E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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—Simplemente, no me interesa. ¿Por qué buscar por ahí cuando tienes lo mejor del mundo esperándote en casa?
«El fervor del recién converso», pensó Tucker. Ya lo había visto antes, los tipos recién casados o recién enamorados querían que todos los demás tuvieran lo que ellos tenían. El problema era que no veían que el amor los haría a todos volverse idiotas hasta que fuera demasiado tarde. Cat se lo había hecho a él y las mujeres de su padre se lo habían hecho a su progenitor de manera regular. Por todo ello, él ya había aprendido la lección.
Con la diferencia de que ahora, mientras hablaba con Ethan, sentía algo que podía acercarse un poco a la envidia. Echar raíces y sentar cabeza podría estar bien, tener un lugar al que llamar «hogar» y a alguien que estuviera esperándote.
«De ninguna manera», se recordó. Eso ya lo había intentado una vez y Cat casi lo había destruido. Y no por nada que hubiera hecho, sino por cómo él había reaccionado ante ella. Había permitido que se convirtiera en su todo y había sido poco más que su esclavo. Para cuando había logrado escapar, apenas se reconocía a sí mismo. No. El amor era para los idiotas que no habían aprendido la lección.
—¿Cuánto tiempo vas a estar por aquí? ¿Un año?
—Más o menos. No me quedaré hasta que finalicen las obras, pero querré asegurarme de que lo principal está en su sitio.
—¿Habías pasado una buena temporada en un pueblo pequeño alguna vez?
—No.
Ethan se rio.
—Pues prepárate. No es lo que crees. Dentro de un mes, todo el mundo sabrá quién eres, qué haces durante el día y con quién. No podrás dar un paso sin toparte con alguien que conozcas. Mantente alejado de las mujeres de por aquí. Te comerán vivo... y no en el buen sentido.
—Suena peor que realizar obras de construcción en una selva tropical. ¿Por qué sigues aquí entonces?
—Porque no hay ningún otro lugar donde me gustaría estar. Crecí aquí. Es el lugar al que pertenezco. Quiero conocer a mis vecinos y saber cuándo un amigo tiene problemas. Ellos me tienen a mí y yo los tengo a ellos.
—No puedo imaginarme lo que es eso —admitió Tucker.
—Ya lo verás. Pero asegúrate de venir al centro del pueblo todos los fines de semana. Fool’s Gold es famoso por sus muchos festivales, se celebran con regularidad. La comida siempre es buena y cuando llega el invierno podemos subir a la montaña y esquiar.
—Eso me gustaría. Hace años que no esquío.
—Bien. Si crees que puedes soportarlo, te invitaremos a cenar. ¿O te parece una escena demasiado hogareña?
—Podré sobrevivir unas horas.
Ethan sonrió.
—Incluso podríamos invitar a un par de solteras del pueblo para que se peleen por ti.
—Me has dicho que me mantenga alejado de las mujeres.
—Pero tal vez quieras un desafío. Siempre que no sea mi hermana...
Tucker pensó en Nevada.
—Manos quietas. Te doy mi palabra.
—Más te vale.
Dio un trago de cerveza. Treinta minutos antes, habría pensado en Nevada como una tentación, pero ahora no tanto. Aunque seguía encontrándola atractiva e intrigante, ya había sobrepasado los límites en una ocasión y no era ningún cretino. Sabía cuándo mantenerse al margen y, con ella, lo haría desde ya.
Nevada estaba tan emocionada que, a pesar de no haber dormido, no necesitó un café para estar completamente espabilada en su primer día de trabajo. Llegó a la obra casi una hora antes de lo previsto y estuvo en el tráiler principal abriendo y cerrando los cajones vacíos de su nuevo escritorio y repasando la agenda de la semana.
Lo primero que tenía que hacer era llevar el equipo al lugar de la obra y empezar a limpiar el terreno. Una parte de esa labor incluiría la voladura de una sección de la colina este. Hojeó los formularios y documentación requeridos por el Ayuntamiento, por el condado y por el estado. Vio que había que notificar al Departamento de Bomberos de Fool’s Gold sobre la voladura y que un miembro del departamento tenía que estar presente en la zona. Al menos eso era algo en lo que podía ayudar porque conocía a todos los bomberos.
Una vez la tierra estuviera despejada, comenzaría la instalación de cañerías. Agua dentro, alcantarillas fuera. Gracias a unas planificaciones a largo plazo que había realizado el pueblo hacía unos cincuenta años, el resort podría conectarse con el alcantarillado y sistema de aguas ya instalados, lo que supondría un enorme ahorro de dinero y esfuerzos para Construcciones Janack. El aspecto negativo era que para ello necesitaban muchas más autorizaciones, pero merecía la pena.
Había empezado a leer un estudio sobre el impacto medioambiental de las obras cuando oyó pisadas. Will Falk entró.
—Alguien ha sido muy madrugadora —dijo antes de dar un largo trago de café.
—Es mi primer día, no he podido evitarlo.
—El entusiasmo es algo bueno. Me hace sentir viejo, pero sigue siendo bueno aun así —sostuvo la puerta—. Vamos, te presentaré a los chicos con los que vas a trabajar.
Se levantó, agarró su casco y lo siguió afuera.
Mientras había estado familiarizándose con el proyecto, un puñado de obreros habían llegado a la obra y ahora varias camionetas ocupaban la zona contigua al tráiler. Todos esos hombres estaban juntos y vestían vaqueros, botas y camisetas. A medida que se acercaban, se quedaron en silencio observándola. Ella mantuvo la cabeza bien alta y los hombros echados hacia atrás. «Proyecta seguridad en ti misma», se dijo. Nadie tenía por qué darse cuenta de las mariposas que parecían estar haciendo kickboxing en su estómago.
—Buenos días —dijo Will—. Me gustaría que conocierais a nuestra nueva directora de obra, Nevada Hendrix. Es de aquí, así que si tenéis algún problema en el pueblo, tenéis que recurrir a ella. Si dais algún problema en el pueblo, ella os pateará el trasero —la miró—. ¿Te parece bien?
—Puedo patear traseros —respondió con firmeza.
La edad de los obreros oscilaba entre los veinte y los cuarenta y muchos. Los veteranos eran los primeros a los que se tenía que ganar, pensó, porque les importaría menos que ella fuera mujer y estarían más interesados en sus aptitudes. Los más jóvenes tendrían el inconveniente de unos egos más altos.
Will hizo las presentaciones, ella les estrechó la mano a todos e hizo lo posible por recordar sus nombres. Le llevaría un poco más de tiempo conocer sus personalidades, pero disponía de ese tiempo.
El equipo de topografía llegaría en una hora y Will propuso a los chicos que echaran una mano con eso. Ella se mostró de acuerdo y puso a los demás a trabajar en el desmonte del terreno. Durante un segundo, miró con envidia la maquinaria, pero supo que tenía mucho tiempo para poder usar la excavadora.
La mañana pasó volando y Nevada solo dejó de trabajar el tiempo necesario para