Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles страница 12

Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles Colección Oro

Скачать книгу

ejemplo, el animal, o más bien el hombre, el que es principio, siéndolo el género más bien que el individuo? Otra cuestión no menos digna de ser estudiada y profundizada es la siguiente: fuera de la sustancia, ¿existe o no alguna cosa que sea causa en sí? ¿Y esta cosa es o no independiente, es una o múltiple? ¿Está o no fuera del conjunto (y por conjunto entiendo aquí la sustancia con sus atributos), fuera de unos individuos y no de otros? ¿Cuáles son en este caso los seres fuera de los cuales existe?

      Luego ¿los principios, ya formales, ya sustanciales, son numéricamente diferentes, o reducibles a géneros? ¿Los principios de los seres perecederos y los de los seres imperecederos son los mismos o distintos, son todos imperecederos, o son los principios perecederos igualmente perecederos? Además, y esta es la mayor dificultad y la más embarazosa, ¿la unidad y el ser constituyen la sustancia de los seres, como pretendían los pitagóricos y Platón, o quizás hay algo que le sirva de sujeto, de sustancia, como la amistad de Empédocles, como el fuego, el agua, el aire de este o aquel filósofo? ¿Los principios son relativos a lo general, o a las cosas particulares? ¿Existen en potencia o en acto? ¿Están en movimiento o de otra manera? Todas estas son dificultades trascendentales.

      Por otra parte, ¿los números, las longitudes, las figuras, los puntos, son o no sustancias, y si son sustancias, son independientes de los objetos sensibles, o existen en estos objetos? Sobre todos estos puntos no solo es difícil conseguir la verdad por medio de una adecuada solución, sino que ni tan solo es fácil presentar con claridad las dificultades.

      Parte II

      En primer lugar, ya preguntamos al empezar: ¿pertenece a una sola ciencia o a muchas analizar todas las especies de causas? Pero ¿cómo ha de pertenecer a una sola ciencia conocer de principios que no son contrarios los unos a los otros? Y además, existen numerosos objetos, en los que estos principios no se encuentran todos juntos. Así, por ejemplo, ¿sería posible investigar la causa del movimiento o el principio del bien en lo que es inmóvil? En efecto, todo lo que es en sí y por su naturaleza bien, es un fin, y por esto mismo es una causa, puesto que, en vista de este bien, se producen y existen las demás cosas. Un fin, solo por ser fin, es necesariamente objeto de alguna acción, pero no existe acción sin movimiento, de manera que en las cosas inmóviles no se puede admitir ni la existencia de este principio del movimiento, ni la del bien en sí. De aquí se infiere que nada se demuestra en las ciencias matemáticas por medio de la causa del movimiento. Tampoco se ocupan de lo que es mejor y de lo que es peor; ningún matemático se da cuenta de estos principios. Por esta razón algunos sofistas, Aristipo, por ejemplo, rechazaban como infamantes las ciencias matemáticas. Todas las artes, hasta las manuales, como la del albañil, del zapatero, se ocupan sin cesar de lo que es mejor y de lo que es peor, mientras que las matemáticas nunca mencionan el bien y el mal.

      Pero si hay varias ciencias de causas, cada una de las cuales se ocupa de principios distintos, ¿cuál de todas ellas será la que buscamos o, entre los hombres que las posean, cuál conocerá mejor el objeto de nuestras pesquisas? Es probable que un solo objeto reúna todas estas especies de causas. Y así en una casa el principio del movimiento es el arte, y el obrero, la causa final, es la obra; la materia, la tierra y las piedras; y el plan es la forma. Es necesario, por tanto, atendiendo a la definición que hemos hecho anteriormente de la filosofía, dar este nombre a cada una de las ciencias que se ocupan de estas causas. La ciencia por excelencia, la que dominará a todas las demás, y a la que todas se habrán de someter como esclavas, es aquella que su objeto sea el fin y el bien, porque todo lo demás no existe sino en vista del bien. Pero la ciencia de las causas primeras, la que hemos definido como la ciencia de lo más científico que existe, será la ciencia de la esencia.

      En efecto, una misma cosa puede descubrirse de muchas maneras, pero los que conocen un objeto por lo que es, lo conocen mejor que los que lo conocen por lo que no es. Entre los primeros distinguimos distintos grados de conocimiento, y decimos que tienen una ciencia más perfecta los que conocen, no sus cualidades, su cantidad, sus modificaciones, sus actos, sino su esencia. Igual sucede con todas las cosas que están sometidas a demostración. Creemos tener conocimiento de las cosas cuando sabemos en qué consisten: ¿qué es, por ejemplo, construir un cuadro, equivalente a un rectángulo dado? Es hallar la media proporcional entre los dos lados del rectángulo. Lo propio ocurre en el resto de los casos. Por lo contrario, en cuanto a la producción, a la acción, a toda muestra de cambio, creemos hacer ciencia cuando conocemos el principio del movimiento, el cual es distinto de la causa final, precisamente es lo contrario. Parece, pues, en vista de esto, que son ciencias diferentes las que han de investigar cada una de estas causas.

      Todavía hay más. ¿Los principios de la demostración pertenecen a una sola ciencia o a varias? Esta es otra cuestión. Considero principios de la demostración a estos axiomas generales, en que se apoya todo el mundo para la demostración, por ejemplo: es preciso afirmar o negar una cosa; una cosa no puede ser y no ser a la vez, y todas las demás proposiciones de este género. Y así pues: ¿la ciencia de estos principios es la misma que la de la esencia o distinta de ella? Si es distinta de ella, ¿cuál de las dos descubrimos que es la que buscamos? Que los principios de la demostración no pertenecen a una sola ciencia, es evidente; ¿por qué la geometría habrá de atribuirse, con más razón que cualquiera otra ciencia, el derecho de tratar estos principios? Si, pues, toda ciencia posee igualmente este privilegio, y si a pesar de eso no todas pueden gozar de él, el estudio de los principios no dependerá de la ciencia que conoce de las esencias más que de cualquiera otra. ¿Y entonces cómo es posible una ciencia de los principios? Conocemos en una primera ojeada lo que es cada uno de ellos, y todas las artes se sirven de ellos como de cosas muy conocidas. Mientras que si existiese una ciencia demostrativa de los principios, sería necesario admitir la existencia de un género común, que fuese objeto de esta ciencia; sería necesario admitir, de una parte, los accidentes de este género, y de otra, axiomas, porque resulta imposible demostrarlo todo. Toda demostración debe partir de un principio, recaer sobre un objeto y demostrar algo de este objeto. Se infiere de aquí que todo lo que se demuestra podría reducirse a un solo género. Y en efecto, todas las ciencias demostrativas se valen de axiomas. Y si la ciencia de los axiomas es distinta de la ciencia de la esencia, ¿cuál de las dos será la ciencia soberana, la ciencia primera? Los axiomas son lo más general que hay, son los principios de todas las cosas, y si no constituyen parte de la ciencia del filósofo, ¿cuál será la encargada de demostrar su verdad o su falsedad?

      Finalmente, ¿existe una sola ciencia para todas las esencias, o existen varias? Si existen varias, ¿de qué esencia trata la ciencia que nos ocupa? No es probable que haya una sola ciencia de todas las esencias. En este caso existiría una sola ciencia demostrativa de todos los accidentes esenciales de los seres, puesto que toda ciencia demostrativa somete al criterio de los principios comunes todos los accidentes esenciales de un objeto dado. A la misma ciencia pertenece también analizar conforme a principios comunes solamente los accidentes esenciales de un mismo género. En efecto, una ciencia se ocupa de aquello que existe; otra ciencia, ya se confunda con la anterior, ya se distinga de ella, trata de las causas de aquello que existe. De forma que estas dos ciencias, o esta ciencia única, en el caso de que no constituyan más que una, se ocuparán de los accidentes del género que es su sujeto.

      Por otra parte, ¿la ciencia solo abarca las esencias o bien recae también sobre sus accidentes? Por ejemplo, si consideramos como esencias los sólidos, las líneas, los planos, ¿la ciencia de estas esencias se ocupará al mismo tiempo de los accidentes de cada género, accidentes sobre los que recaen las demostraciones matemáticas, o bien constituirán estos objeto de otra ciencia? Si existe una sola ciencia, la ciencia de la esencia será en tal caso una ciencia demostrativa, pero la esencia, a lo que parece, no se demuestra; y si existen dos ciencias diferentes, ¿cuál será la que habrá de tratar de los accidentes de la sustancia? Esta es una de las cuestiones más arduas de resolver.

      Además ¿deberán admitirse únicamente las sustancias sensibles, o deberán admitirse también otras? ¿No existe más que una especie de sustancia o existen muchas? De este último dictamen son, por ejemplo, los que admiten las ideas, así como los seres intermedios

Скачать книгу