Economía española y del País Valenciano. Autores Varios
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* Al año, por trabajador.
Fuente: Eurostat.
Estos cálculos se refieren al número de personas ocupadas. Si precisamos los cálculos con el número de horas de trabajo realmente realizadas por trabajador, las cifras del trabajo realmente empleado en la actividad productiva cambian un poco, según matiza la columna de la derecha.
La razón de estas diferencias radica en lógicas cruzadas. En Europa (y en España) hay más vacaciones y días de fiesta y más presión sindical que en EE. UU. para limitar las horas de trabajo, hecho que reduce la cifra de horas efectivamente trabajadas al año. Sin embargo, en España, a diferencia de lo que ocurre en la UE y EE. UU., el porcentaje de trabajadores a tiempo parcial es muy bajo (7,9%) en comparación con Europa (13,8%) y EE. UU. (13%), hecho que hace aumentar las horas efectivamente trabajadas por trabajador.
En todo caso, hay que constatar una paradoja en cuanto a que la gran creación de puestos de trabajo en España en los últimos años se haya dado con un lento crecimiento de la productividad, lo cual quiere decir que se creaban muchos puestos de trabajo pero que eran de baja cualificación. La paradoja radica en que una buena parte del empleo ha sido para personas cualificadas. De hecho, de los 7 millones de puestos de trabajo creados entre 1997 y el 2007, 3,2 millones han sido de nuevos trabajadores con formación profesional II o universitarios.
En el País Valenciano, como en toda fase expansiva, la capacidad de creación de puestos de trabajo ha sido superior entre 1994 y el 2007, porque su estructura productiva está especializada aún más que la española en actividades productivas intensivas en factor trabajo, como se ha reiterado más arriba.
Por la misma razón, la crisis económica posterior destruye más puestos de trabajo que la media española, habida cuenta de que los sectores más afectados por la crisis (ciertos servicios y construcción) son, efectivamente, muy intensivos en trabajo.
2.2.2 La productividad
Como fuente de crecimiento, sin embargo, la pieza clave es el crecimiento de la productividad (
Pues bien, el crecimiento de la productividad (
Dicho esto, hay que recordar lo que ya se ha señalado más arriba en cuanto a las trayectorias diferentes de la productividad en las diversas partes del mundo y, concretamente, en EE. UU. y Europa. Por ejemplo, en Europa, el intenso crecimiento de la productividad anterior se desacelera a partir de los años setenta: del 3,4% anual entre 1966 y 1975 al 0,9% entre 1996 y el 2004. En España, peor: del 5,4 al 0,7%. Aunque las cifras son mejores si se realizan por hora efectivamente trabajada, debido a la reducción de la jornada laboral (Reig, 2007: 59).
Asimismo, hay que tener en cuenta que esta desaceleración europea no ocurre en Estados Unidos, donde la desaceleración de la productividad deja ya de operar en los años ochenta y se invierte posteriormente. Hay, por lo tanto, en los últimos años un cese de la convergencia de la productividad del trabajo entre Europa y EE. UU.
Además, los factores de crecimiento de la productividad desempeñan un papel diferente a cada lado del Atlántico. En EE. UU. el principal factor es el incremento de la productividad total de los factores (PTF), por el gran desarrollo de las TIC, la mejora de costes por el proceso de desregulación y por las economías de escala en el sector de la distribución comercial, principalmente. En la mayoría de las economías con mayor crecimiento de la productividad, efectivamente, ha sido importante la presencia de un sector productor de bienes TIC potente. Es el caso de Finlandia, Suecia, Estados Unidos y el Reino Unido. En contraste, en Europa en general, lo que ha contado más es la elevación de la ratio capital/trabajo (
Las diferencias son más acusadas en el caso español. De hecho, la tasa española de inversión de capital sobre el PIB continúa aún siendo más de un 20%, superior a la media europea. Las razones son la necesidad de introducir el progreso técnico incorporado a los nuevos bienes de capital, el encarecimiento relativo del factor trabajo y el mayor peso, en el PIB, de las industrias y servicios intensivos en capital. La dotación de capital de la economía española ha conseguido así ir convergiendo con la de los otros países de la OCDE, donde, por otro lado, se ha hecho patente la lógica de los rendimientos decrecientes en la acumulación de capital.
En el 2003, la dotación de capital de la economía española era del 90% sobre el 100% de la media europea o el 107% de EE. UU. (De la Dehesa, 2003). De hecho, según Myro (2007: 58), la desaceleración en el ritmo de crecimiento de la productividad desde finales de los años setenta se atribuye más al estancamiento del progreso técnico que a la caída de la intensificación de la capitalización. Realmente, lo que se da es prácticamente un estancamiento en el crecimiento, cuando no un crecimiento negativo, de la PTF.4
Ahora bien, algunas de las causas del lento crecimiento de la productividad tienen naturaleza estructural, tienen que ver con la especialización productiva, la composición de la inversión y la organizatión de las actividades productivas. Sin embargo, hay que insistir en que las transformaciones estructurales tienen su origen en el progreso científico y tecnológico, el cual es relevante para su continuidad. Además, su efecto sobre la competitividad depende de la velocidad relativa de este progreso respecto al de los países competidores.5
Al menos, en el gráfico 2.1 se sintetiza la importancia relativa de las fuentes de crecimiento de la productividad del trabajo (en el sector privado, que es el más representativo en este orden de cosas) para economías de referencia: País Valenciano, España, UE-15, Japón y EE. UU. Las fuentes del crecimiento que se destacan en él son la intensificación de la capitalización (se distingue entre capital de las TIC y capital no-TIC), la mejora de la cualificación y composición del trabajo (capital humano) y la PTF.6
GRÁFICO 2.1
Las fuentes del crecimiento. Productividad del trabajo del sector privado. 1995-2000 frente a 2000-2005 (%)