Solo por eso?

      –¿Por qué más? Entonces, ¿qué pasa con Madison? ¿La vas a llevar o no?

      –Casi parece que quisieras de verdad que fuera.

      –Sería interesante verla jugar a la botella con un montón de ansiosos chicos de dieciséis años.

      –Las carabinas no tienen que jugar. Son los árbitros –dijo él mirándola divertido–. Ella te gusta, ¿no?

      –Sí.

      Abby no estaba segura de cómo se lo había imaginado Nick, pero tenía razón. Ella admiraba y respetaba mucho a Madison. Lo que hacía más extraño el hecho de que pensara que esa mujer no era para Nick.

      –¿Así que está invitada?

      –No tiene que ser invitada. A ti se te deja llevar a una chica.

      –Lo haré si lo haces tú.

      –No lo esperes conteniendo la respiración.

      Unas pocas horas después de que fueran de compras, Nick estaba delante de la puerta de Abby. Había terminado pronto de trabajar y no quería dedicarse a matar el tiempo a lo tonto en su casa esperando a que llegara la hora de salir con Madison. Todavía faltaba una hora, así que decidió pasarse por casa de Abby.

      No estaba seguro de por qué, tal vez porque no había sido capaz de quitársela de la cabeza. En parte por lo que habían estado hablando del trabajo, pero, sobre todo, por lo que le había dicho de no llevar a Madison a la fiesta de su hermana.

      Llamó a la puerta y, un momento más tarde, Abby la abrió.

      Se le notó la sorpresa al verlo allí.

      –Nick, creía que ibas a cenar con Madison.

      –Y lo voy a hacer. Dentro de una hora.

      –Esto está muy lejos de su casa. ¿Qué estás haciendo aquí?

      –Matando el tiempo. ¿Te importa si paso?

      –Por supuesto que no. Lo siento –dijo ella al tiempo que se apartaba.

      Las paredes del salón estaban llenas de fotos familiares, junto con una placa de bronce en donde se leía: Lo Que No me Mata, Me Hará Más Fuerte.

      –¿Quieres beber algo? –le preguntó ella.

      Nick agitó la cabeza.

      –¿Está Sarah?

      –No. Se ha ido al cine con unas amigas.

      –¿Y chicos?

      –Si los hubiera, yo estaría vestida de camuflaje y los iría siguiendo a hurtadillas. No estaría aquí, vestida así.

      Llevaba la misma ropa de trabajo que durante el día, pero más relajada. Se había quitado la chaqueta y los zapatos de tacón. Parecía como si acabara de pasar por una dura sesión de sofá con algún tipo, y estuviera lista para pasar a una segunda fase.

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