E-Pack HQN Jill Shalvis 1. Jill Shalvis

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E-Pack HQN Jill Shalvis 1 - Jill Shalvis Pack

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Aunque una vocecita le decía que estaba yendo demasiado lejos con Joe, la ignoró, porque no era capaz de contenerse. Con él, no. Sin embargo, aquella pequeña vacilación debió de reflejársele en la cara.

      –Kylie, solo tienes que decírmelo, y te llevo a tu casa.

      Ella lo miró a los ojos con seguridad. Quería aquello. Lo necesitaba.

      –¿Y qué digo si quiero entrar contigo? –le preguntó–. ¿O si quiero que tú entres en mi cuerpo?

      Él la sacó del coche rápidamente y se la llevó hasta la puerta. Abrió y en unos segundos la tenía dentro de su casa. Cerró la puerta con el pie y la apretó entre su cuerpo y la pared. La besó y sus lenguas se entrelazaron, y ella gimió sin poder evitarlo. Todas las miradas ardientes, los besos, las caricias que habían compartido hasta aquel momento se sumaron y se multiplicaron exponencialmente, y Kylie empezó a jadear de necesidad por él. La situación no mejoró cuando él deslizó los dedos por su vientre y metió la mano por debajo de su camisa. Volvió a besarla y posó la palma de la mano sobre su pecho. Le frotó el pezón con el dedo pulgar.

      –Joe…

      Como no era más que un cúmulo de necesidad, aquello fue lo único que pudo murmurar, pero él la oyó, percibió la necesidad obvia que había detrás de aquella única palabra. Gruñó y la encajó con más fuerza en el hueco de sus muslos.

      Perfecto, pensó Kylie, ya que su objetivo era el bulto que había entre ellos. Cuando ella se movió contra aquel bulto, él volvió a gruñir y la agarró aún con más fuerza, y se rio en voz baja.

      –Yo tengo los músculos –le dijo a Kylie–, pero tú tienes todo el poder. No puedo resistirme a ti, aunque sé que debería.

      –Lo que deberías hacer es dejar de intentarlo.

      Otra carcajada suave.

      –Ya lo he dejado.

      Volvió a besarla, y la noche se encendió. Bocas, dientes, lenguas, manos, cuerpos… todo sirvió para acercarse más y más el uno al otro. Parecía que Joe quería devorarla, lo cual era justo, porque ella también estaba intentando consumirlo.

      –Joe…

      Él le mordió suavemente el labio inferior.

      –¿Has cambiado de opinión?

      No. Si lo hiciera, estaría loca.

      –Claro que no –murmuró.

      –Pues bien, porque tengo planes para ti –dijo él.

      Y volvió a besarla. La besó lenta, profundamente.

      Con un gemido, ella se apretó contra él hasta que él la levantó para que pudiera rodearlo con las piernas. Kylie se agarró a sus hombros, y él apoyó una mano en el marco de la puerta mientras que con la otra le apretaba las nalgas. Siguieron besándose y frotándose el uno contra el otro hasta que estuvieron a punto de llegar al orgasmo.

      –Ahora –jadeó ella–. Oh, por favor, Joe. Ahora.

      –Todavía no estás preparada.

      –¡Si estuviera más preparada, ardería espontáneamente!

      Al oír aquello, él sonrió con picardía, bajó la cabeza y volvió a besarla. Al segundo, le había quitado la camisa y el sujetador. Y, entonces, con su lengua cálida y experta, le rozó un pezón y el otro, y cayó de rodillas para quitarle las botas y los pantalones vaqueros.

      –Qué bonitas –dijo él, al ver sus bragas de encaje, y comenzó a deslizarlas lentamente hacia abajo, por sus muslos. La desnudó por completo–. Oh, Kylie… –susurró, devorándola con la mirada, y separó sus piernas con suavidad, al tiempo que le acariciaba la carne húmeda con los dedos pulgares.

      Cuando, por fin, se inclinó y posó la boca en su cuerpo, ella ya estaba temblando y tenía los dedos de los pies encogidos. Entonces, agarrándola por las caderas, la llevó a un lugar nuevo y le mostró cosas que nunca había pensado que pudiera sentir.

      Dos veces.

      Kylie todavía estaba jadeando y estremeciéndose cuando él se levantó y se bajó los pantalones. Y a ella le encantó lo que vio.

      Él sacó un preservativo de algún sitio y penetró en su cuerpo, y ella gritó de placer cuando sintió que se deslizaba en su interior. Y aquel sonido debió de desatar a la bestia que él llevaba dentro. Todavía estaba sujetándole la cara con las manos, y los dos se movieron juntos, ella, recibiendo sus acometidas y espoleándolo mientras en su cuerpo se extendían las sensaciones que ya no podía contener.

      Cuando llegó al orgasmo, gritando, aferrándose a él, Joe rugió su nombre con la voz ronca y ocultó la cara en el hueco de su cuello, y la siguió al abismo.

      #YaNoEstamosEnKansas

      Terminaron tendidos en el suelo de madera, boca arriba, exhaustos. Joe se sentía saciado y relajado. Esperaba que Kylie sintiera lo mismo. En cuanto consiguiera que le funcionaran los miembros del cuerpo, se aseguraría de ello.

      Después de unos cinco minutos o, quizá, un año, notó que ella se movía y se ponía un brazo sobre los ojos. Dio un pequeño suspiro. Él consiguió moverse y se puso de costado junto a ella. Le besó el hombro y sonrió, porque Kylie todavía llevaba la peluca.

      –Eh, pelirroja.

      Ella lo miró fijamente y se quedó inmóvil.

      –¡No me digas que todavía tengo la peluca!

      –Bueno, pues no te lo digo.

      Ella se tocó la cabeza.

      –Demonios…

      Gimió, y él se echó a reír. Se rio mientras estaba tirado en el suelo con una mujer. Al pensarlo, cabeceó y volvió a reírse.

      –No me lo esperaba, Kylie.

      –Ummm –murmuró ella.

      Joe esperaba que su respuesta significara que sentía lo mismo. Se apoyó en un brazo y con la otra mano la atrajo hacia sí.

      –Ummm significa muy bien, ¿verdad?

      A ella se le escapó una risotada.

      –¿Es que esperas cumplidos?

      Él le acarició la mandíbula con un dedo, sonriendo.

      –Bueno, es que es muy difícil saber lo que piensas.

      Ella lo observó.

      –Lo único que tienes que hacer es mirarte al espejo y ver las diez marcas de uñas que tienes en la espalda.

      Él se echó a reír y le pasó el dedo por la frente fruncida.

      –Pero hay algo que te está molestando.

      –Eh…

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