El Libro de Urantia. Urantia Foundation

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El Libro de Urantia - Urantia Foundation

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Hijos Magisteriales son motivados por el mismo espíritu de servicio que tan abundantemente caracteriza a los Hijos Creadores primarios y al Hijo Eterno del Paraíso.

      20:5.3 (227.6) Alguna orden de Hijos Paradisiacos debe otorgarse en cada mundo habitado por mortales para posibilitar la llegada de los Ajustadores del Pensamiento a la mente de todos los seres humanos normales de esa esfera, porque los Ajustadores no van a todos los seres humanos de buena fe hasta que no se haya derramado el Espíritu de la Verdad sobre toda la carne; y el envío del Espíritu de la Verdad depende del regresoa la sede central del universo de un Hijo Paradisiaco que haya ejecutado exitosamente una misión de autootorgamiento mortal en un mundo en evolución.

      20:5.4 (228.1) Durante el curso de la larga historia de un planeta habitado, ocurrirán muchas adjudicaciones dispensacionales, y más de una misión magisterial puede ocurrir, pero ordinariamente sólo una vez servirá un Hijo autootorgador en la esfera. Tan sólo se requiere que cada mundo habitado tenga un Hijo autootorgador que haya vivido la plena vida mortal desde el nacimiento hasta la muerte. Tarde o temprano, sea cual fuere el estado espiritual, cada mundo habitado por mortales está destinado a recibir a un Hijo Magisterial en misión de autootorgamiento, excepto el planeta en cada universo local en el que un Hijo Creador elige realizar su autootorgamiento mortal.

      20:5.5 (228.2) Al comprender más acerca de los Hijos encarnados, vosotros discernís por qué tanto interés despierta Urantia en la historia de Nebadon. Vuestro pequeño e insignificante planeta es de importancia para el universo local, simplemente porque es el hogar mortal de Jesús de Nazaret. Fue el escenario del autootorgamiento final y triunfador de vuestro Hijo Creador, la arena en la que Micael alcanzó la soberanía personal suprema del universo de Nebadon.

      20:5.6 (228.3) En la sede de su universo local, un Hijo Creador, especialmente después de completar su propio autootorgamiento mortal, pasa mucho de su tiempo aconsejando e instruyendo al grupo de Hijos asociados, los Hijos Magisteriales y a otros. En amor y devoción, con tierna misericordia y afectuosa consideración, estos Hijos Magisteriales se otorgan en los mundos del espacio. Y de ninguna manera son estos servicios planetarios inferiores a los autootorgamientos mortales de los Micaeles. Es verdad que vuestro Hijo Creador seleccionó para escenario de su aventura final en la experiencia de la criatura un mundo que había sido extraordinariamente desafortunado. Pero ningún planeta puede jamás hallarse en condición tal como para requerir el autootorgamiento de un Hijo Creador con el objeto de efectuar su rehabilitación espiritual. Cualquier Hijo del grupo de autootorgamientos hubiese sido igualmente suficiente, porque en todo su trabajo en los mundos de un universo local, los Hijos Magisteriales son tan divinamente eficaces y todosapientes como podría serlo su her-mano Paradisiaco, el Hijo Creador.

      20:5.7 (228.4) Aunque la posibilidad de desastres durante sus encarnaciones de autootorgamiento está siempre presente para estos Hijos Paradisiacos, no he visto registro alguno de un fracaso o falta en misión de autootorgamiento de un Hijo Magisterial o un Hijo Creador. Ambos son de origen demasiado cercano a la perfección absoluta como para faltar. En efecto asumen el riesgo, realmente se vuelven como las criaturas mortales de carne y hueso y por lo tanto obtienen la experiencia única de la criatura, pero dentro de la gama de mi observación siempre triunfan. Nunca dejan de alcanzar el objetivo de la misión de autootorgamiento. La historia de su servicio de autootorgamiento y planetario en todo Nebadon constituye el capítulo más noble y fascinador en la historia de vuestro universo local.

      20:6.1 (228.5) El método por el cual un Hijo Paradisiaco se prepara para la encarnación mortal como Hijo autootorgador, llegando a nacer de una madre en el planeta de encarnación, es un misterio universal; y todo esfuerzo para detectar el mecanismo de esta técnica de Sonarington está destinado a fracasar certeramente. Dejad que el conocimiento sublime de la vida mortal de Jesús de Nazaret penetre vuestras almas, pero no gastéis el pensamiento en especulaciones inútiles sobre cómo se realizó esta misteriosa encarnación de Micael de Nebadon. Regocijémonos todos con el conocimiento y la certeza de que tales logros son posibles para la naturaleza divina y no perdamos tiempo en conjeturas inútiles sobre la técnica empleada por la sabiduría divina para realizar estos fenómenos.

      20:6.2 (229.1) En una misión de autootorgamiento como mortal, un Hijo Paradisiaco siempre nace de una mujer y crece como niño varón del reino, así como lo hizo Jesús en Urantia. Estos Hijos de servicio supremo pasan todos desde la infancia a través de la juventud hasta la edad adulta, así como lo hace un ser humano. En todos los aspectos, se tornan como los mortales de la raza en la que nacen. Hacen solicitudes al Padre así como lo hacen los hijos de los reinos en los que sirven. Desde un punto de vista material, estos hijos humano-divinos viven vidas comunes con una sola excepción: no originan vástagos en los mundos de su estadía; ésa es una restricción universal impuesta a todas las órdenes de los Hijos Paradisiacos autootorgadores.

      20:6.3 (229.2) Así como Jesús trabajó en vuestro mundo como el hijo del carpintero, del mismo modo otros Hijos Paradisiacos laboran en distintas capacidades en sus planetas de autootorgamiento. Difícilmente podríais pensar en una vocación que no haya sido adoptada por un Hijo Paradisiaco en el curso de su autootorgamiento en algún planeta evolucionario del tiempo.

      20:6.4 (229.3) Cuando un Hijo encarnado ha aprendido la experiencia del vivir de la vida mortal, cuando ha alcanzado la perfección de armonización con su Ajustador residente, allí comienza esa parte de su misión planetaria que está diseñada para iluminar la mente e inspirar el alma de sus hermanos en la carne. Como maestros, estos hijos están dedicados exclusivamente al esclarecimiento espiritual de las razas mortales en los mundos de su estadía.

      20:6.5 (229.4) Las carreras de autootorgamientos mortales de los Micaeles y de los Avonales, aunque comparables en la mayoría de los aspectos, no son idénticas en todos ellos: un Hijo Magisterial jamás proclama, «el que haya visto al Hijo, ha visto al Padre», así como lo hizo vuestro Hijo Creador cuando estaba en Urantia y en la carne. Pero un Avonal autootorgador sí declara: «El que me haya visto a mí, ha visto al Hijo Eterno de Dios». Los Hijos Magisteriales no son desciendentes inmediatos del Padre universal, ni tampoco se encarnan sujetos a la voluntad del Padre; se otorgan a sí mismos siempre como Hijos Paradisiacos sujetos a la voluntad del Hijo Eterno del Paraíso.

      20:6.6 (229.5) Cuando los Hijos autootorgadores, Creadores o Magisteriales, penetran el portal de la muerte, reaparecen al tercer día. Pero no deberíais albergar la idea de que ellos siempre se encuentran con el trágico fin del Hijo Creador que moró en vuestro mundo hace mil novecientos años. La experiencia extraordinaria y extrañamente cruel por la que pasó Jesús de Nazaret ha hecho que Urantia sea conocida localmente como «el mundo de la cruz». No es necesario que un Hijo de Dios sea tratado de una manera tan inhumana, la gran mayoría de los planetas les ha ofrecido un recibimiento más considerado, permitiéndoles terminar sus carreras mortales, terminar la edad, adjudicar a los sobrevivientes adormecidos, e inaugurar una nueva dispensación, sin sufrir una muerte violenta. Un hijo autootorgador debe enfrentarse a la muerte, debe pasar a través de la experiencia total y real de los mortales del reino, pero no es requisito del plan divino que su muerte sea ni violenta ni extraña.

      20:6.7 (229.6) Cuando los Hijos encarnados no son puestos a muerte en una forma violenta, éstos abandonan voluntariamente su vida y pasan por los portales de la muerte, no para satisfacer las demandas de «la justicia severa» o «la ira divina», sino más bien para completar el autootorgamiento, «para beber la copa» de la carrera de la encarnación y experiencia personal en todo lo que constituye la vida de una criatura tal como se vive en los planetas de la existencia mortal. El autootorgamiento es una necesidad planetaria y universal, y la muerte física no es más que una parte necesaria de la misión del autootorgamiento.

      20:6.8 (230.1) Cuando la encarnación mortal se termina, el Avonal de servicio se encamina al Paraíso, es aceptado por el Padre Universal, regresa al universo local

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