Actores sociales, acciones colectivas y transformación social. Brayan Álvarez Valeria

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Actores sociales, acciones colectivas y transformación social - Brayan Álvarez Valeria Agendas y debates

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al margen de la misma educación.

      Educar para la paz adquiere un sentido concreto: formar para la convivencia ciudadana, es decir, desarrollar competencias para una convivencia pacífica, una acción política y una pluralidad en todo sentido. Es allí donde la institucionalidad ha creado un discurso incómodo para los y las jóvenes, ya que la convivencia pasa por la normatividad antes que por la resolución de conflictos o la construcción de escenarios en los que la dignidad de la persona se percibe de forma significativa. Es por esa misma razón por la que la cátedra para la paz debe superar un obstáculo evidente: ser direccionada como norma y no como propuesta que convoca a analizar la realidad concreta por sus protagonistas. Entonces, el paso no se dará mientras los actores de cada institución no se sientan conectados con sus propias dinámicas; hasta tanto no se supere ese obstáculo, no podrá concebirse la concreción de la cátedra para la paz. Allí aparecerán sujetos que escuchan de forma activa, capaces de dialogar con el otro, con el totalmente otro, quien en su autenticidad existe y comparte el mundo (Ceballos, 2013).

      Ese desinterés estaba en sintonía con la Unidad de Proyección Social de la USTA y con otras iniciativas, que fueron tejiendo una red de amigos que día a día se esfuerzan por aportar a la generación de las condiciones en las que la paz trascienda el concepto y aterrice en las prácticas concretas: instituciones educativas, fundaciones, redes, profesionales, organizaciones sociales. De esta manera, se teje al mismo tiempo pedagogías — así, en plural—diversas y ricas en sus formas de llegar a la escuela.

      La condición de trabajar con niños, niñas y jóvenes obligó a crear códigos de fácil recordación, que a su vez pudieran impactar en la construcción de un discurso de paz, en prácticas concretas, y que se conjugaron con la vivencia propia de quienes participaron de los espacios. Al mismo tiempo, era necesario justificar —en términos positivos—la asistencia a las instituciones por parte de la USTA. Quizás esta necesidad fue la más fácil de sortear, pues la impronta de proyección social que tiene la institución abría el horizonte para diseñar estrategias capaces de articular el compromiso con la transformación social. Lo mejor apenas comenzaba, pues se reconocía la necesidad y la importancia de hablar de paz, se tejían redes, se cambiaban los códigos tradicionales, pero era necesario mantener el rumbo.

      Impactos y esperanzas

      La idea fundamental de aplicar ejercicios, talleres y programas que respondan a la necesidad de educar desde la paz para la obtención de un mundo diferente es que este reto sea aceptado con entusiasmo, al descubrir que hay múltiples apuestas que creen en la educación como un escenario privilegiado para la construcción de la paz, a partir de la generación de las condiciones en las que realmente se pueda ser consciente del momento histórico que vive Colombia. Esto traerá como consecuencia una distinción social en el entorno que favorecerá a muchos, mediante el inicio desde temprana edad de estas actividades, de modo que se produzca en ellos esa transformación intrínseca y sean partícipes o conductores de una nueva generación, capaz de experimentar un mundo con menos violencia, discriminación, daños y flagelaciones, con más posibilidad de una vida digna.

      La esperanza está puesta en la red que se ha venido tejiendo poco a poco; espacios en los que coinciden las apuestas de investigación educativa con el Semillero Educación y Política de la Facultad de Sociología; la Red de Estudios Críticos (REC) Latinoamérica, que ha acogido la iniciativa y aporta en la difusión de los talleres, instituciones educativas públicas y privadas de Bogotá; instituciones de educación superior como la Corporación Universitaria Minuto de Dios, desde donde se han desarrollado los talleres como herramientas que se puedan replicar en otros lugares donde sus profesionales en formación tienen incidencia. Así, la red va creciendo, alimentándose de los aportes de las comunidades con las que se vienen creando vínculos y que permitirán medir los impactos cuando una sociedad más justa, equitativa y en paz se materialice con las nuevas generaciones.

      La tarea es permanente. No podrá cerrarse un proyecto de esta magnitud. Por el contrario, será necesario seguir rastreando las diferentes iniciativas en torno a la construcción de paz desde la escuela y visibilizarlas, aprovechando el enfoque tan propio de Proyección Social que tiene la USTA. Es preciso reconocer que hay múltiples formas de pensar el contexto, maneras diversas que potencian las habilidades de una generación que ha asumido la construcción de un nuevo país, y que no desea repetir las prácticas bélicas violentas. Para finalizar, la convocatoria para articular todos los procesos posibles debe mantenerse abierta, continuar visitando, conociendo y rediseñando constantemente cada ejercicio; esta debe ser una caja de herramientas que viaje y se ajuste a las necesidades de cada realidad concreta.

      Conclusiones

      La escuela se convierte en un escenario fundamental para la creación de iniciativas en construcción de paz, pues permite que sea un espacio para la reflexión crítica, en el que estudiantes, docentes y padres de familia construyan comunidad. La educación en sus diferentes vertientes —formal, no formal o informal—va a permitir que surjan lugares comunes frente a la verdad, la justicia y la reconciliación, siendo escenario de encuentro, diálogo y transformación de las relaciones sociales, rompiendo con muchos imaginarios que se han tenido históricamente sobre el conflicto.

      Las pedagogías se convierten en un lugar común de enunciación en el que se ponen en juego múltiples perspectivas para comprender el conflicto. Pero sobre todo se entiende allí cómo concebir el papel subjetivo en la construcción de paz: una pluralidad de voces, relatos y contextos que se encuentran desde sus necesidades e intereses locales (territoriales). El impacto de este texto resulta en las propuestas que surgen de las propias dinámicas locales, de los propios jóvenes; un espacio de diálogo y encuentro entre quienes han vivido la violencia o se han visto afectados por ella.

      Referencias

      Aguirre, C. (2016). Educación para la paz y políticas educativas de América Latina. Revista Inclusión & Desarrollo, 3(2), 17-22. http://doi.org/10.26620/uniminuto.inclusion.3.2.2016.27-22

      Briceño, L., Torres, M., Córdoba, A., Le Blanc, J. y Maldonado, D. (2016). Construcción de desarrollo y paz: aprendizajes y recomendaciones desde los territorios. Redprodepaz.

      Ceballos, P. (2013). Educación para la paz y para la democracia. Revista Raximhai, 9(1), 35-48. http://uaim.edu.mx/webraximhai/Ej-26articulosPDF/02-PedroCeballosRendon.pdf

      Centro de Estudios e Investigaciones Docentes (CEID). (2017). Escuela, territorio de paz. Fecode. https://fecode.edu.co/ceid/images/documentos2017/Escuela%20territorio%20de%20paz.pdf

      Chaux, E. y Lleras, J. (2004). Competencias ciudadanas de los estándares al aula, una propuesta de integración a las áreas académicas. Ediciones Unidades. http://www.scielo.org.co/pdf/res/n19/n19a12.pdf

      Galtung, J. (2014). La geopolítica de la Educación para la paz. Aprender a odiar la guerra, a amar la paz ya hacer algo al respecto. Revista de Paz y Conflictos, 7, 9-18. http://revistaseug.ugr.es/index.php/revpaz/article/view/1565

      González, R., Peralta, A. y Molina, S. (2018). La escuela: Escenario para la construcción de paz. Revista Espacios, 39(46), 10. https://revistaespacios.com/a18v39n46/a18v39n46p10.pdf

      Mejía,

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