E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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–Ya veo –dijo lentamente.
Ella se rio.
–Si vas a estar aquí un tiempo, tendrás que acostumbrarte a esto.
Jo volvió al coche y él la siguió.
–No me malinterpretes. Me gustan las mujeres. Nunca había estado en un bar dirigido especialmente a ellas, pero me parece muy bien.
A Jo se le pasó por la cabeza advertirlo de que, aunque hubiera muchas mujeres por allí, eso no significaba que él lo fuera a tener más fácil para ligarse a alguna. La mayoría de sus clientas iban allí para estar un rato con sus amigas y charlar de sus problemas. No les preocupaba conocer a hombres, pero eso ya lo descubriría por él mismo.
Will la ayudó a llevar el resto de las cajas y, justo cuando Jo estaba a punto de darle las gracias y sugerirle que ya se podía ir, comenzó a abrirlas.
–Eres director de obra, ¿verdad?
Él se rio.
–¿Por qué?
–Porque estás tomando el mando.
–¿Quieres que lo deje?
–Te agradezco la ayuda –admitió ella, consciente de que no le daría tiempo a desembalarlo todo antes de que llegaran los clientes a la hora del almuerzo.
–Y yo me alegro de poder dártela –sacó una nevera de plástico de vivos colores–. Qué mona.
–Me ha parecido graciosa.
Después sacó el horno en miniatura.
–¿Cuánto llevas viviendo aquí?
–Desde hace unos años. Es un buen sitio, la gente es muy amable –gente que la había aceptado sin hacer muchas preguntas. Sabía que sentían curiosidad, pero nadie la presionó y ella lo agradeció.
–Bien. Nosotros vamos a estar aquí un par de años con el nuevo proyecto. Un lugar como este es mejor que la construcción de un puente en mitad de África. Me encanta estar al aire libre como al que más, pero de vez en cuando también me apetece poder tomarme una hamburguesa.
–¿Te mueves mucho?
–Eso va con la profesión. Construcciones Janack es una multinacional y llevo trabajando con ellos desde que me gradué en el instituto. Conozco a Tucker desde que era un crío –se puso con la siguiente caja, que contenía un triciclo–. Y ahora él es el que está al mando de lo que vamos a hacer aquí. ¡Cómo pasa el tiempo!
Jo supuso que Will tendría cuarenta y pocos años.
–¿Y qué piensa tu familia sobre que pases tanto tiempo fuera? –lanzó la pregunta sin pensar, pero en cuanto las palabras salieron de su boca, se dio cuenta de cómo podían interpretarse.
Will se puso derecho y la miró.
–Solo estoy yo.
Ella asintió y desvió la mirada. Un nerviosismo algo familiar la recorrió y en cuanto reconoció esa sensación, quiso alzar las manos y formar una «T» con ellas, como para pedir tiempo muerto.
«¡No!», se dijo rotundamente. Nada de sonreír, ni de charlas, ni de encariñarse. Ya había pasado por todo eso y solo la había conducido al desastre por el que ahora seguía pagando. Las relaciones eran peligrosas y, para algunas personas, incluso letales.
–Eso hará que viajar sea más sencillo –dijo dando un paso atrás–. Te agradezco tu ayuda, pero ahora si me disculpas, tengo que prepararme para abrir.
Se metió detrás de la barra y la larga extensión de madera la hizo sentirse un poco más segura. A veces algo tan sencillo como una barrera física ayudaba a recordarle que ahora tenía control sobre su propia vida.
Will terminó rápidamente de desembalar los juguetes. Partió las cajas, las metió en la más grande y la sacó al cubo de reciclaje. Después volvió y se situó junto a la barra.
–Gracias por tu ayuda.
–De nada. Estaba pensando que podría almorzar aquí.
Ese hombre la atraía y no podía negarlo. Tenía una mirada noble y hacía tiempo que había aprendido que esa virtud estaba infravalorada en las personas.
–Pareces un hombre encantador, pero la respuesta es «no».
Él enarcó una ceja.
–Estás dando mucho por hecho.
–Tal vez, pero no voy a cambiar de opinión.
Él seguía allí sin moverse, tan alto y con esa cordial actitud. Era muy agradable, pero nada más. Will Falk era un tipo amable. La había ayudado y ella estaba evitándolo, intentaba darle esquinazo. Tenía razones para ello, aunque él no lo sabía. Suspiró.
–No es nada personal, pero no salgo con hombres.
–¿Es que juegas con el otro equipo?
A pesar de la incómoda situación, Jo sonrió.
–No, no soy lesbiana.
Esperaba que él dijera que no tenían por qué salir juntos, que podría ser solo sexo, porque sabía que en el fondo una oferta de ese estilo la tentaría y es que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre.
La puerta se abrió y varias mujeres del Ayuntamiento entraron. Saludaron a Jo antes de sentarse en una mesa junto a la ventana. Al minuto llegaron doce clientes más, incluyendo a un par de hombres que no reconoció, pero que parecían venir de la obra. Saludaron a Will, pero se sentaron en un banco.
–Veo que estás ocupada. Ya seguiremos con esto más tarde.
–No hay necesidad de hacerlo.
–No estoy tan seguro.
La puerta volvió a abrirse y Ethan Hendrix entró. Miró a su alrededor y se acercó a la mesa donde se habían sentado los obreros. Uno de ellos se levantó. Antes de que Jo se diera cuenta de lo que estaba pasando, Ethan echó el brazo atrás y le lanzó un puñetazo en la mandíbula al hombre.
Jo miró el reloj. ¡Ni siquiera era mediodía! Todo apuntaba a que iba a ser un día muy largo.
Capítulo 4
Tucker se colocó la bolsa de hielo en la mandíbula mientras la dueña del bar, Jo había dicho Ethan que se llamaba, lo observaba con cautela.
–Ya he dicho que no voy a devolvérselo –dijo sabiendo que se había merecido ese puñetazo y alguno más.
–Perdóname si no te creo –le contestó ella antes de mirar a Ethan–. Y tú, hazlo otra vez y tendrás la entrada prohibida a este bar.
–No he roto nada.