E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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—Abrir un negocio es algo muy serio.
—Mereces cumplir uno de tus sueños.
—¿Y si fracaso?
Los ojos de él se oscurecieron cuando pronunció esas palabras y supo que Patience le había expresado su mayor temor. Pero antes de poder decirle que no fracasaría y darle los motivos, alguien pronunció su nombre.
—¡Ahí estás! Eres un hombre muy difícil de encontrar.
Patience dio un paso atrás y bajó los brazos. La mujer que se acercaba a él con paso decidido tendría unos cincuenta años, era rubia y su rostro le resultaba familiar. Buscó en su memoria y dio con un nombre.
Denise Hendrix. La madre de Ford.
Patience vio al gran guardaespaldas retroceder al ver a la madre de su socio y se preparó para presenciar un espectáculo excelente.
Denise Hendrix tenía seis hijos. Patience estaba segura de que los quería a todos por igual, pero cinco de ellos seguían viviendo en el pueblo mientras que el sexto arriesgaba su vida sirviendo en el ejército, y para cualquier madre eso sería difícil y delicado.
Se detuvo delante de Justice.
—Eres la razón por la que por fin mi hijo va a volver a casa.
Justice tragó saliva y a Patience le pareció ver en su mirada algo que se acercaba mucho al miedo. Él levantó las manos en un gesto de defensa y rendición.
—Yo... eh...
Denise asintió conteniendo las lágrimas.
—He estado rezando para que llegara este momento. Estaba tan triste cuando se marchó. ¡Cómo no iba a estarlo! —miró a Patience—. Culpo a Maeve, aunque la he perdonado, claro. Pero aun así, ¿tuvo que irse mi hijo? Han sido muchos años. Sé que su trabajo es peligroso y que no habla del tema. Solo escribe e-mails. ¿Es que acaso un e-mail es igual de bueno que una visita?
Se giró hacia Justice.
—Y entonces tú vienes aquí y decides abrir tu negocio. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.
—Nosotros... eh...
Ella asintió y se secó las mejillas.
—Lo sé. No ha sido todo por ti. Pero estaba empezando a pensar que jamás volvería y ahora resulta que va a venir. Tengo que asegurarme de que no vuelva a marcharse nunca.
«Pobre Ford», pensó Patience. Esperaba que supiera dónde se estaba metiendo al volver.
—Gracias —dijo Denise y fue hacia él.
Patience estaba segura de que Justice conocía decenas de movimientos para esquivar a la madre de su amigo, pero en lugar de emplearlos, la abrazó.
Cuando por fin quedó libre, logró decir:
—De nada.
Denise se sorbió la nariz.
—Recuerdo cuando no eras más que un adolescente, Justice. Eras muy buen amigo de Ford. Me alegra que hayas encontrado el camino de vuelta —sonrió a Patience, se despidió con la mano y se marchó.
Patience se giró hacia Justice.
—Siempre el héroe.
Él se tiró del cuello de la camisa.
—La señora Hendrix es muy entusiasta.
—Todos somos adultos y te acaba de dar un abrazo súper fuerte. Creo que ya puedes llamarla Denise.
Justice esbozó una mueca de disgusto.
—Me parece más apropiado llamarla señora Hendrix.
Patience sonrió, le hacía mucha gracia ver lo incómodo que se sentía con la idea. Le gustaba saber que el cabal y fuerte Justice Garrett podía ponerse nervioso con una mujer de mediana edad y madre de seis hijos.
—¡Ajá! Así que te aterroriza.
—Solo un poco.
Ella empezó a reírse.
—Siempre es divertido ver cómo se desmorona la fachada de un tipo duro.
Él entrecerró los ojos.
—¿Es que sabes mucho de tipos duros?
—Eres el primero, pero me resulta mucho más atrayente de lo que pensaba. Para que lo sepas, después te voy a pedir que me demuestres cómo desarmar a alguien con un bastoncillo de los oídos.
—¿Por qué te da miedo alguien con un bastoncillo de los oídos?
Ella se acercó y se llevó las manos a las caderas.
—Muy gracioso. Ya sabes lo que quiero decir.
—Lo sé y un bastoncillo para los oídos es un arma bastante estúpida.
—Pues entonces con una cuchara.
—Se pueden hacer muchas cosas con una cuchara.
Mientras hablaba, posó las manos sobre sus caderas y la llevó hacia sí. Ella accedió de buen grado, consciente del repentino interés procedente de sus zonas más femeninas. Era consciente del peligro, pero la posibilidad de que la abandonara parecía menos importante ahora que estaban tan cerca. Y la posibilidad de que la besara de nuevo parecía mucho más importante.
No se estaban tocando, al menos no aún, pero lo tenía lo suficientemente cerca como para sentir su calor.
Era alto, ancho y fuerte y debería ser alguien que la pusiera nerviosa. Pero no era así. Y tal vez eso se debía a su pasado, porque había adorado a aquel niño y ahora confiaba en ese hombre. Había estado predispuesta a que le gustara desde el segundo en que había regresado a su vida y ahora lo único que podía esperar era que no resultara ser un error amoroso más.
Lo miró a los ojos fijándose en los distintos tonos de azul que conformaban su iris. Sus pestañas eran ligeramente más oscuras que su pelo. Con esa esculpida barbilla y esos pómulos tan altos, era guapo y, aun así, resultaba muy masculino. En conjunto, un lote impresionante.
—¿Qué demonios vais a hacer en este pueblo tan diminuto? ¿No deberíais haberos instalado en París o Nueva York?
—Mi francés es pésimo y Angel odia Nueva York.
Buena información, aunque no respondía a la respuesta real... probablemente porque no la había formulado.
«¿Vas a romperme el corazón?». Eso era lo que de verdad quería saber.
Al parecer, Justice leía la mente además de tener otras habilidades como guardaespaldas porque su mirada se intensificó.
—No soy de los buenos. Eso tienes que saberlo.