Argumentos. Tomás Miranda Alonso

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Argumentos - Tomás Miranda Alonso страница 4

Argumentos - Tomás Miranda Alonso Encuadres

Скачать книгу

El Seminario Permanente de Filosofía José Gaos, dirigido por el profesor Guillermo Quintás, valoró las diversas prácticas docentes vinculadas al uso de Argumentos según el texto de la primera edición. Por eso mi reconocimiento tanto al proceso de valoración del material llevado a término por el profesorado integrante del Seminario (César Casimiro, Carme Franch, Silvia Ferry, Pilar García, J. Miguel García, Diego Larraz, Carmen Rovira, J. Tomás Rubio, Alfredo Santo, Rosalía Viña), como por las valoraciones de los estudiantes de los institutos de educación secundaria Isabel de Villena, Benlliure, Lluís Vives, Cabanyal (Valencia), Escola d’Art (Oriola), Poeta Moyá (Petrer), Peset Aleixandre (Paterna) y Enric Valor y Clot de L’Illot (Campello). Ellos han sido los que han marcado las ampliaciones teóricas requeridas y asumidas por el mismo contexto de discusión que establece el texto de Argumentos, tal como propuso inicialmente G. Quintás cuando se trató la hipótesis de trabajo del seminario de cara a la valoración y mejora del texto de la primera edición. La experiencia en el aula ha demostrado que las mismas prácticas docentes analizadas recomiendan que estos desarrollos teóricos sean programados en cada caso concreto por el profesor de cada grupo, y deben quedar recogidos en el cuaderno de filosofía, ser objeto de revisión por parte del profesorado y, finalmente, configurarse en cada aula y según la misma recepción e interés que el alumnado otorga al análisis concreto de uno u otro texto, de una u otra pregunta. Por eso no quedan recogidas ni marcadas o indicadas en esta nueva edición, dada la dispersión que se ha generado en los diversos grupos de las prácticas que han sido analizadas; dispersión que este grupo de valoración ha entendido como expresión de los diversos intereses de cada aula.

      Este Seminario, al evaluar un material pensado para uso docente, ha ejercido una actividad que me parece imprescindible en relación con cualquier material destinado a ser usado por el alumnado y que pretenda consolidarse editorialmente; es decir, ha intercambiado las diversas prácticas docentes asociadas al uso de Argumentos, las ha expuesto, discutido y, finalmente, contrastado con la valoración que del material y del curso hacen los estudiantes de forma anónima y cuando ya han sido calificados. Mi reconocimiento al método y proceso de valoración de Argumentos, que se tendría que generalizar a cualquier material pensado como material del alumnado.

      4. K. Matsuura: «Prefacio», en M. Goucha: La Filosofía. Una escuela de la libertad, París, UNESCO, 2011, p. IX.

      5. J. Dewey: ¿Cómo pensamos?, Barcelona, Paidós, 1989.

Image Introducción ¿Cómo se puede justificar una opinión o una acción?

      1. Bienvenidos a esta comunidad de personas razonadoras

      Parece sencillo. ¡Si desde que tenemos «uso de razón» –¿desde los ocho, diez, doce años…?– la estamos utilizando y desarrollando! Es el consejo y mandato que todos los profesores nos dan cuando no sabemos cómo resolver un problema: párate, piensa, razona. Seguro que tenéis una hermanita o un primo de cuatro o cinco años que no para de hacer preguntas a la vez tan sencillas y complicadas que son como el aguijón de un insecto que pica breve pero incesantemente. Recuerdo que hace algunos años mi cuñada me telefoneó a las once de la noche para que le respondiera a su hijo, que por aquella época tendría unos diez años, la pregunta que acababa de hacerle a ella con urgencia; pido que me pase la comunicación con mi sobrino, pensando que se trataría de alguna pregunta de historia o de lengua, cuando oigo al otro lado de la línea: «Tío, que qué es el infinito y qué es la eternidad». Sin comentarios. No me preguntéis qué le dije, porque ya no me acuerdo. Lo que sí sé que no hice es colgarle el teléfono, como tantas veces se hace al ignorar las preguntas de las personas que nos rodean o incluso al reprimir con el ruido y la prisa las que nosotros mismos nos hacemos. O como cuando algún profesor corta una cuestión porque considera que no tiene relación con el programa de su asignatura. Lo que posiblemente tampoco hice es darle una respuesta cerrada que, a modo de receta, le dictase lo que tenía que pensar y lo disuadiese de seguir haciéndolo. Yo no sé qué es la eternidad ni el infinito como puedo saber cómo se halla la hipotenusa de un triángulo rectángulo conociendo la longitud de sus catetos, o quién fue el autor de Cañas y barro. Y es que hay preguntas cuyas respuestas no se pueden encontrar en ninguna enciclopedia, pero que no por ello dejamos de hacérnoslas, porque vivir como seres humanos exige que continuamente nos hagamos preguntas sobre el sentido de lo que sabemos y hacemos y porque la pregunta supone ya un pensamiento crítico que sospecha que las cosas pueden ser de distinto modo que como aparecen o como nos las cuentan. No sé, pues, qué es la eternidad, pero me puedo embarcar en diálogo filosófico con el otro, en este caso con mi sobrino, para entre los dos aclarar algo más el sentido de la pregunta y, de acuerdo con la edad del interlocutor, descubrir los diferentes usos de esa palabra. Algo así era lo que hacía el filósofo griego Sócrates, quien consideraba que la labor del maestro era dialogar con el alumno para ayudarle a descubrir él mismo las respuestas a sus preguntas; y cuando el alumno creía que había llegado ya a un puerto seguro en el mar del conocimiento, entonces Sócrates le respondía con otra pregunta que lo despertaba del letargo al que se llega cuando se cree que se sabe algo de manera definitiva.

      Supongo que, con lo listos que sois, ya os estáis dando cuenta de que os estoy proponiendo implicaros en una actividad en la que el arte de hacer preguntas va a ser muy importante. Podríamos decir que vamos a practicar el juego del preguntarse, que no es un simple juego de preguntas y respuestas, sino la tarea de preguntarnos a nosotros mismos sobre el sentido de nuestra propia experiencia, que vamos adquiriendo en el esfuerzo que todos hacemos por constituirnos como humanos y vivir como tales. Y los humanos somos seres que construimos discursos y conocimientos para explicar los fenómenos naturales y sociales que nos rodean, organizamos sociedades y formas de convivencia porque no podemos vivir si no es en grupo, transformamos el medio natural y social para hacerlo más habitable –o no– y procuramos vivir en un mundo bello y justo –aunque muchos se esfuerzan en lo contrario–. Y para realizar todo esto necesitamos de la luz de las ideas, de las teorías, de los pensamientos, sin los cuales no podemos orientar nuestra acción. Y para que se enciendan estas luces necesitamos los interruptores de las preguntas, pero no solo de aquellas que pueden ser respondidas por las ciencias de la naturaleza o sociales, sino de las preguntas que van más allá de lo que el método científico puede responder, pero que no podemos dejar de hacérnoslas porque tienen que ver con las cuestiones que más nos afectan como seres humanos, pues son las que ponen en tela de juicio el sentido y los límites de lo que sabemos y hacemos. Estas son las preguntas filosóficas. Y si la ciencia se construye en comunidades de investigadores, estas preguntas deben plantearse y tratarse en el marco de comunidades de razonadores, donde los participantes se comprometen a intercambiar sus distintos puntos de vista con la intención de llegar a conclusiones razonables, en la medida de lo posible, o a enriquecer la propia visión de un problema en tanto que las opiniones de los demás merezcan ser tenidas en cuenta atendiendo a las razones presentadas.

      En suma, os estoy invitando a convertir el aula en que os encontráis en una comunidad de razonadores que se ejercitan para construir comunitariamente un pensamiento riguroso sobre cuestiones que tienen que ver con vuestras experiencias como seres humanos. Repitiendo el lema ilustrado de Kant, os exhorto a que tengáis el coraje de pensar críticamente, de pensar por vosotros mismos, y a que vuestros juicios sean pasados por el crisol del análisis riguroso y no sean meras repeticiones de lo que se emite continuamente por los altavoces de los medios de comunicación. Pero para pensar críticamente es necesario someter nuestras opiniones a los puntos de vista razonados de los que tienen algo que decir al respecto. Por eso, es conveniente que en este curso de filosofía que os propongo os ejercitéis en la escucha de las razones de vuestros compañeros y compañeras y os esforcéis por justificar vuestras propias opiniones con buenas razones y valorar las de los demás con criterios rigurosos. Para ello es muy importante que todos vosotros os esforcéis para que la clase se convierta en un espacio que os ayude a pensar, en donde

Скачать книгу