E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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aquello para el final de forma deliberada.

      –Mira, Cora Jane, no voy a mentirte. El tejado tiene mala pinta. Ya sabes lo que pasa cuando el viento consigue arrancar unas cuantas tejas.

      –Sí, claro que lo sé. ¿El asunto es grave? ¿Está destrozado, o solo se han soltado unas cuantas tejas?

      Boone sonrió al ver que se lo tomaba con tanto pragmatismo.

      –Me gustaría que Tommy Cahill viniera a echar un vistazo, pero yo creo que será mejor que lo reconstruyas por completo. ¿Quieres que le llame? Me debe un favor, seguro que consigo que venga hoy mismo. Puedo llamar a tu compañía de seguros para que envíen una cuadrilla de limpieza.

      –Me harás un favor si consigues que Tommy vaya cuanto antes, pero yo me encargo de llamar al seguro. No me hace falta ninguna cuadrilla de limpieza, las niñas y yo iremos mañana a primera hora y lo limpiaremos todo en un abrir y cerrar de ojos.

      Boone sintió que le daba un brinco el corazón al oír aquello. Las «niñas» en cuestión tenían que ser las nietas de Cora Jane, incluyendo la que le había dejado tirado diez años atrás y se había marchado para iniciar una vida mejor que la que él podía ofrecerle.

      –¿También vendrá Emily? –albergaba la débil esperanza de que ella no volviera, de no tener que soportar el tenerla delante de sus narices, de que no se pusiera a prueba si de verdad había logrado sacársela de la cabeza.

      –Claro que sí –Cora Jane hizo una pequeña pausa antes de preguntar, con muchísimo tacto–: ¿Va a haber algún problema con eso, Boone?

      –Por supuesto que no. Lo mío con Emily quedó en el pasado, en un pasado muy distante.

      –¿Estás seguro? –insistió ella.

      –Seguí adelante con mi vida y me casé con otra persona, ¿no?

      –Sí, y perdiste a Jenny demasiado pronto.

      A Boone no le hacía falta que le recordaran que hacía poco más de un año que había fallecido su esposa.

      –Pero no perdí a nuestro hijo. Tengo que pensar en B.J., ahora él es mi vida entera.

      –Sé cuánto quieres a ese niño, pero necesitas algo más. Te mereces una vida plena y llena de felicidad.

      –Puede que algún día encuentre esa felicidad de la que hablas, pero no estoy buscándola y tengo muy claro que no voy a encontrarla junto a una mujer que pensaba que yo era un tipo sin futuro.

      Cora Jane soltó una exclamación ahogada.

      –Las cosas no fueron así, Boone. Ella no pensaba eso, lo que pasa es que tenía la cabeza llena de sueños absurdos. Sintió la necesidad de marcharse de aquí y ponerse a prueba, de ver lo que podía llegar a conseguir por sí misma.

      –Esa es tu opinión, yo lo vi de otra forma. Será mejor que dejemos de hablar de Emily, tú y yo hemos conservado nuestra amistad porque hemos dejado ese tema a un lado. Ella forma parte de tu familia y la quieres, es normal que la defiendas.

      –Tú también eres de mi familia, o como si lo fueras –afirmó ella con vehemencia.

      Boone sonrió al escuchar aquello y admitió:

      –Sí, siempre has hecho que me sienta como uno más de los vuestros. En fin, deja que haga esas llamadas, a ver lo que puedo hacer para dejar este sitio listo antes de que vengas. Te conozco y sé que querrás encender la cafetera y abrir las puertas en cuanto vuelvan a darte la luz, pero te advierto que puede que tarden un par de días. Quizás deberías plantearte quedarte con Gabi hasta que esté todo arreglado.

      –No, tengo que estar ahí –le contestó ella con determinación–. No voy a conseguir nada quedándome aquí sentada de brazos cruzados, yo creo que podremos arreglárnoslas con el generador que instalaste después de la última tormenta.

      –Comprobaré si está funcionando, y revisaré las neveras y la cámara frigorífica para ver si no se ha echado a perder la comida. ¿Necesitas que haga algo más antes de que vuelvas?

      –Si Tommy te da un presupuesto razonable para lo del tejado, dile que puede ponerse manos a la obra.

      –El precio será razonable, tienes mi palabra. Y serás la primera de su lista, ya te he dicho que me debe un favor.

      –Muy bien, te veo mañana. Gracias por ir a echarle un vistazo a mis cosas.

      –Los miembros de una familia se apoyan los unos a los otros.

      Esa era una lección que había aprendido de Cora Jane, ya que dar apoyo y comprensión era algo que no entraba en la forma de ser de sus padres.

      Después de colgar, no pudo evitar preguntarse si llegaría el día en que no lamentara que el vínculo que le unía a Cora Jane y a la familia de esta no fuera uno mucho más permanente.

      Emily tardó dos días de lo más frustrantes en completar el trayecto desde Colorado hasta Carolina del Norte. Para cuando aterrizó por fin en Raleigh en un día despejado en el que no quedaba ni rastro del mal tiempo que había afectado al estado entero dos días atrás, las horas que había perdido en los aeropuertos no la fastidiaban tanto como el hecho de saber que Gabi estaría esperándola con el consabido «Ya te lo dije»… pero al salir del aeropuerto con su equipaje de mano era Samantha, su hermana mayor, quien estaba esperándola y la recibió con un fuerte abrazo.

      Aunque unas enormes gafas de sol a la última moda le ocultaban gran parte del rostro y llevaba el pelo, un pelo con unas mechas que realzaban su color, recogido en una cola informal, saltaba a la vista que era alguien famoso. Emily nunca había llegado a entender cómo era posible que Samantha siguiera pareciendo una modelo de revista aunque llevara unos vaqueros viejos y una camiseta. La verdad era que su hermana tenía un aire innato de famosa, a pesar de que en su carrera como actriz nunca había alcanzado el éxito que ella esperaba.

      –¿Dónde está Gabi? –le preguntó, mientras miraba a su alrededor.

      –Adivínalo, te doy tres oportunidades –le contestó Samantha.

      –La abuela se ha empeñado en volver a casa.

      –¡Lo has adivinado a la primera! Hizo las maletas en cuanto dieron luz verde para que los residentes volvieran a la zona. Gabi logró retenerla un día entero, pero al final se rindió y le dijo que vale, que podía ser tan terca como una mula vieja si quería, pero que no iba a dejarla ir sola. Se han ido esta mañana a primera hora, y a mí me ha tocado hacer de chófer y venir a buscarte.

      –¿Te acuerdas de conducir?, hace mucho que vives en Nueva York.

      Su hermana se limitó a enarcar una ceja, pero le bastó con ese gesto para dejar claro lo que opinaba de su sentido del humor. Eso era algo habitual al tener a una actriz en la familia. Samantha podía comunicar más con una sola mirada que muchos con toda una diatriba, y Emily había recibido un montón de esas miradas a lo largo de los años.

      –No empieces, Emily. He conseguido llegar hasta aquí, ¿no?

      Emily señaló con un gesto de la cabeza el coche que había a un lado.

      –¿Es el que usaste para venir desde Nueva York, o

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