Desarrollo de la empatía para mejorar el ambiente escolar en el aula. Ruth Stella López Leal
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La primera fase de la investigación permitió indagar sobre aquellos aspectos que hacían necesaria la intervención en el aula de clases: continuas anotaciones por hechos violentos en el observador del alumno; preocupación dentro de la Institución por los bajos niveles en el ambiente escolar señalados en el ISCE, por la falta de regulación emocional en los padres de familia; y los bajos niveles de empatía en los estudiantes del Grado Octavo.
Lo anterior dio pie a la segunda fase de la investigación, que llevó a los docentes a plantear estrategias pedagógicas que contribuyeran a generar empatía en los estudiantes objeto del estudio. Teniendo en cuenta estudios sobre la pertinencia del desarrollo de la empatía para mitigar la violencia escolar (Gardner, 1983; Salovey & Mayer, 1990; Goleman, 1996; Shapiro, 1997; Fernández & Extremera, 2003), se procedió a adecuar los planes de área de las asignaturas de Sociales y Castellano con el propósito de implementar actividades referentes al uso del taller y análisis de videos y películas enmarcadas en el tema específico de la empatía y el ambiente escolar. De este proceso de intervención surgió la idea de sistematizar cada actividad a través de una guía metodológica que reseña cada una de las actividades ejecutadas en el aula de clases y que es presentada como un documento de consulta y orientación para otros docentes.
La última fase consistió en hacer una evaluación de la estrategia utilizada, con el fin de determinar cómo influyó el desarrollo de la empatía en la disminución de actos violentos -verbales y físicos- dentro del grupo de estudiantes de este nivel académico. Se tomó en cuenta la opinión del grupo objeto de estudio una vez realizada cada actividad, registrando sus impresiones en un diario de campo. Luego, se dedicó un tiempo para hacer un análisis del observador del alumno de este nivel académico para determinar si habían disminuido o no anotaciones negativas referentes a la convivencia escolar. Lo anterior se reforzó haciendo un comparativo de los observadores de los mismos alumnos del grupo objeto de estudio cuando ellos estuvieron cursando Grado Sexto en el año 2015 y Grado Séptimo en el año 2016, tiempo en el que se inició la investigación. Por otro lado, se hizo un paralelo entre el número de anotaciones negativas por convivencia escolar entre todos los grados octavo de la institución y se recogieron las impresiones de dos docentes que han trabajado con los estudiantes de este nivel académico en los últimos tres años, referentes a la actitud de ellos en relación con la convivencia en el aula de clases.
Teniendo en cuenta que el desarrollo de la empatía es un proceso a largo plazo, como lo señalan los teóricos consultados, y que su aplicabilidad en el ámbito escolar también depende de factores externos, que incluyen padres de familia y docentes, se puede afirmar que los resultados obtenidos fueron apropiados. Desarrollar la empatía en los estudiantes favorece la construcción de un ambiente escolar sano, en el cual la concertación a través del diálogo, el respeto y la solidaridad, es una herramienta eficaz para la solución de conflictos sin tener que recurrir a la violencia física o verbal como primera o única salida, como venía sucediendo.
Una de las preocupaciones de los docentes del siglo XXI es el aumento de la violencia en el aula de clases. Por tanto, en esta investigación se buscó resaltar la importancia del desarrollo de la empatía como estrategia en la creación de condiciones necesarias para que los conflictos en las instituciones educativas disminuyan y así lograr un clima educativo favorable.
Los siguientes relatos dan cuenta de una violencia escolar existente en el aula de clase. Niños, niñas y adolescentes reflejan esta problemática en sus pensamientos y actuaciones; algunos como víctimas, otros como victimarios o incluso como espectadores; pero cualquiera que sea el rol de participación, esto afecta, sin duda alguna, la sana convivencia y la evolución armónica de la vida escolar.
“Un día, dije algo equivocado en clase de inglés y la profesora dio el permiso para que me pegaran” (niño-13 años).
“Yo le hago bullying, con otras dos compañeras, a una niña de otro curso porque nos cae mal. Ella primero nos empujaba y ahora nosotras le decimos negra cucarrona” (niña-14 años).
“A un compañero lo molestan diciéndole gay, y que solo le falta la faldita para quedar como mujer, y eso a él le afecta mucho” (niña-14 años).
“Yo le hacía matoneo a una niña que era muy gorda. Yo le ponía apodos como ‘marrana’ y ‘bofe’ e hice que se fuera del colegio” (niña-13 años)1.
Con el paso de los años, Colombia se ha sumergido en un ambiente de intolerancia, incomprensión, falta de empatía y solidaridad. Ante esta problemática, el Gobierno nacional ha promulgado políticas educativas que tratan de ir subsanando estas falencias (Sánchez, 2011; Ley 1620 de 2013, Ley 1732 de 2014, Decreto 1038 de 2015).
Según la UNESCO (2007), el tema del ambiente escolar, centrado en la violencia en las aulas, es uno de los problemas más generalizados en los últimos años dentro de la enseñanza. La violencia escolar es un aspecto sumamente complejo y, por tanto, es preciso contemplar numerosos factores, como los siguientes: la necesidad de hacer participar a los estudiantes; la adopción de un enfoque integral que involucre a los padres, los educadores y la comunidad; la vinculación de las políticas, la legislación y la práctica; la elaboración de indicadores sobre la violencia; y el respeto de las distintas culturas al analizar conceptos como el carácter universal de los derechos humanos.
Ahora bien, frente a la necesidad de incluir acciones que fortalezcan los componentes de promoción, prevención y atención para mejorar la convivencia en las instituciones educativas del país, se promulgó en Colombia la Ley de Convivencia Escolar, con su respectivo decreto reglamentario; el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para el Ejercicio de los Derechos Humanos; la Educación para la Sexualidad y la Prevención y Mitigación de la Violencia Escolar; y muy recientemente, la Cátedra para la Paz (Ley 1620 de 2013, Ley 1732 de 2014, Decreto 1038 de 2015).
Esta problemática también se hace visible dentro de la institución educativa. El ISCE, para el año 2015, marca un promedio de 0,74 referente al ambiente escolar. En su análisis, llevado a cabo en el Día E para la Excelencia Educativa (marzo de 2015), se llegó a la conclusión de que la falta de convivencia dentro de las aulas es constante, dados los niveles de violencia escolar registrados en el observador del alumno (informe de psicorientación y anotaciones y opiniones verbales por parte de los coordinadores de disciplina). Se comprueba un continuo de faltas relacionadas con el matoneo, el irrespeto, la indisciplina, la intolerancia y la falta de comprensión entre los compañeros de la misma aula de clase. Por tal razón, la institución educativa estableció la convivencia escolar como una meta en su Plan de Mejoramiento Institucional.
Así, nace la responsabilidad docente de contribuir al desarrollo de las metas institucionales y con los procesos de aulas en paz decretados por el Gobierno nacional. Se aprovecha la implementación de la presente investigación como una alternativa para contrarrestar la problemática. Se apela a los estudios sobre aplicación, utilidad y efectividad del desarrollo de la inteligencia emocional, enfocados en la potencialización de la empatía, para mejorar el ambiente escolar (Fernández & Ruiz, 2008).
La inteligencia emocional abarca muchos componentes que ayudan plenamente al desarrollo personal y social del individuo. Pensando en un ambiente escolar favorable y que propicie un espacio óptimo para la realización del aprendizaje, se toman dos áreas cruciales de la inteligencia emocional, el área de la inteligencia interpersonal y de la inteligencia intrapersonal (Gardner, 2011). La inteligencia interpersonal se constituye a partir de la capacidad para sentir distinciones entre los demás; en particular,