E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

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mejor. Su exnovia no es una mujer muy maternal.

      Jeremy se preguntó si Kirsten lo sería, si podría llegar a ser la esposa de un hombre como él.

      Pero era imposible saberlo con los pocos datos que tenía. Después de todo, no la conocía de nada.

      —Si hubiera trabajado más durante mi adolescencia como canguro, ahora tendría la experiencia necesaria para estos casos y no me sentiría tan fuera de lugar, pero me temo que tanto mi hermano como yo somos muy inexpertos.

      —Estoy seguro de que lo estarán haciendo muy bien.

      —Bueno, gracias por el voto de confianza —le dijo Kirsten con una bonita sonrisa—. Debería habernos visto en el centro comercial el primer día. Lo único que nos dio su exnovia fue la silla para el coche, tuvimos que comprar todo lo demás y no sabíamos por dónde empezar.

      —Creo que el padre de Anthony tiene mucha suerte de tener una hermana como usted.

      —No lo sé…

      Vio que su sonrisa se iba apagando. Le dio la impresión de que Max no le había puesto las cosas demasiado fáciles a esa mujer, pero era sólo un presentimiento. Y él no solía dejarse llevar por ese tipo de sensaciones. Aunque eso mismo era lo que había hecho cuando la vio en el aparcamiento el día anterior.

      Se quedaron callados unos segundos, mirándose sin decir nada en el estrecho pasillo.

      Después, ella apartó la mirada e hizo un gesto hacia la puerta de la consulta.

      —Bueno, será mejor que entre para no perderme nada de lo que tiene que decirnos el pediatra —le dijo Kirsten.

      No quería dejar que se fuera sin más. Necesitaba su teléfono o alguna otra manera de ponerse en contacto con ella. Metió la mano en el bolsillo de su bata blanca y sacó una de sus tarjetas de visita. Por la parte de atrás, anotó el número de su teléfono móvil.

      —Si necesitan cualquier cosa, llámenme —le dijo mientras le entregaba la tarjeta—. Como sabe, no soy pediatra, pero intentaré contestar cualquier duda que su hermano y usted puedan tener.

      Kirsten tomó la tarjeta y le dedicó otra de sus maravillosas sonrisas. La luz que había en sus ojos y el hoyuelo que se formó en su mejilla consiguieron dejarlo sin respiración un par de segundos.

      —Gracias, doctor Fortune. Se lo agradezco muchísimo, pero intentaré no molestarlo.

      —No sería ninguna molestia, se lo aseguro. Y llámeme Jeremy —le pidió él.

      Kirsten se llevó la mano al colgante en forma de corazón que adornaba su escote. Inclinó la cabeza a un lado, como si estuviera reflexionando sobre lo que acababa de decirle. Creía que también ella estaría dándose cuenta de que había algo entre los dos.

      Eso era al menos lo que creía él.

      —Entonces, ¿no estás casada? —le preguntó él de repente.

      —No, no lo estoy.

      No pudo evitar sonreír. Se dio cuenta de que no era el momento más adecuado para invitarla a cenar, pero no pudo evitar preguntarse si no estaría ella pensando en lo mismo.

      Le daba la impresión de que la atracción era mutua. Aunque, en su caso, su obsesión se había visto acentuada por el vívido sueño que había tenido un par de noches antes.

      Era de naturaleza racional y lógica, y sabía que el sueño no era ningún mensaje de su subconsciente ni ninguna profecía, pero no iba a perder la oportunidad de volver a verla y conocerla un poco mejor.

      De haber tenido su teléfono, la habría llamado al día siguiente con cualquier excusa, como la de preguntarle por la visita con el pediatra. Y podría haber aprovechado la ocasión para invitarla a cenar, pero no tenía su teléfono y le parecía demasiado osado pedírselo.

      Decidió que era mejor así. Creía que si su sueño era algo más que un sueño, si la atracción que sentía por ella iba a convertirse en algo más importante, sería entonces Kirsten la que lo llamaría.

      Hasta entonces, no le quedaba más remedio que esperar.

      Capítulo 3

      MIENTRAS Max se acercaba a la farmacia para comprar las vitaminas y una pomada que les había recetado el pediatra, Kirsten se quedó en el coche. El bebé estaba sentado en su silla completamente dormido.

      Había sido un gran alivio saber que el niño estaba completamente sano. Estaba mucho más tranquila, pero no podía dejar de pensar en el doctor Fortune y en lo amable que había sido con ella. Sonrió al recordar la conversación que había tenido con él en el pasillo. Le había pedido que lo llamara por su nombre de pila, Jeremy. Parecía estar especialmente interesado en ella, ésa era al menos la impresión que le había dado.

      Lo había deducido por la manera en que la miraba. Le había dado la impresión de que tenían una conexión especial y le afectaba mucho estar cerca de él.

      Abrió el bolso y sacó la tarjeta de visita que le había dado. Le había sorprendido que lo hiciera, pero estaba encantada.

      Se imaginó que no era demasiado común que un médico se dedicara a dar su número personal a las primeras de cambio.

      Giró la tarjeta para mirar lo que había escrito. Su letra era firme y legible. Debía de ser uno de los pocos médicos que escribía de manera tan clara.

      Le había dado permiso para que lo llamara si necesitaba ayuda o si tenía alguna duda, pero no sabía si debía hacerlo.

      Se dio cuenta de que podía llamarlo con la excusa de comentarle lo que el pediatra les había dicho. Así, se aseguraba además de que él pudiera grabar su número de teléfono en el móvil si lo deseaba.

      Se quedó pensativa unos segundos. Después, sacó con decisión el teléfono y marcó el número que le había dado.

      Jeremy no tardó en contestar.

      —¿Diga?

      Se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de colgar el teléfono, pero se dio cuenta de que tenía que terminar lo que había empezado.

      —¿Doctor Fortune? Soy Kirsten Allen. Sólo quería comentarte lo que nos ha dicho el pediatra. El doctor Kragen cree que Anthony está muy bien.

      —Estupendo, me alegra saberlo.

      —A mí me había preocupado no tener la historia médica del pequeño, pero el doctor ha encargado un análisis de sangre para que podamos saber si ya ha recibido alguna vacuna. Supongo que ahora tengo una preocupación menos.

      —Jim es uno de los mejores pediatras del condado, así que estáis en buenas manos. Tiene una consulta privada, pero trabaja en la clínica de Red Rock una vez al mes.

      Kirsten se mordió pensativa el labio. No sabía qué más podía decirle, pero no le apetecía tener que colgar tan pronto.

      —Bueno, sólo quería darte las gracias de nuevo… —le dijo ella entonces—. Has sido muy amable conmigo… Con nosotros.

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