Cristianos en busca de humanidad. Paul Graas

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Cristianos en busca de humanidad - Paul Graas Patmos

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decidido a descubrir el amor de Dios en su vida y a enfocar su propia existencia completamente a Él. Es alguien que pone todos los medios para empapar su vida terrenal con su identidad divina.

      El ideal más auténtico que una persona puede tener en la tierra es el Amor de Dios, porque ha sido creado para ese ideal.

      [1] Fulton J. Sheen, Paz Interior (Barcelona, 1955), capítulo 13.

      [2] 1 Corintios 13, 1-8.

      [3] Lawrence G. Lovasik, El poder oculto de la amabilidad (Madrid, 2015), capítulo 1.

      [4] José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (Madrid, 1976), p. 69.

      [5] Efesios 1, 4.

      [6] San Agustín, Confesiones, capítulo 1, I.

      2. PARA EL CRISTIANO QUE ESTÉ DISPUESTO A TRABAJAR MUCHO

      Amigos míos, esta mañana me gustaría decirles lo siguiente: incluso si su destino es ser un barrendero, salgan a barrer las calles como Miguel Ángel pintaba sus cuadros; barran las calles como Händel y Beethoven componían música; barran las calles como Shakespeare escribía poemas; anímense y barran las calles tan bien que todos los que están en el cielo y en la tierra se detengan y digan: aquí vive un barrendero que hace bien su trabajo.

      SI TE HAS CRIADO EN UN PAÍS occidental en el siglo XXI, es probable que te vaya bien en términos de prosperidad económica y social. Tienes derecho a la educación; con un poco de esfuerzo puedes completar una buena carrera y encontrar un trabajo decente; disfrutas de una buena sanidad y vives en una democracia libre y estable.

      Es bueno estar agradecido por todo lo que has recibido. Pero es peligroso creer que eso es suficiente. Y lo que es incluso más peligroso es la idea de que una vida cómoda y un esfuerzo mínimo son suficientes para lograr una felicidad profunda. Esa convicción es un espejismo, una ilusión. No lograrás la felicidad viviendo cómodamente y con poco esfuerzo, sino trabajando mucho. El legendario escritor Charles Dickens escribe lo siguiente en su libro David Copperfield:

      Tal como dice Dickens, puede ser que tú y yo tengamos facultades excepcionales y ocasiones propicias que puedan servir para formar buenos escalones en la escalera que lleva a la felicidad; para alcanzar esos ideales auténticos de amor. Pero los peldaños deben de estar hechos de madera dura y resistente. Con otras palabras, si tú eres vago y perezoso y te rindes ante la primera caída, entonces no te será fácil alcanzar esos ideales.

      Para caminar hacia la felicidad hay que trabajar duro, concretamente hace falta formar virtudes. Esto es a lo que se refiere Dickens cuando dice que los peldaños deben de estar hechos de madera dura y sólida. ¿Pero qué es eso de las virtudes? ¿Y por qué son tan importantes? Una de las definiciones clásicas más conocidas es que la virtud es un hábito operativo bueno. Y esos hábitos forman el corazón. Hacen que el corazón tenga una disposición que le haga desear lo bueno, lo bello, lo verdadero. Una persona que se ha ejercitado en levantarse cada día a tiempo, en ser sincero y honesto, en estudiar en el momento previsto o en saber escuchar atentamente a los demás, es una persona que forja virtudes como la puntualidad, la sinceridad, el orden y la justicia, de manera que arraigan en su carácter y forman el corazón. Y, por supuesto, lo contrario también es aplicable. Una persona que nunca se levanta a tiempo, que está acostumbrada a mentir cuando convenga, que pospone sus estudios cuando no le apetece, que no se esfuerza por escuchar a los demás, es una persona que gradualmente se vuelve perezosa, deshonesta, desordenada e injusta.

      Muchos filósofos y teólogos han reflexionado a lo largo de los siglos sobre la importancia de las virtudes, como los griegos Platón y Aristóteles. Ellos afirmaban que las virtudes son el camino hacia la vida feliz. También decían que hay cuatro virtudes, las llamadas virtudes cardinales, que integran todas las demás virtudes. Estas son la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza. Con otras palabras, una persona que es prudente, justo, templado y fuerte es feliz según Platón y Aristóteles.

      Lo bonito es que la tradición católica ha acogido todo lo sabio y verdadero que estos filósofos habían descubierto a la luz de la razón. Estas virtudes cardinales que el hombre puede alcanzar por sus propias fuerzas son de fundamental importancia para que el hombre pueda ser feliz. Pero hay otras virtudes que también son esenciales para la felicidad y que el hombre no puede alcanzar por sus propias fuerzas, sino que son concedidas por Dios. Son las llamadas virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor.

      Es muy importante que entendamos la importancia de las virtudes cardinales y teologales cuando reflexionamos sobre la fe católica y el deseo de felicidad del hombre. Porque hay diversas actitudes erróneas que puede adoptar un cristiano. La primera es la del ‘hombre-suelo’. Este tipo de persona piensa que puede lograr felicidad verdadera por sus propias fuerzas. Tiene los pies firmes en el suelo y piensa que puede ascender al cielo por sí mismo. La segunda actitud es la del ‘hombre-techo’. Esta persona cree que no puede alcanzar nada por sí mismo y no se exige lo más mínimo. Cree que todo se le da desde arriba. Flota con sus pensamientos en el cielo, pero no tiene los pies en el suelo.

      Más adelante hablaremos del hombre-suelo. Ahora quiero detenerme en el hombre-techo, ya que este capítulo está dirigido al cristiano que está dispuesto a trabajar y el hombre-techo es una persona que habla mucho de la fe, la esperanza y el amor de Dios, pero no se esfuerza en trabajar ni en formar su carácter. Y eso no es ser buen cristiano, porque un buen cristiano es alguien que lucha por integrar virtudes en su vida.

      El Señor nos cuenta una preciosa parábola en el Evangelio de Mateo:

      El Evangelio nos cuenta sobre dos hombres. Ambos tenían un ideal valioso, construir una casa, pero la forma en que querían lograr su ideal era diferente. El primero ha elegido el camino difícil. Construyó su casa sobre roca. El segundo eligió el camino fácil y construyó su casa sobre arena.

      La pregunta es, ¿qué

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