E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery Pack

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los ojos rojos y un poco hinchados. A juzgar por las ojeras, supuso que había pasado una mala noche.

      –¿Resaca? –le preguntó en voz baja.

      –No quiero hablar de ello.

      ¿Había estado bebiendo por su culpa? Esperaba ser la causa de su malestar mañanero, aunque solo fuera porque eso demostraba que su encuentro la había causado tanto impacto como a él.

      –Sea lo que sea lo que estás pensando, para.

      –¿Por qué?

      –Tienes actitud de engreído y resulta irritante. Es más, deberías irte. ¿Por qué estás aquí? ¿Estás buscando a Ethan?

      –Estoy buscándote a ti.

      Ella se tocó la frente, como intentando borrarse el dolor.

      –Pues no sé por qué.

      –Seguro que sí.

      A pesar de las ojeras y de la lividez, seguía resultando atractiva. Le gustaba ver a Nevada con vaqueros y camiseta más que vestida formalmente para una entrevista. Con esa ropa se parecía más a la mujer que recordaba.

      –Quiero que lo repitamos... me refiero a la entrevista –añadió, por si ella se pensaba que se refería al sexo, aunque él no le diría que no a una oportunidad de demostrarle que no era tan malo en ese campo.

      –No me queda nada por decirte. Ya tienes mi curriculum, con eso basta.

      –Tienes razón. Basta. Quiero contratarte como directora de construcción.

      –Vete al infierno.

      –¿Es eso un «me lo pensaré»?

      –Es un «vete al infierno». No me interesa que jueguen conmigo.

      –¿Y por qué crees que estoy jugando contigo?

      –Solo estás ofreciéndome el puesto porque dije que eras pésimo en la cama.

      Él se estremeció.

      –Este proyecto tiene un valor de diez millones de dólares. ¿Crees que lo arriesgaría por mi ego? –se movió hacia ella–. Estás más que cualificada y eso es importante, pero como señalaste ayer, eres de la zona y sabes cómo se hacen las cosas por aquí. Puedes ayudarnos a evitar errores.

      Esa era una lección que había aprendido por las malas en más de una ocasión. Prestarle atención a las aparentemente tontas expectativas y costumbres de los lugareños podía suponer la diferencia entre llegar a tiempo con un proyecto sin salirse del presupuesto y que todo se viniera abajo.

      –Sé que te interesa. De lo contrario, no te habrías molestado en presentar la candidatura ni en ir a la entrevista.

      –Se suponía que hablaría con tu padre, no contigo –dijo bruscamente–. No quería volver a verte nunca.

      –Pues yo estoy al mando.

      –Exacto, y por eso lo mejor es que te marches ahora.

      Fue muy clara y, aunque a él no le gustó, no estaba dispuesto a suplicarle. Asintió y se marchó, aún algo confuso por lo que estaba pasando. Un momento después estaba cruzando el aparcamiento cuando una camioneta se detuvo a su lado.

      –¡Estás muy lejos del Amazonas! –le gritó una voz familiar.

      Tucker vio a Ethan salir de la camioneta y sonreír.

      –¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó Tucker.

      Ethan y él se estrecharon la mano y se dieron unas palmaditas en la espalda.

      –Dirijo este lugar –respondió Ethan señalando al cartel–. Aunque últimamente no estoy mucho por aquí, estoy con los aerogeneradores.

      Tucker sabía que su amigo se había introducido en la construcción de molinos; la energía eólica era un campo en constante crecimiento y el producto de Ethan era muy demandado.

      –Tengo unos cuantos nombres para ti –le dijo Ethan sacando un maletín del asiento del copiloto–. Son unos buenos tipos a los que querrás contratar. Un par de ellos trabajan para mí, pero les dejaré irse. Ahora que Nevada se marcha, habrá menos trabajo de construcción.

      –¿Se marcha? ¿Adónde?

      –A trabajar para ti –Ethan parecía sorprendido–. Sé que ha solicitado el puesto.

      –Sí, y acabó de ofrecérselo, pero lo ha rechazado.

      –No lo entiendo. Estaba emocionada con la oportunidad.

      –Y yo quería que se uniera a nosotros.

      Tenía que pasar algo más, pensó Tucker, no podía ser solo por el pasado. Suponiendo que lo que había dicho fuera verdad, que el tiempo que habían pasado juntos hubiera sido espantoso, ni siquiera eso era suficiente para rechazar trabajar con él. No era un cretino como jefe.

      –Estaba pensando en darle una cuadrilla de mis mejores hombres.

      Ethan frunció el ceño.

      –Deja que hable con ella.

      Tucker sacudió la cabeza.

      –No. O quiere el trabajo o no lo quiere. Tiene que ser su elección.

      –De acuerdo, pero no creas que esto significa que vas a estar en el pueblo y vas a poder evitarme. Quiero que vengas a cenar. Así podrás conocer a Liz y a los niños. Verás todo lo que te has perdido con tu nómada estilo de vida.

      –Me gusta mi nómada estilo de vida.

      –Eso es porque nunca fuiste tan listo como nosotros.

      Nevada hizo lo que pudo por ignorar el golpeteo que sentía dentro de su cabeza. Había tomado tantas aspirinas como eran seguras y se había hidratado lo suficiente como para regar quince acres de maíz, pero aún se sentía como si lo más inteligente hubiera sido pegarse un tiro esa misma mañana.

      Jo había intentado advertirla; había sido muy específica sobre las consecuencias de beber tanto, especialmente tratándose de una persona que solía limitarse a una sola copa. Pero, ¿la había escuchado? Por supuesto que no. Y ahora estaba pagando el precio con una jaqueca y un cuerpo al que le dolía todo menos las pestañas.

      –No me puedo creer que hayas rechazado el trabajo.

      Esas inesperadas palabras la hicieron sobresaltarse. Alzó la mirada y vio a su hermano de pie en la puerta de su despacho. Tucker sí que había ocupado bien ese espacio, pensó al recordar lo guapo que lo había visto y lo mucho que eso la había enfurecido.

      –No quiero hablar de ello –farfulló preguntándose cuándo el alcohol abandonaría su organismo de una vez por todas.

      –Pues vas a tener que hacerlo. Esto es lo que querías. Dijiste que querías un desafío, un reto, y Tucker está ofreciéndotelo. Cree que serías

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