Llegamos a Creer. Anonimo

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Llegamos a Creer - Anonimo

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      Sí, yo empecé con una fe ciega, pero los resultados son evidentes. Yo creía a aquellos que decían que habían sufrido del alcoholismo, y que ahora, gracias a A.A., estaban disfrutando de la sobriedad. Así que tenía la verdad delante de mis propios ojos. Al poco tiempo, mi propia experiencia me enseñó esta verdad. No solamente me vi liberado de la obsesión de beber; se me inculcó una auténtica pasión por vivir.

      Además, por repetición constante, A.A. me hizo darme cuenta de mi libertad de elección, y esta es la facultad humana de la fuerza de voluntad. Conforme ha pasado el tiempo en sobriedad, se me ha ofrecido y he aprovechado la oportunidad de conocer mejor a la humanidad al conocerme mejor a mí mismo. Ahora me doy cuenta de que cuando dije por primera vez en una reunión de A.A. “me llamo Tom y soy alcohólico”, estaba expresando la primera verdad que había descubierto acerca de mí mismo. Consideren lo espirituales que son estas declaraciones. Mi nombre me dice que soy un ser humano; el hecho de que puedo saberlo, meditarlo y comunicarlo, refuerza mi condición de ser humano y me hace ser consciente y sentirme entusiasmado de que existo.

      Esto, entonces, se convirtió en la entrada al mundo espiritual. Con la orientación del programa y el estímulo y los ejemplos de mis compañeros de la Comunidad, pude empezar a conocerme a mí mismo y estar preparado para aceptar lo que encontrara. En la Comunidad, llegué a ver que si otra gente podía aceptarme y amarme tal como yo era, yo debía amarme a mí mismo tal como era — no por lo que había sido sino por lo que podría llegar a ser. Así que he aprendido un poco acerca de mi mente y mi voluntad y acerca de mis emociones y pasiones. He llegado a saber que puedo ser un buen —aunque imperfecto— ser humano; que cuando vivo conscientemente en el mundo real (cordura), cada día bueno contribuye a compensar mis días pasados.

      Mi religión no me llevó a Alcohólicos Anónimos. A.A. fortaleció mis creencias religiosas. El simple contraste entre el alcoholismo activo y la sobriedad activa me ha ayudado a buscar, escuchar y a aplicar los principios del buen vivir, y tengo como recompensa mucho más entusiasmo y alegría que tenía antes de lograr mi sobriedad en A.A. Al aceptar agradecidamente esta sobriedad, como un regalo, y al utilizarla gustosamente, he llegado a ser consciente de otros dones que, como ser humano, tengo a mi alcance. Para obtener los beneficios, sólo tengo que pedirlos y luego utilizarlos.

      Esto es lo esencial del programa y de la vida: aceptación y acción.

      El don de la comprensión ha hecho posible que los simples consejos de mis padres, de mis maestros y de mi iglesia cobren un nuevo significado y una nueva solidez. Con el don de la serenidad, estoy listo y dispuesto a aceptar lo que Dios disponga que me suceda; con el don del valor, estoy listo y dispuesto a ponerme en acción para cambiar las cosas que puedo, por mi propio bien y el bien de los demás. Se me ha concedido el don de la sabiduría para que en las relaciones personales me pueda comportar de manera inteligente y con amor o, como también se ha expresado, con competencia y compasión.

      Ahora estoy tratando de captar la idea de vivir “de dentro a afuera”. El Libro Grande, “Como lo ve Bill”, “24 horas al día”, las reuniones, las experiencias, el ser consciente del cambio en mí mismo, en mi forma de pensar, mis decisiones, mis costumbres — todo esto es espiritual. Tenemos la espiritualidad de la forma de vivir de A.A., la cual nos hace conscientes de nuestros propios recursos internos. En A.A. no hay materialismo, sólo espiritualidad. Si cuidamos de nuestras necesidades internas, veremos satisfechas nuestras otras necesidades.

      He llegado a creer que el don de la sobriedad es lo que da valor y dignidad a mi vida. Esto es lo que tengo para compartir, y crece a medida que lo comparto.

      El Cerrito, California

      QUÉ AFORTUNADOS SOMOS

      A Kinlochard lo llamo mi hogar espiritual. Es una pequeña aldea enclavada en un valle entre las colinas, a orillas del Lago Ard. Nunca me canso de contemplar el bosque que hay en la otra orilla con sus cientos de diferentes tonos de verde reflejados en la superficie del lago. Los halcones peregrinos anidan en los altos peñascos, y la garza pasa volando majestuosamente hacia su nido en los enormes árboles de una pequeña isla. Los cisnes y los patos silvestres comparten las orillas con los ánades y las aves zancudas, y con algunos pescadores que tiran sus anzuelos a las truchas. A veces puedo ver a un ciervo y una cierva cruzar un claro en la ladera de la colina y, si tengo suerte, un par de nutrias jugando entre las rocas a orillas del lago. Reina la paz.

      Cuando descubrí Kinlochard yo estaba en una de mis prolongadas borracheras. Aun entonces, la belleza y la tranquilidad del sitio lograron penetrar la neblina alcohólica. Ahora que estoy sobrio, trato de visitar este lugar de reposo dos veces al año para admirar la majestad de nuestro Creador. No veo belleza en el arte. La escultura y la arquitectura son cosas hechas por el hombre y no pueden rivalizar con las obras del Creador. ¿Cómo podemos esperar ser mejores que el Maestro que nos enseñó? ¡Qué afortunados somos los alcohólicos por tener una enfermedad que nos obliga a buscar la recuperación por medio de lo espiritual!

      Egremont, Inglaterra

      A.A. ES UNA FILOSOFÍA

      Una religión, propiamente dicho, es de origen divino; gobierna la relación que tiene la persona con su Poder Superior; y le promete recompensas y castigos después de la muerte. Una filosofía es de origen humano; gobierna la relación que la persona tiene con sus semejantes; y le promete recompensas y castigos en esta vida. En mi opinión, A.A. es una filosofía. Si los alcohólicos seguimos la filosofía de A.A. podemos volver a comprender nuestras diversas religiones.

      Maryland

      POR SU PROPIO DERECHO INDIVIDUAL

      La espiritualidad es un despertar — o, ¿es tener todos los cabos sueltos entretejidos para formar una suave tela? Es una comprensión — o, ¿son todos los conocimientos que se necesitan tener? Es libertad — si el miedo se considera como una esclavitud. Es seguridad en uno mismo — o, ¿es la creencia de que un poder superior te ayudará a superar cualquier tormenta o tempestad? Es aferrarte a los dictados de tu conciencia — o, ¿es interesarte profunda, sincera y genuinamente por la gente y el planeta? Es tranquilidad de espíritu ante la adversidad. Es un vivo y agudo deseo de sobrevivir.

      Es un hombre o una mujer. Es gratitud por todas las circunstancias del pasado que te hayan llevado a un momento de justicia. Es la alegría de ser joven en un mundo joven. Es ser consciente — o, ¿es darte cuenta de tus propias capacidades y limitaciones? Es concentración — o, ¿es una fácil percepción del universo? Es ver una fuerza mística benigna en todos y cada uno de los seres humanos. Es paciencia ante la estupidez. Es tener ganas de romperle la cara a alguien — y alejarse en lugar de hacerlo. Es estar sin un centavo y saber que todavía tienes algo que no se puede comprar con dinero. Es ponerte pantalones vaqueros y sentirte como si te vistieras de gala. Es querer volver a casa y siempre estar en casa. Es viajar en un cohete mucho más allá del mundo al alcance de tu vista. Es mirar a algo que es feo superficialmente pero que irradia belleza. Es el majestuoso perfil de una ciudad o un solemne desierto del oeste. Es un niño. Es ver a una oruga transformarse en una mariposa. Es reconocer que la supervivencia es una lucha salvaje entre tú y tú mismo. Es una atracción magnética hacia quienes están sin recursos ni esperanzas. Es saber que incluso las malas épocas son buenas.

      No mires atrás — aún te queda mucho por ver.

      Cuando la gente te mira y se pregunta qué le pasa a éste, la expresión de tus ojos les responderá: “Es que tengo lo que hay que tener”.

      Esta cosa única que es la espiritualidad no se puede dar de palabra a un compañero. Si toda persona ha de tenerla, cada una tendrá que ganarla, de su propia manera, con su propia mano, con su propio sello, por su propio derecho individual.

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