E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras
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Jeremy miró su reloj. Necesitaba conocer mejor el caso, la consulta podría durar bastante tiempo e iba a tener que estar totalmente concentrado en lo que iba a contarle su colega.
—Te llamo en diez minutos, Jack. ¿Qué te parece?
—De acuerdo.
Colgó y miró a su compañera de mesa. Le parecía más bella cada vez que la miraba.
—Lo siento muchísimo, Kirsten. Tengo que hacer una consulta con este colega. Se trata de salvar la pierna de un niño y debería concentrarme en ello. Me temo que vamos a tener que irnos ya.
Kirsten tomó el bolso que había colgado del respaldo de su silla y se preparó para irse del restaurante.
—No tienes que excusarte, Jeremy. Lo comprendo.
Le hizo un gesto al camarero para que se acercara a la mesa.
—Lo siento —le dijo al ver que tenía las cartas de postres en la mano—. No vamos a tomar nada más. ¿Podría traernos la cuenta, por favor?
—Sí, señor, enseguida se la traigo —repuso el camarero.
Cinco minutos más tarde, estaban los dos en su coche y de vuelta a casa de Kirsten.
—Siento mucho tener que terminar así la velada —le dijo él.
—No lo sientas, ya te he dicho que lo entiendo. Los pacientes son lo primero. Sólo espero que todo salga bien y ese pobre chico no pierda la pierna.
Lo mismo sentía él.
Paró el coche frente a la casa de Kirsten. Salieron y fueron andando hasta la puerta. Tenía que llamar a Jack cuanto antes, era muy importante que lo hiciera, pero no pudo evitar quedarse algún tiempo frente a esa puerta, tratando de decidir si iba a atreverse a besarla.
No sabía si le convenía tratar de tener algo con ella.
Había pasado una velada muy agradable con Kirsten, pero se había quedado con las ganas de conocerla mejor.
—Gracias por cena —le dijo Kirsten entonces—. El restaurante Bernardo’s fue una gran elección, me ha encantado.
—De nada, pero sigo debiéndote el postre.
—No, no me debes nada.
Kirsten lo miró a los ojos y sonrió.
—Además, todo estaba tan rico, que no habría podido terminarme el postre. Te lo aseguro —añadió ella.
Se quedaron unos segundos como estaban, mirándose a los ojos, esperando a que ocurriera algo. Se preguntó si, en otras circunstancias, Kirsten lo habría invitado a pasar a su casa.
Se dio cuenta de que no tenía sentido tratar de decidir si debía besarla o no. Sentía la urgencia de hacerlo y no pudo contenerse.
Colocó una mano en su mejilla. Era tan suave como había imaginado.
Vio que Kirsten levantaba hacia él la cara y entreabría los labios. No necesitó nada más.
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