E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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Aunque no podía culparlo por haberse esfumado de su vida tantos años atrás, por otro lado, tampoco había hecho nada por intentar contactar con ella. Se le podían ocurrir cientos de razones que explicaran sus actos, pero no podía evitar la verdad: si hubiera querido verla antes, lo habría hecho, así que quedaba claro que no había querido.
Ahora había vuelto y resultaba más tentador de lo que debería, tan tentador que podría resultar peligroso. Ella ya no era una niña de catorce años, era una madre divorciada con una hija impresionable. Sabía cómo Justice podía terminar rompiendo sus tiernos corazones, y por eso tenía que ser fuerte y resistir. Por su bien, pero también por el de Lillie.
Justice estaba en el centro del viejo almacén en el extremo del pueblo. El edificio era mucho menos bonito que el local que había visitado el día anterior con Patience. Los suelos eran de cemento, no había paredes ni ventanas y las cañerías estaban a la vista, pero era un edificio resistente además de apartado. Levantar tabiques sería fácil. Si le añadían ventanas, reservando la mitad del espacio para distintas salas de entrenamiento, podría funcionar. Fuera tenía terreno también, el suficiente para prácticas de tiro y pistas de obstáculos. La ubicación era buena y el precio aún mejor. Si elegían ese edificio, tendría que encontrar un lugar en las montañas para una pista de obstáculos más avanzada, pero no sería complicado.
Dio una vuelta; la luz solo provenía de los fluorescentes del techo y de las puertas dobles que había dejado abiertas. Sabía que no tenía el entusiasmo de Patience por su nuevo negocio, pero no importaba. No le gustaban los altibajos emocionales. Hacía mucho tiempo había aprendido a aceptar las cosas según iban sucediendo y a seguir adelante.
Él también tenía un plan de negocio junto con el dinero suficiente para hacerlo realidad. Su amiga Felicia le había escrito esa misma mañana preguntándole si ya había tomado alguna decisión. Si se había instalado en Fool’s Gold, tenía que hacérselo saber. Si no, ya era hora de que se buscara otro sitio. Después de todo, no estaba solo él. Tenía socios que querían que se decidiera ya.
En lo que concernía a Felicia, ella iría a cualquier parte que fuera normal. Los pueblos pequeños la atraían, y Fool’s Gold encajaba a la perfección en esa definición. Iría allí a montar el negocio y, si terminaba odiando el pueblo, se mudaría. Pero los demás se quedarían.
Ford Hendrix también le había enviado un correo electrónico dos días antes para decirle que se decantara por Fool’s Gold, sin embargo, el día anterior le había dicho que eligiera cualquier sitio menos ese. La ambivalencia de Ford era fruto de su tan unida familia. Había días en los que el antiguo SEAL quería volver a conectar y otros en los que necesitaba alejarse y que nadie volviera a saber de él. Era la clase de ambivalencia con la que Justice podía identificarse. Con Patience...
Sacudió la cabeza. No había ido allí para pensar en ella.
Su tercer socio, Angel, se encontraba en terreno neutral. Nunca había estado en el pueblo y, cuando había leído la descripción, le había resultado intrigante el hecho de que estuviera tan cerca de las montañas. Le gustaban las actividades al aire libre y alejarse del mundo, y la accidentada topografía del lugar ofrecía mucho de ambas cosas. Así que la decisión recaía en él que, para ser sinceros, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.
Sin embargo, lo cierto era que sí lo sabía. Una parte de él siempre había querido volver allí, al único lugar en el que se había sentido bien recibido.
Sí, admitía que Patience era uno de los principales atractivos, si no el único. Nunca la había olvidado y a menudo se había preguntado dónde estaría y qué estaría haciendo. Con sus recursos, le habría resultado fácil encontrarla, podría haber tenido un informe completo sobre ella en menos de seis horas. Pero nunca lo había hecho.
Ahora sabía que seguía en el pueblo y que estaba soltera, lo cual la convertía en una tentación. Su beso de la mañana anterior no había hecho más que avivar la fantasía y ahora quería más. La quería en su cama, cerca de él, tomándolo con tanta pasión como él quería tomarla a ella.
Y eso significaba que la mejor solución para ambos era que se alejara de allí.
Sabía quién era y la clase de hombre que podía llegar a ser. Patience se merecía alguien mejor. Quería pensar que él podía ser mejor, hacer las cosas mejor que su padre, que el ADN de Bart Hanson no era el destino de su hijo. Sin embargo, no podía estar seguro. Cuando por fin habían atrapado a su padre y lo habían metido en la cárcel, Justice se había sentido con libertad de elegir. Podría haber sido cualquier cosa, haber ido a cualquier parte, y el hecho de que se hubiera alistado en el ejército no era digno de mención. Sí que lo era, en cambio, la ocupación por la que había optado.
Era francotirador. Ni policía ni técnico. El hijo de un asesino había elegido matar a otros. Era la prueba definitiva de la oscuridad de su alma y eso quería decir que marcharse de allí era lo mejor para Patience y su familia. Se merecían a alguien mejor que él, pero el problema era que no quería irse, y eso lo convertía en un absoluto bastardo.
Oyó pisadas y al girarse se encontró a una mujer mayor y bien vestida entrando en el almacén. Al igual que Eddie, tenía el pelo blanco, pero las similitudes se quedaban ahí. Esa mujer llevaba un traje sastre, zapatos de salón y perlas. Sonrió al acercarse y extendió la mano.
—Bienvenido de nuevo, Justice Garrett. Soy la alcaldesa Marsha Tilson. Imagino que no me recordarás.
—No, pero es un placer conocerla... otra vez.
Se estrecharon la mano.
La alcaldesa lo miró fijamente.
—Has crecido mucho. Recuerdo cuando eras un adolescente alto y flacucho. Eras amigo de Patience McGraw y Ford Hendrix. Siempre ibais los tres juntos, pero me daba la sensación de que sentías algo por Patience.
Se quedó mirando a la mujer. Estaba hablando de relaciones que habían tenido lugar quince años atrás y, aunque para él esas relaciones habían sido importantes, no podía imaginar cómo una mujer de cincuenta años podía prestarles atención a las vidas de un grupo de adolescentes.
Ella sonrió ampliamente.
—Veo que te han sorprendido mis observaciones. Confieso que me resultaste intrigante desde el principio. Tus tutores hicieron un excelente trabajo para hacer encajar tu historia, pero había ciertas inconsistencias. Cuando llegaste, estaba claro que habías sufrido algún tipo de trauma.
—¿Sabía que me estaban protegiendo?
—No. Nunca me enteré. Creía que tal vez el hombre que decía ser tu tío no era pariente tuyo y que no queríais que nadie lo supiera. Podía haber muchas razones para esa excusa falsa, así que os vigilé para asegurarme de que no estaban abusando de ti y cuando vi que empezabas a encajar, a asentarte aquí y a hacer amigos, supe que todo iría bien.
Él se movió ligeramente, incómodo ante la idea de que lo hubiera estado vigilando.
—Estaba muy bien.
—Hasta que tuviste que marcharte tan misteriosamente. Todos estábamos preocupados y, sobre todo, Patience. Dadas las circunstancias, tuviste que irte,