E-Pack HQN Sherryl Woods 3. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 3 - Sherryl Woods Pack

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Aunque no creo que te sirva de mucho cuando asimile tus palabras.

      –Podría proponerle que venga con B.J. a los Ángeles, el niño está deseando ir a Disneyland.

      Lo dijo esperanzada, pero Samantha se encargó de echar por tierra su idea al decir:

      –Boone quiere mantenerle al margen de vuestra relación de momento.

      A juzgar por aquellas palabras, estaba claro que sus dos hermanas habían estado escuchando con suma atención su conversación con Boone la noche anterior. A lo mejor hasta habían estado tomando apuntes.

      –¡Tengo que hacer algo para que se dé cuenta de que no estoy dejándole tirado! –exclamó con frustración.

      Como daba la impresión de que Samantha estaba dándole vueltas al tema, optó por esperar a ver si tenía alguna idea viable. A ella no se le había ocurrido nada que pudiera ser efectivo y su hermana tenía más experiencia en cuestión de hombres, a pesar de que en los últimos tiempos estaba libre y sin compromiso.

      –Pedirle que vaya contigo a la Costa Oeste cuando vuestra relación apenas acaba de empezar podría ser un error táctico –comentó Samantha al fin–. Puede que sea mejor que le digas el día concreto que piensas volver, o que le propongas quedar en un terreno más neutral. ¿Tienes que volver a ir a Aspen?

      –¡Qué buena idea! Pasar un par de días en Aspen sería de lo más romántico, como una especie de luna de miel –la abrazó antes de añadir–: A veces no eres tan inaguantable como parece.

      –¡Vaya!, ¡qué comentario tan halagador! Me parece que voy a ponerlo en mi currículum.

      Emily se echó a reír antes de aconsejarle:

      –Pídele a Gabi que te monte una campaña publicitaria, a eso se dedica. Bueno, tengo que irme ya. Voy a casa a arreglarme, hace bastante tiempo que no me pongo a punto para una cita.

      –¿Qué le decimos a la abuela si pregunta por qué te has largado justo antes de que la marabunta llegue a comer?

      –Que tengo una cita formal con Boone. Se pondrá tan contenta que es capaz de mandarme una peluquera y una manicura.

      –No lo dudes –comentó Samantha, con una carcajada–. Me parece que has encontrado la fórmula mágica para escaquearte del trabajo, Gabi y yo vamos a tener que buscar novio.

      –Ella dice que ya tiene uno.

      –Sí, y tanto tú como yo sabemos que está engañándose a sí misma. Solo espero que no sufra mucho cuando se dé cuenta.

      –Yo también –admitió Emily, pesarosa.

      Boone no recordaba haber visto nunca a Emily tan arreglada y sexy como cuando pasó a recogerla aquella tarde, y tuvo que tragar saliva y contener las ganas de quedarse mirándola boquiabierto como un tontorrón.

      –Estás muy guapa.

      Se había acostumbrado a verla con pantalones cortos y camiseta, y, aunque esa ropa dejaba bastante piel al descubierto, no podía compararse con el elegante y veraniego vestido que se había puesto, ya que se la veía muy femenina y sofisticada.

      También se había puesto unas sandalias de tacón sujetas con tiras que debían de costar más de lo que él ganaba a la semana; de hecho, estaba casi convencido de que había visto unas parecidas en la película de Sexo en Nueva York, que había ido a ver muy a su pesar en una de sus escasas y desastrosas citas.

      Emily sonrió al ver su reacción y, cuando lo miró con ojos chispeantes, Boone volvió a tener delante de repente a la mujer a la que conocía desde siempre.

      –Sabía que era un error comprarme los pantalones cortos –comentó ella, en tono de broma–. Si me hubiera vestido antes así, tú y yo nos habríamos acostado juntos hace días.

      –Yo prefiero creer que mi fuerza de voluntad habría resistido –afirmó, aunque no las tenía todas consigo. En ese momento, la idea de perder el tiempo cenando no le atraía lo más mínimo.

      Ella debió de leerle el pensamiento, porque le tomó del brazo antes de decir:

      –Vamos, me muero por ver tu restaurante. Ni pienses que voy a perder esta oportunidad.

      Él la miró de soslayo.

      –No me digas que no se te ha pasado por la cabeza la idea de pasar de la cena.

      –Claro que sí, pero el de la fuerza de voluntad férrea se supone que eres tú.

      A Boone le costó lo suyo mantener los ojos en la carretera, pero al menos lo intentó. A Emily parecía hacerle mucha gracia ver que la miraba de reojo cada dos por tres.

      –Esta noche se te ve distinta –comentó.

      –Es por el vestido y las sandalias, estás acostumbrado a que parezca recién salida de la playa.

      –Esa sería la respuesta lógica, pero se trata de algo más. Supongo que en pantalón corto te pareces a la chica de siempre, y con ese vestido eres una mujer sofisticada y sexy. No sé si conozco a la Emily que tengo delante en este momento.

      Dio la impresión de que se quedaba un poco consternada al oír aquellas palabras.

      –Soy yo, Boone. La ropa que lleve puesta no cambia nada.

      –¿Ah, no? Apuesto a que esas sandalias cuestan una fortuna.

      –¿Y qué tiene eso de malo?, estos días he ido igual de cómoda con zapatillas de deporte y sandalias baratas. Por favor, no me vengas con que te preocupa cuál de los dos gana más dinero. Tienes tres restaurantes que funcionan de maravilla, así que está claro que las cosas te van bien. Tu cuenta bancaria no me importa, ¿por qué habría de importarte a ti la mía?

      –¡Me da igual el dinero que tengas! –frunció el ceño, y admitió con frustración–: Bueno, al menos tendría que ser así. Es que acabo de darme cuenta que no estamos al mismo nivel.

      –¡No digas tonterías! Compro ropa cara porque mi imagen es importante de cara a conseguir nuevos clientes, no porque me encante desperdiciar un montón de dinero en una blusa. Tú también te vistes de cara a tus clientes. Supongo que eres consciente de que esta es la conversación más absurda que hemos tenido tú y yo, ¿no?

      Boone no pudo por menos que admitir que aquello era cierto, así que se esforzó por esbozar una sonrisa.

      –Solo se me ocurre una manera de solucionar el problema.

      –Dime.

      –Voy a tener que quitarte esa ropa –le dijo, en tono de broma, antes de guiñarle el ojo.

      Ella se echó a reír.

      –Primero dame de cenar, y después ya hablaremos.

      –¿Quiere eso decir que estás abierta a negociar?

      Emily le miró a los ojos y se puso seria al afirmar:

      –Sí, por completo.

      Era

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