Discursos de España en el siglo XX. Varios autores
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Aragón, arma de la patria que ha sabido morir por ella, ante la desacertada política africana que lleva estéril a los hijos del pueblo, demanda la inmediata terminación de la guerra con la consiguiente repatriación de tropas, y dice a los poderes públicos: para el trabajo y la cultura, para caminos, riegos, fomento de la riqueza y reforma social, nuestro esfuerzo jamás regateado; para insensatas empresas, para combatir sin plan ni objeto en Marruecos, ni una peseta, ni un hombre.[54]
La movilización anticlerical fomentada por los republicanos respondía a estas características que mencionamos. Aunque su origen estuviera en un conflicto local, los discursos de la protesta y los escritos en la prensa republicana acababan remitiéndolo a un esquema nacional de conflicto con el clericalismo y el régimen monárquico, en el que solían aparecer retazos de la visión republicana de España con rasgos claramente anticlericales. Como recordaba un dirigente republicano de un pueblo de La Rioja (Cenicero) en el discurso ofrecido a los participantes en la manifestación de julio de 1910:
La cuestión religiosa, relegada en los países cultos a la esfera privada de la familia y la conciencia, constituye entre nosotros problema nacional de gran importancia, problema nacional que atañe a las cuestiones políticas y sociales, de tal trascendencia que su resolución, en uno o en otro sentido, tiene que influir de una manera definitiva y notable en el porvenir, en el mañana de nuestra Patria.[55]
Las protestas, los mítines y las manifestaciones respondían muchas veces a campañas impulsadas a nivel nacional, como las campañas electorales, la protesta por el nombramiento de Nozaleda para la sede arzobispal de Valencia o por la negociación del Concordato, o la campaña a favor de la legislación secularizadora de Canalejas. Los mítines movilizaron a los líderes nacionales que recorrían la geografía española, o a los líderes locales y regionales que se movían en ámbitos locales o provinciales, ante la atenta mirada de la prensa de partido, que recogía puntualmente sus palabras más significadas. Los llamamientos populistas invitaban a participar en las movilizaciones a todos los hijos del pueblo. Los símbolos, gritos y cánticos (La Marsellesa, Himno de Riego, los vivas a la República y a los líderes republicanos nacionales) unificaban a todos los participantes. Y el objetivo era que el clamor de la protesta local llegara en última instancia al gobierno, o bien, en el caso de Canalejas, para manifestarle su apoyo como si se tratara de un plebiscito popular.
Las mujeres eran bienvenidas a los actos de significado anticlerical como una prueba de que se distanciaban del oscurantismo y la dominación a la que, según los republicanos, las sometía el clero. No es que pensaran en ellas como ciudadanas con plenos derechos políticos. Esto de hecho no ocurrió hasta la II República, e incluso, entonces, muchos de ellos se opusieron al derecho al voto de las mujeres con el argumento de que estaban demasiado influidas por el clero e iban a votar a las derechas, pero sí que veían que las mujeres tenían un papel dentro de esa nación española. Una función que se definía fundamentalmente por el lugar que ocupaban en la familia: como compañeras de los esposos republicanos y como educadoras de los hijos en los valores republicanos. De ahí la importancia que atribuían a la necesidad de que las mujeres adquirieran una educación laica.[56]
Fue precisamente la defensa del acceso de las mujeres a una mejor educación lo que definió la lucha de las librepensadoras laicistas desde finales del siglo XIX. Para estas mujeres, ligadas principalmente al republicanismo, ése era el camino si se quería lograr la regeneración de la sociedad. Fundamentaban sus demandas en la importancia del papel que desempeñaba la mujer en la sociedad como esposa y madre, cuidadora de la familia y educadora de sus hijos, futuros ciudadanos. Insertaban estos presupuestos en los planteamientos regeneracionistas de la época y lamentaban que, a pesar de la importancia que tenían las mujeres para el avance de los pueblos, no contribuyeran como podían y debían a la regeneración nacional por falta de una mejor formación.[57]
No todas las mujeres laicistas estaban de acuerdo con la subordinación social de las mujeres que llevaba implícita el republicanismo por el papel que les atribuía en relación con la nación. Las demandas de emancipación de las mujeres laicistas llevaron a algunas republicanas, desde finales de la primera década del siglo, a ver en la educación una vía para acabar con esa subordinación. Eran conscientes de las limitaciones que presentaba el republicanismo a este respecto, ya que no se planteaba que en un futuro próximo las mujeres quedaran integradas en el conjunto del pueblo con las mismas capacidades soberanas que sus componentes masculinos. Entre tanto, al hilo del conflicto anticlerical, también se implicaron en movilizaciones que tenían un referente nacional, como la manifestación celebrada en Barcelona en defensa de las mujeres, el librepensamiento y la república, o el contramanifiesto firmado por 50.000 mujeres según El Pueblo de Valencia frente a las presiones de las mujeres católicas sobre el gobierno de Canalejas. En ambos casos, la vinculación de las organizadoras con el republicanismo permitió que las dos iniciativas tuvieran mayor repercusión en la esfera pública. Reflejaron también que en el republicanismo había posibilidades de que las mujeres participaran en la regeneración de la nación de formas diferentes a los papeles de compañera y madre propugnados por el discurso republicano mayoritariamente aceptado, como lo demostró la lucha de las republicanas laicistas y feministas librepensadoras.[58]
En conclusión, la movilización política y social liderada por los republicanos, las prácticas de sociabilidad, las conmemoraciones, la difusión de ritos e imaginarios simbólicos, la prensa, así como la labor educativa y cultural desarrollada por ateneos, casinos e instituciones republicanas constituyeron experiencias de politización de la población que mostraron la capacidad nacionalizadora de una cultura política como la republicana, que tenía en el patriotismo español uno de los referentes ideológicos esenciales. Eran mecanismos de socialización política característicos de la cultura política