Las luchas por el agua en México (1990-2010). Karina Kloster

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Las luchas por el agua en México (1990-2010) - Karina Kloster

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es alarmante el aumento de la desigualdad tanto dentro como entre los países. Las consecuencias negativas de este proceso no sólo repercuten en el ámbito del desempleo, la precariedad laboral y los salarios, sino que además desencadenan migraciones e inestabilidad social a nivel mundial.2 Por otra parte, el crecimiento desigual en el mundo deja como consecuencia un deterioro ecológico cuyo avance es crecientemente alarmante, tal como lo demuestran el calentamiento global, la pérdida de especies naturales y la deforestación de las reservas verdes (como la del Amazonas), entre otros fenómenos.

      Las reservas de agua existentes empiezan a ser invadidas por la contaminación y la sobreexplotación de los mantos acuíferos. Como explica Esteban Castro,3 sólo 2.5% (cerca de 35 millones de km3) del volumen del agua total en la Tierra (estimado en alrededor de 1 400 millones de km3) es dulce. De esta agua, la porción utilizable para consumo humano es menos del uno por ciento y el consumo global de agua se ha estado duplicando cada 20 años, lo que representa más del doble de la tasa de crecimiento poblacional. Por otra parte, la situación de deterioro y la consecuente escasez del recurso se agrava en muchos países en desarrollo, donde se espera el mayor incremento en la demanda debido a la incorporación de patrones de «modernidad», con aumento considerable de consumo de agua y donde la erosión, la contaminación y el agotamiento de los recursos hídricos están reduciendo la disponibilidad de agua dulce.4 A pesar de que hay en promedio suficiente agua para todos los seres humanos sobre la Tierra, 1 100 millones de individuos (lo que equivale a 17% de la población mundial) no tienen acceso a agua potable. El dato adquiere mayor relevancia cuando se sabe que estos porcentajes no reflejan la circunstancia de que —fuera del mundo desarrollado— la calidad del agua empleada para beber es a menudo inadecuada. El manejo de las aguas residuales, la contaminación de las fuentes de agua y la provisión de servicios básicos de saneamiento constituyen aún uno de los retos más importantes a escala mundial. Gran proporción de los riesgos y amenazas a la salud humana relacionados con el agua están ligados y/o causados por la forma en que se manejan y desarrollan los recursos hídricos. Se estima que 2 400 millones de individuos (40% de la población mundial) carecen de servicios de saneamiento básico,5 y que más de 5 millones de personas mueren cada año por infecciones prevenibles relacionadas con el agua.6 Se calcula que entre un cuarto y un tercio de la tasa de mortalidad humana es directamente atribuible a factores de riesgo ambiental, y de éstos los relacionados con el agua ocupan un lugar predominante.7

      Ante tan alarmante situación y como mecanismo para enfrentar las consecuencias perversas del crecimiento económico desigual no sustentable, que ha tenido lugar en las últimas décadas, diferentes organismos internacionales así como distintos estados-nación se han comprometido al cumplimiento de diversas metas y tratados que tienen por objetivo eliminar las diferentes problemáticas que preocupan en la actualidad a las sociedades: la distribución inequitativa de la riqueza social global, el desequilibrio de los ecosistemas y el deterioro medioambiental.8 A pesar de los compromisos, la tendencia actual dominante indica la imposibilidad de los gobiernos para alcanzar dichas metas debido a los costos que implica la ejecución de políticas públicas adecuadas.9 De igual modo, en el nivel de los territorios de los diferentes estados-nación, y en la medida en que el agua es un recurso vital, las respectivas administraciones y gobiernos se muestran cada vez más imposibilitados de abastecer agua en cantidad y calidad suficientes a la población que aún carece de ella.

      La conjugación de los efectos del desenvolvimiento de la actual forma de producción dominante en nuestro mundo, el aumento de la desigualdad social, el deterioro medioambiental, en especial el deterioro del ciclo reproductivo del agua apta para consumo humano, unidos a la tendencia hacia una imposibilidad de los estados-nación de ejercer una política eficiente que contrarreste estas secuelas del crecimiento económico, trae como consecuencia transformaciones en las formas de observación y conciencia de los conflictos, y de los mecanismos de expresión de los mismos. Por lo que la creciente heterogeneidad de las luchas sociales en todos los territorios, genera como resultado una situación conflictiva altamente inquietante.

      En México observamos la emergencia de una problemática cuyas dimensiones comienzan a articularse de manera similar. En primer lugar, la desigualdad en la distribución de los recursos genera pobreza y exclusión, además de una problemática social muy compleja y aguda. Para 2008, 44% de la población en México (casi 50 millones de personas) vivía en la pobreza, y una quinta parte, en pobreza extrema; mientras que para el año 2014 ya eran 55.3 millones de mexicanos bajo la línea de pobreza lo que representa el 46.2 % del total nacional. De estos pobres extremos una cuarta parte reside alrededor de las áreas urbanas del centro del país.10 Por otra parte, la pobreza en la década de 1990 a 2000 no sólo aumentó cuantitativamente debido al crecimiento poblacional, sino que los pobres son ahora más pobres que al inicio de la década, y eso vale tanto para los habitantes de zonas rurales como para quienes viven en las ciudades. Por lo anterior, estamos ante un fenómeno de características estructurales basado fundamentalmente en la pauperización y la exclusión creciente de determinados sectores sociales.

      La pobreza no sólo es una cuestión estructural, constituye además la expresión de una configuración de relaciones de poder desequilibrantes en la construcción de la riqueza social. A este fenómeno de la desigualdad, que produce pobreza y exclusión social, se superpone otro que comienza a tener visos cada vez más fuertes en relación con posibles futuras catástrofes para los habitantes de determinadas regiones. El deterioro ambiental en México constituye un nuevo síntoma de degradación que el sistema de producción dominante ha generado. «De continuar con la tala ilegal de árboles, con la contaminación de aguas y el inadecuado manejo de residuos peligrosos, en menos de 30 años el país presentará problemas catastróficos en materia de medio ambiente, advirtió la Organización de las Naciones Unidas (ONU).»11 De igual manera, el informe sobre medioambiente en México realizado en 2004 advierte que la disponibilidad de agua dulce está siendo mermada constantemente pues los acuíferos están sometidos a una gran presión, sobre todo en las zonas áridas del país, donde el balance hídrico es negativo y se está agotando el recurso. Esto se ve agravado por la reducción de los volúmenes de infiltración, fenómeno que es resultado de la pérdida de zonas de recarga, de la deforestación y de los cambios de uso del suelo. Además, regiones del país han aumentado la presión sobre sus acuíferos como resultado de su crecimiento económico y demográfico. Por ejemplo, en la región del Pacífico Norte, en las cuencas centrales del norte y en la región Lerma-Santiago-Pacífico, entre 1998 y 2000, el uso de agua subterránea aumentó en 11.5%, 57.6% y 12.4%, respectivamente.12

      Se estima que en 2000 se extrajeron de los ríos, lagos y acuíferos del país 72 km3 de agua para los principales usos consuntivos (Figura 1). Este volumen representa 15% de la disponibilidad natural media nacional (escurrimiento superficial virgen y recarga de acuíferos) y, de acuerdo con la clasificación de la ONU, el recurso del país se considera que está sujeto a presión moderada. Sin embargo en las zonas centro, norte y noroeste este indicador alcanza un valor de 44%, lo que hace del agua un elemento sujeto a alta presión y limitante del desarrollo.13

      Por otra parte, los problemas que enfrenta México en el sector tienen que ver con el hecho de que 50% del agua subterránea que se utiliza proviene de acuíferos sobreexplotados al mismo tiempo que los mantos superficiales se hallan contaminados.14

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      Fuente: Programa Nacional Hidráulico, 2001-2006. Semarnat, 2001.

      Debe añadirse que las condiciones climáticas, las precipitaciones y las aguas subterráneas se distribuyen de manera diferente a lo largo del territorio mexicano, como también lo hacen las actividades productivas en las diferentes regiones del país y sin tener en cuenta los recursos de agua. Lo paradójico

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