Llegamos a Creer. Anonimo

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Llegamos a Creer - Anonimo

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confinado en el centro.

      En la octava noche que pasé allí, sabía que me estaba muriendo. Estaba tan débil que casi no podía respirar; mi respiración era jadeante y entrecortada. Si me hubieran puesto un trago al alcance de la mano, no habría tenido suficiente fuerza para tomarlo. Por primera vez en mi vida, me vi en una situación de la que no podía escapar ni luchando, ni engañando, ni mintiendo, ni robando ni sobornando a nadie para hacerlo. Estaba atrapado. Por primera vez en mi vida, dije una sincera oración: “Dios, ayúdame”. No intenté imponer condiciones ni le sugerí cómo ni cuándo ayudarme.

      De repente, me sentí calmado y relajado. No hubo ni relámpagos ni truenos, ni siquiera una voz suave y tranquila. Tenía miedo. No sabía qué había pasado. Pero me quedé dormido y dormí toda la noche. La mañana siguiente, al despertarme, me sentí renovado, con fuerzas y con hambre. Pero lo más maravilloso fue que, por primera vez en mi vida, había desaparecido esa nube oscura y misteriosa de temor. Lo primero que se me ocurrió fue escribir a mi esposa para contarle esta experiencia, y así lo hice. ¡Imagínate poder escribir una carta después de haberme encontrado en tan malas condiciones la noche anterior!

      Estoy seguro de que algunos clasificarían esta experiencia como un caso de “desprenderse y dejarlo en manos de Dios”. ¡No así este personaje obstinado! Me había agarrado a mi voluntad hasta que se rompieron los últimos hilos y luego, al caer, me salvaron los “brazos eternos”. Tuve que encontrarme totalmente indefenso, como el hombre que se está ahogando y lucha con quien le va a salvar.

      Volví a A.A., pero durante largo tiempo me sentía reacio a contar mi experiencia. Tenía miedo de que nadie me creyera y que se rieran de mí. Más tarde, me enteré de que otros habían tenido experiencias similares.

      Creo que una experiencia espiritual es lo que Dios hace por una persona que esa persona se encuentra imposibilitada de hacer por sí misma. Un despertar espiritual es lo que hace una persona por su disposición de transformar su vida por medio de un programa de desarrollo espiritual probado por la experiencia, y ésta es una misión que no tiene fin.

      Raleigh, Carolina del Norte

      ORACIÓN

      3

      En A.A. hemos llegado a reconocer

       como indudables los positivos y concretos

       resultados de la oración. Lo sabemos por experiencia.

       Todo aquel que haya persistido en rezar

       ha encontrado una fuerza con la que

       normalmente no podía contar.

       Ha encontrado una sabiduría más allá

       de su acostumbrada capacidad.

       Y ha encontrado, cada vez más,

       una tranquilidad de espíritu

       que no le abandona ante las

       circunstancias más difíciles.

      Bill W.

       Doce Pasos y Doce Tradiciones, pág. 102

      NECESIDAD INFINITA

      En la práctica, siempre me ha resultado difícil dejar que la voluntad superior y perfecta de Alá prevalezca en mi vida y gobierne mi voluntad. No obstante, cuando hago esfuerzos humildes para aceptar serenamente Su voluntad para conmigo en algún momento determinado de mi vida, me siento completamente liberado de la carga que había llevado en mis hombros. Ya no se me pierde la mente y cada vez que respiro, el corazón se me llena de felicidad.

      Lo más maravilloso que he descubierto es que la oración da resultados. He empezado a considerar a Alá como el más cariñoso Creador que tiene un interés especial en mí — si no, no me habría conducido a A.A. ni me habría ofrecido tantas oportunidades de salvarme de mis recaídas. Es paciente y misericordioso.

      Aunque un inventario moral y un inventario diario nos revelan multitud de defectos de nuestro carácter, nosotros, como seres humanos, no podemos desentrañar todos los fallos de nuestra personalidad. Así que, por la noche, cuando doy gracias a Dios por la sobriedad de este día, agrego una oración: Le pido que me perdone las faltas que he cometido ese día, que me ayude a mejorarme, y que me conceda la sabiduría para descubrir los defectos que tengo y que, por mí mismo, no puedo ver.

      En pocas palabras, la necesidad de orar es infinita.

      Karachi, Pakistán

      MÁS QUE UN SÍMBOLO

      En los días no muy lejanos de mi pasado de borracha, cuando apenas si podía moverme y estaba a punto de perder el conocimiento, siempre me las arreglaba para poner por lo menos una rodilla en el suelo antes de caer en la cama. Este gesto iba acompañado de algunas palabras balbucientes: “Aquí estoy. Estoy borracha”. Esto lo menciono no para que me den alabanzas por haber conservado los vestigios externos de la fe que conocí de niña, sino porque quiero enseñarles cómo sobrevive un símbolo aun después de haber sido despojado de todo su significado.

      Cuando mi vida se vio gratamente transformada y decidí probar fortuna con A.A. —porque si no lo hiciera, moriría— la antigua oración fue sustituida por una nueva. Monótonamente, casi en cada momento que me encontraba sola, repetía: “Dios mío, devuélveme la cordura”.

      Y por fin me empezó a llegar la solución. Yo, estando cuerda, era una asombrosa revelación. Poder contemplar con perfecta sinceridad la época de “como yo era”, de mi vida, me hacía sentirme clarividente. Estaba contemplando la vida de alguien que realmente nunca había conocido, aunque sabía todo lo que había ocurrido en su vida. No tengo la suficiente agudeza para entender el cómo o el porqué, pero ahora por lo menos puedo ver la pauta que seguía.

      Desde que sucedió este tranquilo milagro, cuando felizmente me di cuenta de que no tenía necesidad ni deseo de beber, he seguido rezando. Ahora rezo oraciones personales y divertidas, como por ejemplo, una que es parte de una canción en la que se pide que haya paz en la tierra y que empiece conmigo. La mayoría de mis oraciones son cortas expresiones de agradecimiento por algún favor o por hacer que me pare a pensar antes de actuar o reaccionar. Mi relación con Dios ha madurado tal como normalmente lo hace la relación de un niño con su padre terrenal — aprecio más Su bondad y Su sabiduría

      Nashville, Tennessee

      “¿CÓMO REZAS?”

      En mis días de bebedor, muchas veces pedía a Dios que me ayudara — y acababa echándole todas las blasfemias que se me ocurrían y diciéndole, “Si eres todopoderoso, ¿por qué dejas que otra vez acabe borracho y con todos estos problemas?"

      Un día, estaba sentado al borde de la cama, sintiéndome completamente solo, con un cartucho en la mano a punto de cargar la escopeta. “Si hay un Dios”, grité, “que me dé valor para apretar el gatillo”.

      Una voz, suave y muy clara, dijo: “Tira ese cartucho”. Tiré el cartucho por la puerta.

      En un momento de calma, me puse de rodillas y de nuevo oí la voz: “Llama a Alcohólicos Anónimos”.

      Me asustó. Miré a mi alrededor, preguntándome de dónde vendría la voz y dije en voz alta: “¡Dios mío!”

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