El derecho colombiano y la apertura en los debates sociales contemporáneos. Álvaro Hernán Moreno Durán
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En efecto, si la democracia participativa se entiende como óbice metodológico para la participación ciudadana en el componente gubernamental, de acuerdo con Sánchez y Muriel (2007). Para lograr dicho objetivo, es necesario procurar el aumento de personas que sean titulares del sufragio, con el fin de propender creciente participación en asuntos públicos decisivos. A partir de esto puede concederse una convicción de lo político con el fin de determinar una soberanía que promueve la unión volitiva y consecuencia de ello, la concreción de un proyecto político.
Los procesos electorales
en Colombia
Cuando la Constitución de 1991 se sancionó, y con la apertura a la pluralidad de partidos, se dio inicio a un proceso democrático más incluyente. No obstante, la evidencia ha señalado que los partidos siguen siendo de unos pocos. Hay incluso quienes señalaron que en Colombia los sistemas de partidos dejaron de lado el bipartidismo tradicional para dar paso al sistema de múltiples partidos, pero realmente lo que se dio fue el “fraccionamiento de los partidos políticos tradicionales” (Velásquez, 2018, p. 140). El maestro Carlos Gaviria Díaz (2017), por ejemplo, en una conferencia ofrecida en Viena, señaló con referencia a las consideraciones expresadas acerca de los partidos, citando al expresidente Alfonso López Michelsen, que el constitucionalista argumentaba que cuando las elecciones se realizaban en regímenes absolutistas era “la carrera de un solo caballo”, y que cuando, al contrario, los regímenes eran democráticos, “la carrera se daba con varios caballos”, pero del mismo dueño.
Señaló también el maestro Gaviria (2017), en la citada conferencia, que cuando participó en diferentes campañas electorales en la costa norte de Colombia, una señora se le acercó y le dijo: “Doctor Gaviria no vaya a creer que aquí existen personas que compramos y vendemos los votos, aquí compramos y vendemos los votos”. Este asunto de la compra y venta de votos en Colombia es un secreto a voces, diferentes columnistas, escritores y doctrinantes lo han venido denunciando, sin embargo, hasta la fecha no ha ocurrido nada al respecto.
Así pues, Noam Chomsky (2017) ha señalado que en el mundo existen diez estrategias para la manipulación mediática de las personas, poco a poco estas se convierten en un credo para las clases dirigentes. Las mismas serán citadas solo a manera de ejemplo sin mayores exámenes:
1. La distracción. 2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. 3. La gradualidad. 4. Diferir. 5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. 6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. 7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. 8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. 9. Reforzar la autoculpabilidad y 10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismo se conocen. (p. 3)
¿Pero quién puede utilizar a su favor estas estrategias?, como señalaría Saramago, solo los ricos que tienen el capital y los mass media a su disposición y servicio, no solo para lo anterior, sino para pagar encuestas con ciertas metodologías que, de acuerdo con Palomares (2017), citando a la Corte Constitucional, presentaron problemas en la fundamentación constitucional de esta función electoral. Es por lo anterior que José Saramago (2014) sostiene que en el mundo son escasas o nulas las democracias y son muchas las plutocracias.
El voto en blanco como
alternativa de participación
Una de las formas electorales que ha tenido Colombia desde la década de 1970 ha sido el voto en blanco, esta posibilidad se ha dirimido en un mecanismo de participación, porque de su aplicación surge un veto social, una muerte política para los candidatos. No obstante, este mecanismo carece de significancia para el Estado y para la ciudadanía, razón por la que la Corte Constitucional arguyó en el examen que realizó de la Ley 84/93, y dispuso materia electoral para así no restarle importancia al voto en blanco:
equivale a hacer nugatorio el derecho de expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad que también debe tutelar toda democracia. Desconocerle los efectos políticos al voto en blanco, comporta un desconocimiento del derecho de quienes optan por esa alternativa de expresión de su opinión política. (Sentencia C-145 de 1994. M. P.: Alejandro Martínez Caballero)
Conforme lo dicho por la Corte Constitucional, en el sistema de participación política, el voto en blanco es una expresión de disenso cuyas consecuencias son políticas, promoviendo el espacio de libertad del sufragante, con un resultado decisivo en los comicios (Sentencia C-490 de 2011. M. P.: Luis Ernesto Vargas Silva). Así pues, prima la participación en democracia, desde la génesis de la Constitución de 1991, pero son pocas las ocasiones en las cuales el voto en blanco ha sido verdaderamente relevante. De acuerdo con la Misión de Observación Electoral (2017), estos han sido los resultados:
2003. Elección de alcalde de Susa (Cundinamarca): Gana el voto en blanco por mayoría absoluta. 2007. Elección de alcalde de Maní (Casanare): Gana el voto en blanco al candidato con mayor votación, no por mayoría absoluta, sin efectos legales. 2010. Elecciones de Parlamento Andino. Gana el voto en blanco al candidato con mayor votación, no por mayoría absoluta, sin efectos legales. 2011. Elecciones de alcalde de Bello (Antioquia): Gana el voto en blanco por mayoría absoluta, con efectos legales. 2013. Elecciones atípicas de Gobernación del Huila: El Consejo Nacional Electoral ordena quitar toda la publicidad del voto en blanco, ante la inexistencia de un comité promotor. Esta decisión fue demandada y se encuentra en estudio ante el Consejo de Estado. (p. 5)
Como se observa, en dos ocasiones el voto en blanco ha generado los efectos por los cuales se creó; no obstante, la población colombiana prefiere dejar de votar, es decir, abstenerse de votar y permitir en últimas que otros elijan por ellos. En el 2015, dos pueblos colombianos, Tinjacá (Boyacá) y Florida (Valle del Cauca), dieron ejemplo en la utilización del voto en blanco, ya que en el proceso electoral para la escogencia popular de alcaldes, ganó el voto el blanco, convirtiendo este en un verdadero mecanismo de participación ciudadana.
Sobre el voto en blanco, el escritor José Saramago, en su libro, Ensayo sobre la lucidez, escribió una novela política que cuenta la historia de una ciudad capital de gran importancia, en la cual, en un proceso electoral, ganó el voto en blanco con un margen cercano al 83 %. Lo anecdótico de este texto, es que al lanzamiento del libro asistió el expresidente de Portugal, Mario Soares, quien increpó a Saramago por el mensaje del libro, de la siguiente manera, según Saramago:
En medio de un debate muy vivo, él me miró un poco descontento y me dijo: “¡pero hombre! ¿Usted no entiende que 15 por ciento de votos en blanco serían el descalabro de la democracia?” Y yo contesté: “¿y 40 o 50 por ciento de abstenciones no son el descalabro de la democracia?” Él no contestó, se quedó un poco indeciso, pero la conclusión a la que todos nosotros tenemos la obligación de llegar —y no porque yo lo diga, sino porque, sencillamente, la evidencia es la evidencia— es que entre la abstención y el voto en blanco, los políticos prefieren la abstención. (Saramago, 2006, p. 40)
A la premisa anterior, se debería agregar que para el sistema político reinante es preferible que la gente no piense, es decir, que no decida, pues la abstención hace que una elección sea legítima con un porcentaje de electores que a todas luces es bajo. El ciudadano que vota en blanco, al contrario del que no vota, logra expresar su disconformidad de manera explícita, convirtiendo al voto en blanco en un voto antisistema, en la expresada rara combinación de ser “un voto antisistema dentro del sistema” (Cotarelo, 1991).
Así pues, recordemos cómo solía ser la sociedad de la antigua Grecia e inspirémonos en ella. Según Aristóteles (citado por López, 2013), la sociedad clásica griega evidenciaba un buen