E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

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antes —le dijo Max—. Es mi vida, Kirsten. Tienes que dejar de intervenir.

      —No era eso lo que pretendía. Estaba preocupada por su salud y… La verdad es que tienes razón. No debería haberlo llevado sin decírtelo. No estuvo bien y lo siento mucho.

      —¿Cuándo vas a dejar de comportarte de esta manera, Kirsten? Has estado tratándome como si fueras mi madre durante años y nunca me ha gustado. Ahora estás haciendo lo mismo con Anthony. Si tanto deseas cuidar de un bebé, ¿por qué no tienes uno propio?

      Levantó las cejas ofendida al oír sus duras palabras, pero sabía que tenía razón. Aunque no había pasado mucho tiempo con niños, siempre había deseado convertirse algún día en madre y tener su propia familia. Pero no era ésa la razón por la que había tratado siempre de cuidar de su hermano e intentar que se convirtiera en un adulto responsable y feliz.

      No había sido su intención no permitir que creciera y siguiera siendo una especie de niño grande. Tampoco creía tener la necesidad de tener siempre a alguien al que cuidar.

      —Eres la única familia que me queda, Max. Y siento la responsabilidad de asegurarme de que eres feliz y puedes valerte por ti mismo.

      —Soy perfectamente capaz de cuidar de mí mismo. Ya sabes que lo del trabajo no ha sido culpa mía, lo único que necesito es encontrar otro empleo —repuso Max mientras se pasaba nervioso las manos por el pelo—. Eres mi hermana mayor y lo entiendo. Pero estoy harto de que me digas siempre lo que tengo que hacer, cómo he de sentirme y lo que debo decir. Es mi vida y quiero ser capaz de tomar mis propias decisiones, aunque sean las equivocadas.

      Abrió la boca para protestar, pero Max siguió hablando.

      —He estado viviendo por mi cuenta durante dos años, tenía un trabajo con el que pagaba el alquiler y era completamente independiente. No sabes lo duro que es para mí tener que vivir contigo de nuevo y tener que aceptar esta situación. Créeme si te digo que mi prioridad ahora mismo es encontrar un empleo y salir de aquí cuanto antes.

      Creía que, en realidad, también sería bueno para ella no tener a su hermano en casa. Tenía que permitir que volara solo.

      —Lo siento —repitió ella—. Sólo quería ayudar, pero sé que tienes razón. Anthony es tu hijo y tu responsabilidad. Intentaré mantenerme al margen.

      Le dio la impresión de que estaba un poco más calmado y decidió aprovechar la ocasión para decirle todo lo que tenía en su mente.

      —Lo estoy intentando, Max. De verdad, créeme. Sé que ya no eres un niño y debo confiar en tus decisiones. Estoy segura de que serás un buen padre y que sólo quieres lo mejor para tu hijo. Pero vas a tener que ser paciente conmigo. Llevo muchos años tratándote de la misma manera y no es fácil cambiar.

      —Sigo sin poder creerme que lo llevaras a la clínica sin mi permiso. ¿Qué les dijiste? ¿Que era tu hijo?

      —No, nunca los habría mentido. Pero la verdad es que llegué a la clínica sin pensar en lo que iba a decirles.

      Max hizo una mueca al oír sus palabras, como si le costara creerla.

      —Puedo seguir disculpándome o excusando mi comportamiento durante todo el día, pero no voy a hacerlo. Eres el padre de Anthony y tienes razón, me he pasado de la raya. De ahora en adelante, voy a dejar de hacerlo y permitir que hagas tu vida. Es verdad que tienes derecho a tomar tus propias decisiones, ya sean las correctas o no.

      Max se quedó callado mientras terminaban el desayuno. Estaba segura de que no permitiría que lo acompañara a la clínica. Pero, afortunadamente, no fue así.

      —Muy bien, Kirsten. No me gusta tener que admitirlo, pero la verdad es que te necesito. A lo mejor es por eso por lo que me he enfadado tanto —le confesó Max con un suspiro—. La verdad es que me encantaría que vinieras conmigo a la clínica para escuchar todo lo que nos cuente el pediatra, pero no quiero que seas mi portavoz. ¿De acuerdo?

      Una parte de ella habría preferido mantenerse completamente al margen y dejar que Max se encargara de todo, pero sabía que era demasiado. Desde que apareciera Courtney un par de días antes y le dijera a Max que era el padre de Anthony, había sido muy duro adaptarse a la nueva situación, pensar en todo lo que iba a necesitar el bebé y cuidar de él con la poca experiencia que tenían los dos. Se dio cuenta de que era demasiado para una sola persona.

      Aunque había sido muy difícil, le había encantado la sensación de formar de nuevo un equipo con su hermano, algo que no había sentido durante muchos años. Por eso había tenido la sensación de que iban a poder superar sus problemas del pasado y llegar a convertirse en una familia de verdad, como habían sido antes de que su padre los abandonara y antes de que muriera su madre.

      Con errores y aciertos, frustraciones y sonrisas, Max y ella habían aprendido a marchas forzadas cómo cuidar de Anthony. Creía que la llegada del bebé, aunque hubiera sido una sorpresa con la que no contaban, iba a ser un regalo para todos, una oportunidad para cambiar.

      —De acuerdo —le dijo entonces ella—. Trato hecho.

      Una hora más tarde, estaban en la clínica. La recepcionista, una mujer mayor y algo regordeta, los recibió. Según la chapa identificativa que llevaba prendida de su uniforme, se llamaba Millie.

      —Siéntense —les dijo la mujer—. No tardarán mucho en atenderlos. Hoy ha venido más temprano y no tendrá que esperar tanto como ayer. Las tardes son mucho más complicadas.

      Max la miró de reojo y con el ceño fruncido. Ella decidió no decir nada. Ya se había disculpado por llevar al niño a la clínica sin el permiso de su padre, no pensaba volver a hacerlo. Se había equivocado, pero no podía hacer nada para cambiar el pasado. Creía que era mejor olvidarlo.

      Se sentaron a esperar en la salita. Max sostenía al bebé en su regazo y ella tomó una de las revistas que tenían en la mesa para entretenerse. La hojeó con poco interés. Estaba preocupada, pensando que quizás habría sido mejor que no acompañara a su hermano y hubiera permitido que se ocupara él solo de Anthony. Por otro lado, le parecía imposible que su hermano pudiera ir a entrevistas de trabajo y encontrar un empleo si no se quedaba ella con el niño. No podía echarlos de su piso.

      Aun así, estaba decidida a mejorar su actitud y mantenerse al margen.

      Lo que no sabía era cómo podría cuidar del pequeño y animar a su hermano para que encontrara un trabajo sin que éste se lo tomara como una forma de controlarlo.

      Miró a Max de reojo. Observaba a su hijo con una tierna expresión, pero se dio cuenta de que no parecía cómodo con él en su regazo, no estaba acostumbrado. Era normal.

      Aunque su existencia había sido toda una sorpresa, cualquiera que lo viera podía darse cuenta de que empezaba a sentir algo por Anthony. Le gustó mucho verlo así.

      Se abrió la puerta de la sala de espera y entró una enfermera. Llamó a una mujer que había estado esperando con ellos y las dos salieron hacia las consultas de los médicos. No pudo evitar alargar el cuello para tratar de ver el pasillo desde allí. Se imaginó que el atractivo cirujano ortopédico que había conocido el día anterior no estaría muy lejos.

      Lo que no tenía muy claro era lo que podría hacer si conseguía volver a verlo.

      Pensaba que a un hombre como él le interesarían las mujeres sofisticadas y elegantes, con carreras profesionales

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