E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery Pack

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      Ethan la miró.

      –¿Por eso has venido a la oficina? Hace como veinte años que murió.

      –No es eso por lo que he venido, pero estaba pensando en ella. Fue maravillosa conmigo. ¿Te acuerdas de ella?

      –Claro. Cuando nos quedábamos a dormir con ella podíamos estar levantados hasta la hora que quisiéramos y podíamos ver lo que quisiéramos por la tele. Yo siempre elegía alguna peli de miedo de las que tú no me dejarías ver, y me asustaba tanto que luego no podía dormir. Después me metía en la cama con ella y el abuelo y ella me cantaban hasta que se me pasaba el miedo.

      Denise sonrió.

      –Eso es muy propio de ella.

      –Pero no es la razón por la que estás aquí.

      –No. No sé qué hacer con Tucker Janack y necesito tu consejo –nada de lo que dijo era cierto; sabía muy bien qué hacer con Tucker, pero eso no se lo dijo a Ethan. Mejor dejarle sacar sus propias conclusiones.

      Ethan frunció el ceño.

      –¿Sobre qué? Nevada va a trabajar para él, me ha dicho que iba a aceptar el trabajo.

      –Lo sé y me alegro. Es solo que... –respiró hondo–. Tienen un pasado juntos. ¿Te acuerdas de cuando Nevada fue a la universidad y le pediste que buscara a Tucker?

      –Claro. Pensé que era bueno que lo conociera por si pasaba algo o necesitaba algún consejo sobre la universidad. Ingeniería es muy difícil y él ya había pasado por ello.

      –Sí que fue a verlo y se hicieron amigos. Y entonces... –sacudió una mano–. Bueno, da igual. No debería hablar esto contigo.

      –Pues ya es demasiado tarde. ¿Qué pasó?

      –Él se emborrachó y se acostaron. Tucker tenía una relación con otra persona, pero acababan de romper. Se aprovechó de Nevada y después volvió con su novia. Nevada se quedó hundida, por supuesto. Me pongo enferma solo de pensarlo. Ese hombre y mi pequeña.

      Lo cierto era que a Denise no le hacía ninguna gracia lo que había pasado y sí que quería ver a Tucker castigado. Por otro lado, creía que a veces los hijos tenían que aprender de sus errores y asumir las consecuencias, pero Tucker había ido demasiado lejos.

      Ethan asintió.

      –Me ocuparé de ello, mamá. No te preocupes.

      –Sabía que podía contar contigo. Siempre has estado a mi lado y al lado de toda la familia.

      Se levantó y Ethan hizo lo mismo para acompañarla hasta la puerta.

      –No te preocupes –repitió y la besó.

      –Gracias.

      Aliviada y, en absoluto, sintiéndose culpable, Denise salió del despacho. Habría quien no aceptara lo que había hecho, pero no le importaba. ¡Nadie se metía con su familia!

      Jo Trellis miraba las cajas apiladas en la parte trasera de su todoterreno, preguntándose si tal vez se habría dejado llevar demasiado. Suponía que parte del problema era que estaba emocionada con la idea de que sus amigas fueran a tener bebés y que ella podría ver a esos niños crecer. No tenía hijos y tampoco era probable que fuera a tenerlos, así que viviría la experiencia indirectamente a través de sus amigas y sería «la tía Jo» para la nueva generación de Fool’s Gold.

      En cuestión de meses, la hija de Charity estaría gateando y unos meses después, los gemelos de Pia se unirían a ella. La hija de Dakota ya tenía casi nueve meses y Dakota estaba embarazada de su segundo hijo, lo cual explicaba la cantidad de juguetes que Jo había comprado.

      Ya había decidido que la esquina del fondo de la sala principal del local sería la zona de juegos. Ethan había enviado a uno de sus chicos allí para instalar paneles movibles. Había comprado vallas de protección infantil para evitar que los niños salieran de la zona y que los clientes entraran en ella. Con un poco de remodelación, podría colocar mesas junto a la zona de juegos para que sus madres pudieran verlos mientras los niños jugaban y, así, todos contentos.

      Levantó la caja más pequeña y la llevó dentro sin problema, aunque la caja con la cocina de juguete sí que iba a resultar complicada.

      –¿Necesitas ayuda?

      Miró hacia atrás y vio a un hombre alto yendo hacia ella. Cojeaba levemente, pero tenía unos brazos y unos hombros fuertes. Su cabello rubio rojizo tenía el largo justo y sus oscuros ojos azules se iluminaron con diversión.

      –¡Pero si esa caja es casi tan grande como tú!

      Su primer instinto fue decirle que estaba bien, ya que seguía la política de no mantener conversación con hombres extraños. En realidad, habría dicho «con todos los hombres», pero eso no era una opción teniendo en cuenta su trabajo. Por eso había aprendido a ser amable sin dejar que nadie sobrepasara los límites. Por otro lado, llevaba en Fool’s Gold el tiempo suficiente como para saber que la vida se basaba en la comunidad y, a lo largo de los años, había aprendido a confiar en la gente y, sobre todo, en sí misma.

      El hombre se detuvo junto a su coche.

      –Will Falk.

      –Jo Trellis –se fijó en sus vaqueros desgastados y su camisa de batista–. Estás con Construcciones Janack.

      –Ese soy yo –agarró la caja grande y la levantó con facilidad.

      Ella recordó lo mucho que le había costado meterla en el coche y tuvo que aceptar la realidad: que los hombres, por naturaleza, tenían más fuerza física que las mujeres.

      –¿Dónde quieres que lo ponga?

      Ella lo guió a través del almacén y hasta llegar a la sala principal del bar. Señaló la esquina que había despejado.

      –Allí.

      Will dejó la caja y se puso derecho.

      –¿Juguetes de niños en un bar?

      –Muchas de mis clientas van a tener bebés o ya los tienen.

      –¿Y los traen al bar? –parecía impactado.

      Ella sonrió.

      –Aquí la gente viene a comer y a relacionarse más que a emborracharse. Guardaré los juguetes antes de que lleguen los clientes de la noche. No te preocupes. Nadie de Fool’s Gold va a corromper a los niños.

      Pero Will no estaba escuchando, sino que estaba girando sobre sí mismo lentamente mientras se fijaba en las paredes color malva, en las grandes pantallas de televisión emitiendo una maratón de Súper Modelo, y en las cómodas sillas con respaldo y ganchos para colgar los bolsos que recorrían la barra.

      –¿Qué es este lugar?

      –Es un bar.

      –He estado en muchos bares.

      –Los hombres tenéis una sala en la parte trasera.

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