Amor entre viñedos - Un brote de esperanza. Kate Hardy

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Amor entre viñedos - Un brote de esperanza - Kate Hardy Ómnibus Deseo

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respiró hondo y siguió hablando.

      –Cuando no estaban en un escenario, estaban practicando y no se les podía molestar. Mi madre practicaba tanto que a veces le sangraban los dedos. Y cada vez que yo me empezaba a acostumbrar a un lugar, nos íbamos otra vez.

      Xavier comprendió lo que le pretendía decir.

      –Y cuando te estableciste en Londres, no quisiste volver a Francia. Habías encontrado tu hogar. Habías echado raíces.

      Ella asintió.

      –Exactamente. Y podía hacer lo que quisiera con mi vida. No tenía a nadie que me presionara y me arrastrara a intereses que no eran los míos, por buenas que fueran sus intenciones –dijo Allegra–. Gracias por comprenderlo.

      Xavier suspiró.

      –Bueno, aún no lo entiendo del todo… –le confesó–. Siempre pensé que, para ti, la familia era lo primero.

      –Y lo era. Pero yo tenía otros motivos para no volver a Francia.

      –¿Yo?

      –Sí, tú.

      Xavier se alegró de que mencionara el asunto. Al menos, ya no tendrían que fingir que no pasaba nada.

      –Pero has vuelto ahora…

      –Porque pensaba que no estarías aquí.

      Él frunció el ceño.

      –¿Cómo es posible? He sido el socio de Harry desde la muerte de mi padre. Lo sabías.

      Ella sacudió la cabeza.

      –No sabía nada. Harry y yo no hablábamos nunca de ti.

      Xavier entrecerró los ojos. ¿Estaba insinuando que Harry y ella habían discutido por él y que, tras hacer las paces, habían decidido no hablar de ello?

      –¿Qué estás haciendo aquí, Allegra? ¿Por qué has vuelto precisamente ahora?

      –Porque se lo debo a Harry. Y no me vuelvas a recordar que no asistí a su entierro –le advirtió–. No fue culpa mía. Además, ya me siento bastante culpable.

      –No tenía intención de recordártelo –dijo Xavier con tranquilidad–. No tengo derecho a juzgarte por lo que pasó… Pero, además de ser mi socio, Harry era amigo mío. Y creo que merecía algo mejor.

      Ella se ruborizó un poco.

      –Yo también lo creo.

      –¿Qué pudo pasar que fuera tan urgente? Dijiste que estabas de viaje de negocios… ¿No pudiste retrasar tus compromisos?

      –Lo intenté, pero el cliente se negó a cambiar la fecha de nuestra reunión.

      –¿Y no te podían sustituir?

      Ella soltó un suspiro.

      –Según mi jefe, no –dijo–. Hice lo posible por acelerar las cosas, pero terminé tarde y perdí el avión.

      Xavier la miró con desconfianza.

      –No me digas que no había otro vuelo…

      – Estuve una hora en el aeropuerto, intentando encontrar una combinación que me llevara a Francia a tiempo de asistir al entierro de Harry, pero no la había.

      –¿Y tus padres? Tampoco se presentaron –le recordó.

      Ella se encogió de hombros.

      –Estaban en Tokio y no podían asistir porque habrían tenido que suspender un concierto. Ya sabes cómo son…

      –Sí, ya lo sé.

      Allegra lo miró con intensidad.

      –Si vas a decir que soy como ellos, ahórratelo. Es verdad; puse los negocios por delante de la familia. No debería haber sido así.

      –Bueno, al menos admites que cometiste un error.

      Ella no dijo nada.

      –¿Y qué vamos a hacer ahora? –continuó él.

      –¿Confiabas en el buen juicio de Harry?

      Xavier inclinó la cabeza.

      –Sí.

      –Pues es evidente que Harry confiaba en mí. De lo contrario, no me habría dejado su parte de los viñedos.

      –Comprendo. Me estás pidiendo que yo también confíe en ti.

      –En efecto.

      Él se pasó una mano por el pelo.

      –Allegra… ¿Qué sabes tú de viñedos?

      –¿Ahora mismo? Muy poco, por no decir nada –admitió–. Pero aprendo deprisa. Estudiaré y trabajaré lo necesario para poder ser útil.

      –¿Y hasta entonces?

      –Intentaré ser útil en otras facetas del negocio.

      –¿Como por ejemplo…?

      –Ya te lo dije ayer. El marketing. Fui jefa del departamento creativo de la agencia donde trabajaba. Soy capaz de organizar una campaña publicitaria con cualquier presupuesto. Pero necesitaré más información… ya sabes, para saber cómo van las cosas y dónde se puede marcar la diferencia.

      –¿Qué tipo de información?

      –Para empezar, los planes a cinco años vista. Tengo que saber qué producimos, cuánto producimos, a quién vendemos y cómo distribuimos los vinos.

      –Ya veo…

      –También tengo saber quién compite con nosotros y qué producen… Ah, y qué clase de campañas de publicidad has hecho en el pasado. Sé que tenemos una página web, pero necesito compararla con las páginas de la competencia –explicó–. Cuando estudie la situación, te daré un análisis general y mis recomendaciones al respecto.

      –Oportunidades, amenazas, puntos débiles, puntos fuertes… –dijo él, mirándola a los ojos–. ¿Crees que no conozco mi propio negocio?

      Ella se sintió derrotada y él se dio cuenta. Pero también se dio cuenta de algo más importante: que, bajo su apariencia segura y profesional, se encontraba una mujer vulnerable, terriblemente frágil.

      Si la presionaba en ese momento, se rompería y le vendería su parte de los viñedos.

      Sin embargo, sabía que más tarde se odiaría a sí mismo. De repente, sentía la necesidad de protegerla. ¿Cómo era posible? Aquella mujer le había partido el corazón. No debía protegerla. Debía protegerse de ella.

      –¿Me estás diciendo que tienes intención de dirigir tu parte de los viñedos

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