E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 3 - Susan Mallery Pack

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habrían gustado tus cartas.

      —Eso no lo podemos saber. Seguro que piensa que soy una acosadora —se cubrió la cara con las manos—. Sabía que volver a casa sería complicado, pero no pensaba que tuviera que ver a Ford —posó las manos sobre la mesa—. ¿Está casado?

      —No lo sé.

      —Probablemente esté casado y con seis hijos, ¿verdad? Y un perro. Así que no tengo que preocuparme, porque ni siquiera se acordará de mí.

      Patience agarró otra patata.

      —Me gustaría burlarme de ti, pero no puedo porque sé exactamente por lo que estás pasando.

      —Eso me hace sentir mejor. ¿Si te enteras de algo me lo dirás?

      —Con todo detalle.

      —Yo haré lo mismo por ti. Aunque no es que esté esperando oír toda clase de cotilleos. Cuando la gente viene a la tienda, suelen obviar la racha dramática de su relación —dio un trago al refresco—. ¿Crees que Ford está casado? —le preguntó sonando tanto aterrada como esperanzada.

      —Podría estarlo. Y estoy segura de que ya no está tan guapo como antes.

      —Es verdad. Ahora estará viejo y habrá perdido todo su atractivo —se detuvo—. Has dicho que Justice está como un tren.

      Patience contuvo el aliento.

      —Más que eso.

      —Bien. Una de las dos debería conseguir a un chico genial.

      —Es muy pronto para saber si es genial o no —quería creer que lo era, por supuesto, pero no tenía pruebas.

      —El tuyo es más grande que el mío —dijo Patience recorriendo el almacén.

      Justice se rio. Fuera la circunstancia que fuera, siempre lograba hacerlo reír.

      —Creía que a las mujeres les gustaba decir que el tamaño no importa.

      Ella lo miró sonrojada y se dio la vuelta.

      —Me refería a tu negocio.

      —Ya lo sé. Aquí haré cosas distintas. Necesitaremos mucho espacio.

      —Imagino que la buena noticia es que puedes hacer todo lo que quieras.

      —Eso creía. Marcos en las paredes, montar algunos despachos y salas de reunión.

      —Y un cuarto de baño —añadió ella—. Si tus clientes van a hacer ejercicio, tal vez deberían tener unas duchas.

      Él tenía muchas ganas de pensar en duchas, aunque no del modo en que ella se refería.

      La siguió mientras avanzaba por el espacio abierto. Patience vestía unos vaqueros y otra de sus camisetas decoradas. Esa era rosa con flamencos cubiertos de brillantes sentados en una mesa y tomando unos martinis. No estaba seguro de qué significaba, pero era pura Patience.

      —¿Ya te has decidido? ¿Te quedas?

      Él se preguntó si la realidad era que, desde que la había visto, marcharse ya no era una opción.

      —Me quedo.

      —¿Y vas a abrir el negocio con tus socios?

      —Con Ford y Angel.

      —¿Angel?

      —Aún no lo conoces.

      Ella enarcó las cejas.

      —¿Le has advertido sobre dónde se está metiendo al venir a un sitio como este?

      —Estará bien.

      Se acercó a él.

      —Has mantenido el contacto con Ford.

      Él asintió, y después se preguntó si su interés sería personal más que general. Los tres habían sido amigos, y Ford había pasado años en el pueblo después de que él se hubiera marchado. ¿Habrían salido? Ford nunca le había dicho nada, pero tampoco es que compartiera muchas cosas con él. De pronto, sintió una fuerte tensión en los hombros.

      —¿Tienes muchas ganas de verlo? —le preguntó Justice.

      —Claro —se detuvo—. ¿Está casado?

      No le gustó la pregunta y mucho menos la respuesta que iba a darle.

      —No. ¿Es una buena noticia?

      Ella sonrió.

      —Siempre es divertido que regrese un héroe local, aunque creo que su madre y sus hermanas estarán más emocionadas —su sonrisa se volvió algo pícara al añadir—: Y en cuanto a lo del matrimonio, no se lo digas a nadie, pero mi amiga Isabel está loca por que Ford vuelva.

      Sus músculos se relajaron.

      —¿Le gustaba?

      —Muchísimo. Ford estaba prometido con su hermana. Maeve lo engañó con su mejor amigo y Ford, como era de esperar, se enfadó mucho. Se marchó y se alistó en el ejército. Maeve se casó con su mejor amigo y siguen juntos. Pero Ford no viene de visita casi nunca. Cuando ve a su familia, queda en alguna otra parte y tampoco muy a menudo. Isabel solo tenía catorce años cuando Ford se marchó y estuvo años escribiéndole. Ahora ya han crecido y ella ha vuelto al pueblo. Está muy nerviosa por volver a verlo —se detuvo—. ¿Es demasiada información?

      —No. Es algo confusa, pero no demasiada.

      Ella miró a su alrededor.

      —¿Estás asustado?

      —¿Por?

      —Por abrir un negocio. Yo estoy aterrada. Si pienso demasiado en ello, empiezo a dudar de mí misma. Mi padre se marchó cuando yo solo era un par de años mayor que Lillie y ni se molestó en mantener el contacto conmigo. Después de aquello, solo estábamos mi madre y yo, y entonces conocí a Ned y fue un desastre. Estaba sola y tenía a Lillie, y mi madre me invitó a volver a casa. Siempre ha estado a mi lado. La herencia ayudará a saldar la hipoteca y eso nos dará seguridad a las dos. Pero tengo a Lillie y, si la cafetería fracasa, habré desperdiciado todo ese dinero. ¿Estoy siendo una irresponsable por correr el riesgo?

      Él se acercó y le puso las manos sobre los hombros.

      —No. Tienes derecho a ser feliz.

      —Pero ya soy feliz trabajando en la peluquería de Julia.

      —¿Tu sueño es ser peluquera?

      —No, pero...

      —¿Es el Brew-haha?

      Las comisuras de sus labios se elevaron.

      —Sí, pero...

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