El derecho contra el capital. Enrique González Rojo

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El derecho contra el capital - Enrique González Rojo Ensayo

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engañoso a un sistema erróneo.45

      Más adelante afirmaba:

      El sentido común, por ejemplo, indica que […] los artículos que no son de primera necesidad para la vida pueden ser abandonados a las especulaciones más ilimitadas del comerciante. La escasez momentánea que pueda sobrevenir siempre es un inconveniente soportable. Es suficiente que, en general, la libertad indefinida de ese negocio redunde en el mayor beneficio del estado y de los individuos. Pero la vida de los hombres no puede ser sometida a la misma suerte. No es indispensable que yo pueda comprar tejidos brillantes, pero es preciso que sea bastante rico para comprar pan para mí y para mis hijos. El comerciante puede guardar en sus almacenes, las mercancías que el lujo y la vanidad codician, hasta que encuentre el momento de venderlas al precio más alto posible. Pero ningún hombre tiene el derecho a amontonar el trigo al lado de su semejante que muere de hambre.46

      No obstante, la defensa de las restricciones a las grandes propiedades y al comercio de los bienes de subsistencia no respondía a una supuesta prioridad de lo colectivo sobre lo individual, sino a las circunstancias particulares de un mundo en el que la implementación de cierta visión de la libertad —entendida como libertad indefinida de comercio— y cierta concepción de la propiedad —entendida como propiedad ilimitada— terminaban perpetuando la dependencia material de buena parte de la población.47 Como Emmanuel Sieyès o Benjamin Constant, Robespierre defendía la libertad de los individuos y la igualdad de derechos sobre los privilegios minoritarios, pero, a diferencia de ellos, consideraba que la realización de estos ideales dependía de la capacidad de la sociedad para impedir que la subsistencia de los hombres estuviera supeditada a las necesidades de los grandes propietarios.

      Esto último implicaba asumir que, como la propiedad, la libertad o la seguridad, la existencia misma era un derecho imprescriptible, un derecho sin el cual todos los demás carecían de razón de ser:

      ¿Cuál es el primer objetivo de la sociedad? Es mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de estos derechos? El derecho a la existencia.

      La primera ley social es pues la que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios de existir. Todos los demás están supeditados a éste.48 La propiedad no ha sido garantizada para otra cosa que para cimentarlo. Se tienen propiedades, en primer lugar, para vivir. No es cierto que la propiedad pueda oponerse jamás a la subsistencia de los hombres.49

      Ahora bien, al sortear los obstáculos económicos que perpetuaban la dependencia material de los desposeídos, el derecho a la existencia también garantizaba su acceso a la esfera política. Así, el núcleo del proyecto jacobino-fraternal yacía en la correlación de ambos elementos: no se podía ser ciudadano libre con derechos políticos sin enfrentar las causas de la dependencia material, pero tampoco se podían enfrentar esas causas sin extender los derechos políticos a las clases desposeídas.

      La incorporación de la palabra fraternidad a los principios de libertad e igualdad intentaba evidenciar la distancia existente entre el proyecto popular republicano y la supuesta libertad (moderna) instaurada desde 1789. Una libertad que, como ya hemos dicho, les había sido otorgada a todos los ciudadanos por igual a pesar de clausurar el acceso a la vida política de un importante sector de los mismos. Para evidenciar esta circunstancia, Robespierre echó mano de una metáfora anclada en el mundo familiar:50 la relación de los pobres respecto a los propietarios podía compararse con la situación de heteronomía que vivían los hijos respecto a sus padres. Una verdadera revolución popular, por el contrario, debía procurar relaciones de isonomía parecidas a las existentes entre hermanos (en latín frater).

      De este modo, cuando a finales del siglo XVIII el jacobinismo radical hablaba sobre una República fraternal no hacía alusión a una utopía romántica, sino a una comunidad política capaz de incluir a las clases subalternas en el ámbito público cortando los lazos de su dependencia patriarcal.51 Ahora bien, la inclusión igualitaria de todos los ciudadanos en la esfera política —y con ella, la abolición de la división artificial entre una libertad de los antiguos y una libertad de los modernos— era la única vía por la cual la soberanía podía dejar de pertenecer a una minoría favorecida por su acceso a la propiedad para residir efectivamente en el pueblo en su conjunto. No era ninguna casualidad que en pleno periodo revolucionario la única corriente identificada con la democracia fuera el jacobinismo radical,52 pero tampoco que los participantes del movimiento democrático en la Inglaterra monárquica de principios del siglo XIX fueran considerados como una versión inglesa del jacobinismo.53

      Así, el proyecto fraternal de los jacobinos robespierristas era inseparable del principio democrático54 que hacía descansar la autoridad del gobierno en el pueblo.55 Sin embargo, este vínculo no se fundaba en una especie de prioridad de la voluntad popular sobre el orden institucional56 —como ha interpretado buena parte de la tradición liberal—,57 sino en la inclusión de quienes hasta entonces habían sido excluidos de la esfera política en condiciones de igualdad jurídica e independencia civil. Fraternidad y democracia eran, por tanto, principios inseparables entre sí y opuestos a la interpretación restrictiva de la modernidad política encumbrada por el naciente liberalismo.58

      II. Fraternidad en 1848

      En los años que siguieron al 9 de termidor, el recuerdo del jacobinismo radical quedó reducido a una sola palabra: Terror. Tuvieron que pasar más de tres décadas para que el proyecto republicano-fraternal comenzara a remontar59 los estigmas de la desprestigiada figura de Robespierre.60 Durante la Revolución de 1830 aparecieron cientos de asociaciones republicanas por toda Francia. Entre las más relevantes se encontraba la famosa Société des droits de l´homme et du citoyen, integrada por viejos jacobinos, jóvenes republicanos y trabajadores urbanos.61 Así, desde los albores de la década de 1830 el republicanismo de corte jacobino comenzó a entablar relaciones de afinidad con el incipiente movimiento obrero. Semejante vinculación se intensificaría ante los constantes embates represivos62 sufridos por los trabajadores a manos del gobierno monárquico de Luis Felipe.63

      En la antesala de la Revolución de 1848, la relación entre el neojacobinismo republicano y el movimiento obrero era tan estrecha que resultaba difícil distinguir a uno de otro. De hecho, buena parte de los principales referentes del movimiento obrero en esos años —gente como Blanqui, Blanc o Cabet— reivindicaban abiertamente la corriente democrática fraternal de la primera República.64 Desde luego, aquello que los ligaba a esta corriente no era una morbosa atracción por el Terror, sino la idea de que una verdadera República sólo era posible si se atendían las causas que perpetuaban la dependencia material de las grandes mayorías. De ahí que los republicanos radicales de 1840 no dudaran en criticar el despropósito de quienes osaban llamar libre65 a un régimen social que, además de no reconocer los derechos políticos del grueso de la población, mantenía a los trabajadores en una situación de miseria perpetua. Así, por ejemplo, Louis Blanc criticaba airadamente esa forma de libertad —defendida tanto por monárquicos liberales como por algunos republicanos moderados— que pasaba por alto las terribles condiciones materiales de los trabajadores:

      Oui, la liberté ! Voilà ce qui est à conquérir; mais la liberté vraie, la liberté pour tous, cette liberté qu´on chercherait en vain partout où ne se trouvent pas l´égalité et la fraternité […] La liberté de l´état sauvage n´était, en fait, qu´une abominable oppression, parce que elle se combinait avec l´inégalité de forces, parce qu´elle faisait de l´homme faible la victime de l´homme vigoureux […] Or, nous avons, dans le régime sociale actuel, au lieu de l´inégalité de forces musculaires, l´inégalité de moyens de développement; au lieu de la lutte corps à corps, la lutte de capitale à capitale […] au lieu de l´homme

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