E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods
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–¿Traes algo para ponerte a limpiar y a fregar? No te imagino limpiando el restaurante con tus zapatos de marca. Esos son unos Louboutin, ¿verdad? Siempre has tenido gustos caros.
Emily sintió que se ruborizaba y se puso a la defensiva.
–Trabajo con gente que está obsesionada con la ropa cara, pero te aseguro que trabajo duro cuando estoy renovando una casa –suspiró antes de admitir–: Pero tienes razón, no traigo ropa adecuada para ponerme a limpiar. Mi viaje a Colorado iba a ser corto, fui para conocer a un nuevo cliente. Supongo que tendré que comprarme unos cuantos pantalones cortos y varias camisetas en algún sitio. ¿Y tú qué? Siempre vas de lo más elegante, ¿a qué vienen esos vaqueros viejos y…? –abrió los ojos como platos, sorprendida–. ¿Es esa la vieja sudadera de Ethan Cole?
Samantha se puso roja como un tomate.
–Estaba en el ático de Gabi, dentro de una caja llena de ropa vieja. Agarré lo primero que vi que me quedaba bien.
–Esa sudadera no te queda bien, tú tienes seis tallas menos. Pareces una adolescente de catorce años loquita por el capitán del equipo de fútbol –Emily sonrió de oreja a oreja al añadir–: Espera, pero si eras justo así… aún te recuerdo allí, sentadita en las gradas, mirándolo encandilada y llena de esperanza…
–Supongo que sabes que, como sigas así, es muy posible que no llegues viva a Sand Castle Bay. Seguro que encuentro algún lugar desierto de la carretera donde deshacerme de tu cadáver.
–Vaya, qué forma tan bonita de hablarle a tu hermana pequeña. Siempre me decías que me querías, incluso cuando me comportaba como una pesada insoportable.
–Te quería en aquel entonces, no hay quien pueda resistirse a una chiquitina preciosa con unos mofletitos regordetes –afirmó Samantha, sonriente–. Pero ahora ya no te quiero tanto.
Mientras iban en dirección este por la carretera, el buen humor de Emily se esfumó.
–¿Se sabe si ha habido muchos daños? –le preguntó a su hermana–. ¿Con qué se va a encontrar la abuela cuando llegue al restaurante?
–Boone le dijo que el edificio sigue en pie, aunque entró mucha agua. Van a hacer falta unas buenas dosis de cuidados y mimitos, y es probable que un tejado nuevo.
Emily sintió que le daba un brinco el corazón.
–¿Qué Boone? No será Boone Dorsett, ¿verdad? ¿Qué tiene que ver él en todo esto?
–Cora Jane y él tienen una relación muy estrecha, ¿no lo sabías?
–¿Cómo iba a saberlo?, nadie me cuenta nada –nada relevante, como el hecho de que su propia abuela y el hombre que había sido su perdición, don Boone Dorsett, fueran amiguitos del alma.
Su abuela siempre había tenido debilidad por él. Boone le había caído bien desde el principio, desde que ella había empezado a aparecer con él por casa cuando ambos tenían catorce años. Ella se había enamorado de un chico malo y desafiante que parecía estar abocado a meterse en problemas, pero su abuela había visto a un muchacho que se rebelaba contra unos padres que se comportaban con total indiferencia, había visto potencial y había tenido el acierto de ayudarle a desarrollarlo… aun así, lo normal habría sido que cortara ese vínculo al ver que su nieta terminaba su relación con él, ¿no? Aunque solo fuera por solidaridad con ella…
En cuanto la idea tomó forma en su cabeza, se dio cuenta de lo absurda que era. A diferencia de ella, su abuela sería incapaz de abandonar a Boone; de hecho, aunque nunca le había dado su opinión al respecto, estaba claro que no aprobaba en absoluto que ella hubiera elegido su carrera profesional por encima del hombre del que todos sabían que estaba enamorada.
–¿Qué es lo que pretende Boone? –le preguntó a Samantha con suspicacia.
–¿Qué quieres decir?, yo no creo que pretenda nada en concreto. Cora Jane dice que la ha ayudado mucho con el restaurante, no sé nada más.
–Si Boone está ayudando tanto, es porque quiere algo.
Lo afirmó con convicción, porque sabía por experiencia propia que él siempre andaba detrás de algo. En su momento había dicho que la quería, pero, cuando ella le había dicho que necesitaba tiempo para poder explorar un poco de mundo, él no había tardado ni diez segundos en casarse con Jenny Farmer. Lo último que había sabido de ellos era que tenían un hijo, ¿qué había pasado con el supuesto amor eterno que había jurado sentir hacia ella? Sí, ella se había marchado, pero había sido él quien había cometido una profunda traición de la que ella jamás había podido recobrarse por completo.
–Seguro que quiere apropiarse del Castle’s by the Sea.
Era una acusación muy seria, pero la posibilidad de que él pudiera haber tenido algún motivo ulterior para querer conquistarla era algo que se le había ocurrido en más de una ocasión durante aquella dolorosa época; al fin y al cabo, ¿qué otra explicación podía haber para que él se casara con otra poco después de que ella se fuera? El amor verdadero no podía ser tan voluble.
–Apuesto a que está deseando que este huracán sea la gota que colme el vaso, y que la abuela decida venderle a él una propiedad tan bien situada.
Samantha le lanzó una mirada llena de ironía antes de comentar:
–Sabes que Boone es propietario de tres restaurantes que funcionan de maravilla, ¿no?
Aquello la tomó por sorpresa.
–¿Tres?
–Sí. Primero abrió el Boone’s Harbor en la bahía, y ahora también tiene uno en Norfolk y otro en Charlotte. Creo que un asistente administrativo suyo se encarga de buscar las nuevas ubicaciones y de poner en marcha los locales, pero Boone es quien está al mando. Según la abuela, las críticas han sido fantásticas en todas partes. Ella colecciona los recortes, me extraña que no te los haya enviado.
–Supongo que pensó que ese tema no me interesaría.
Por alguna extraña razón, saber todo aquello la desanimaba. Quería tener una muy mala opinión de Boone, sentía la necesidad de pensar que él era un impresentable. No le hacía ninguna gracia plantearse que quizás le había juzgado mal, que a lo mejor no era tan ambicioso como ella creía, que había podido cometer un terrible error al dejarle ir sin más. Ella no creía en los arrepentimientos, así que ¿a qué se debía aquella extraña sensación que la embargaba?
Su hermana la miró desconcertada.
–Yo creía que hacía mucho que le habías olvidado. Fuiste tú la que rompió la relación y no al revés, ¿verdad? Siempre di por hecho que se lio con Jenny por despecho.
–¡Pues claro que le he olvidado! –exclamó, indignada–. En los diez años que hace que me largué de aquí, no he pensado en él ni por asomo –la vocecilla interior de su conciencia le gritó que estaba mintiendo.
–¿A qué viene entonces todo esto?
–Es que no quiero que se aproveche de la abuela, es