Libélulas y caballitos del diablo del departamento del Meta, Colombia. Fredy Palacino Rodríguez
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Foto: Cornelio A. Bota
Figura 7g. Lago en Cumaral
Foto: Cornelio A. Bota
Una de las características más relevantes de las libélulas es su voracidad como depredadoras, son generalistas activas en todos los estados de su ciclo de vida y su dieta incluye arañas, lepidópteros, hemípteros, escarabajos, toda clase de moscas y mosquitos, renacuajos, alevinos, diversas larvas de insectos y otros odonatos (Edwards, 1987; White y Sexton, 1989; Caldwell, 1994; Sanborn, 1996; Silsby, 2001; Esquivel, 2006). Las presas varían de acuerdo con el tamaño de la libélula (Fig. 8) y su estado de desarrollo. El éxito depredador de estos organismos radica en que pueden detectar fácilmente la ubicación de las presas con sus grandes ojos compuestos. Los adultos tienen un tórax robusto y fuertes músculos alares que les brindan la posibilidad de ser uno de los más temibles cazadores aéreos. Sus patas están equipadas con espinas que forman una canasta con la cual capturan la presa y la sostienen mientras la devoran. Los métodos de caza incluyen la captura y consumo de la presa en vuelo o el avistamiento de la presa desde un lugar de percha, al cual regresan a consumir el alimento capturado (Silsby, 2001). En el caso de los estados inmaduros, la caza es facilitada por una excelente capacidad de camuflaje y una modificación extensible del labio denominada máscara (fig. 9a), esta funciona como una especie de arpón que es activada a gran velocidad cuando alguna presa incauta se acerca, lo que les permite depredar cualquier presa que puedan atrapar con el labio incluso en algunos casos con tamaños mayores al propio.
Figura 8. Hembra de Ischnura hastata (Say, 1839) depredando otro insecto
Foto: Adolfo Cordero-Rivera
Los odonatos son insectos con ciclo de vida hemimetábolo, su desarrollo consta de 8 a 15 mudas o instars larvales (Corbet, 1999; Silsby, 2001). El ciclo comienza cuando la hembra pone los huevos, esto puede ser: en tallos flotantes o sumergidos a través de un ovipositor, con el que corta la superficie del material vegetal, o en vuelo, tocando reiteradamente con el final del abdomen la superficie del agua, así los huevos son depositados en masa como pequeñas pelotas, o desde el aire sin necesidad de tocar el agua, se arrojan los huevos al agua, o en sustratos inertes como barro o arena.
Una vez que la larva (figs. 9b y 9c) o náyade eclosiona, comienza a crecer y muda su exoesqueleto en repetidas ocasiones. El primer estado larval se conoce como prolarva y es muy vulnerable, ya que no se alimenta y no puede caminar. En cada muda, la larva va desarrollando poco a poco las características del adulto, como las almohadillas alares (Corbet, 1999; fig. 9c). El tiempo entre muda y muda se ve influenciado por condiciones como la disponibilidad de alimento y temperatura del agua, además de la capacidad de desarrollo de cada especie (Corbet, 1999). El último paso de la metamorfosis, la emergencia del adulto (fig. 10), se lleva a cabo fuera del agua, para lo cual la larva trepa por los tallos de plantas acuáticas emergentes, raíces, troncos, piedras u otros sustratos, y allí el adulto teneral (fig. 11a) rompe el exoesqueleto de la larva (exubia, fig. 11b). Esto le permite bombear hemolinfa (sangre) rápidamente e inflar sus alas y abdomen, así una hora después (dependiendo del clima) estarán completamente secos y podrán empezar a volar y realizar todas las actividades que aseguren su supervivencia y reproducción para dar inicio a un nuevo ciclo (Corbet, 1999).
Figura 9a. Larva de Anisoptera mostrando la máscara
Ilustración: Paola Camacho
Figura 9b. Larva de Ischnura (Zygoptera). La flecha indica una de las agallas caudales
Foto: Leonardo Rache
Figura 9c. Larva de Erythrodiplax (Anisoptera) preparándose para la emergencia. La flecha indica una almohadilla alar
Foto: Leonardo Rache
Figura 10. Secuencia que muestra la emergencia de Progomphus phyllochromus Ris, 1918 (Gomphidae)
Fotos: Cornelio A. Bota
Figura 11a. Teneral de Ischnura recién emergido con integumento blando y colores pálidos
Foto: Leonardo Rache
Figura 11b. Exuvia de Anisoptera, posterior a la salida del adulto teneral
Foto: Alejandro Parodi
La coloración en odonatos es producida por la presencia de pigmentos en las células epidérmicas bajo la cutícula, estas células forman capas delgadas que reflejan diferentes longitudes de onda, produciendo una gran gama de colores (Silsby, 2001). Además, la textura del exoesqueleto puede producir colores iridiscentes (fig. 12). Algunas especies secretan una sustancia cerosa de color grisáceo que se acumula con la madurez, esta capa es llamada pruinescencia (Corbet, 1999).
Aunque existen aspectos taxonómicos que se relacionan con los colores o con los patrones que estos muestran en las especies, su uso real es aún debatido, pues estos colores pierden intensidad cuando el organismo muere. El debate acerca del uso de caracteres de coloración en la sistemática de Odonata