Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman
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En tanto que joven socióloga blanca, era consciente de estos patrones, los estudiaba y me esforzaba mucho por aplicar mis principios en un matrimonio igualitario y heterosexual en el que compartíamos el ganarnos el sustento de la vida y el cuidado de nuestra hija. Dado que ese matrimonio duró la mayor parte de nuestros años de crianza, tuve la suerte de contar con un compañero que realmente participaba en las tareas del hogar, lo que me permitió desarrollar una carrera académica. Ahora, en mi segundo matrimonio, mi esposo es mucho más hogareño de lo que yo he sido nunca y, de nuevo, tengo la suerte de disfrutar de comidas gourmet al volver a casa después de un ajetreado día de trabajo.
Describo cómo mi historia de vida me ha llevado a interesarme por la desigualdad de género porque quiero reconocer abiertamente que escribo desde un punto de vista en particular. Cada escritora, cada científica y, en concreto, cada científica social conceptualiza el mundo a partir de sus circunstancias vitales. Es importante que cada persona reflexione sobre cómo sus experiencias cotidianas influyen en su trabajo. En tanto que socióloga, tal reflexión me aflora de manera natural. Me interesa la desigualdad de género porque mi vida se ha conformado intentando escapar de las restricciones del sexismo propio del siglo XX. Llegué a la mayoría de edad durante la época del movimiento feminista, y comprender la desigualdad de género ha sido un motor impulsor en mi vida porque sé que no podemos cambiar algo a menos que entendamos cómo funciona. He llevado a cabo esta investigación desde mi punto de vista feminista y mi objetivo es comprender cómo funciona la desigualdad de género para ayudar a terminar con ella.
Cómo hemos llegado a este punto en la historia de la humanidad y qué hacer al respecto es la pregunta intelectual que ha impulsado mi carrera académica. ¿Por qué nuestra sociedad toma el material biológico que diferencia a los seres humanos y crea con él categorías sociales que lo determinan todo, desde los estilos de vestir o las preferencias por determinados juguetes, hasta las opciones profesionales? Incluso utilizamos el hecho biológico de que son los cuerpos femeninos los que dan a luz para excusar a las personas con cuerpos masculinos de la responsabilidad moral de realizar tareas de cuidado destinadas a sus hijas/os, padres/madres o amigos/as enfermos/as. ¿Discrepan? Bien, ¿cuándo fue la última vez que le preguntaron a un hombre que acababa de tener un hijo o hija si volvería a trabajar ahora que era padre? Precisamente, mi propia trayectoria investigadora comenzó con un estudio sobre padres que criaban solos a sus hijos e hijas. ¿Eran capaces de hacer bien este trabajo o su masculinidad se lo impedía? En ese momento, estaba segura de que las diferencias de género desaparecerían si los hombres y las mujeres tuvieran las mismas oportunidades y limitaciones, pero mi investigación y la de otras autoras me convencieron de lo contrario. Aunque eso es adelantarse en el relato.
En el primer capítulo proporciono una breve genealogía de la investigación de género, ya que creo firmemente que no se puede entender el presente sin conocer el camino que nos ha llevado hasta él. La principal contribución de este primer capítulo es ofrecer una manera de pensar el género en tanto que estructura social. Aporto mi propio marco teórico, que he venido desarrollando desde hace décadas (Risman, 1998; 2004), aunque revisado a conciencia. Puesto que la sociología experimentó un giro cultural a principios del siglo XXI, mi trabajo ha recibido algunas críticas por ser demasiado estructural. En la versión revisada del marco teórico que se ofrece aquí, trato de corregir esta debilidad. Como suele suceder, el hecho de incluir matices supone agregar complejidad. El modelo teórico que presento en este libro sigue siendo fiel a mi argumento de que debemos centrar la atención no solo en la identidad de género a nivel individual, sino también en las expectativas de interacción y en los problemas macroinstitucionales. No obstante, para cada nivel de análisis, sugiero que diferenciemos entre lo material (lo que podemos tocar, ver y sentir) y lo cultural (nuestras ideas, significados y creencias). El núcleo central de este argumento fue publicado en Social Currents (2017), ya que constituyó la base de mi discurso para la presidencia de la Southern Sociological Society. En el libro utilizo este marco teórico para organizar mi investigación sobre la generación millennial.
Después dirijo la atención directamente a aquella generación joven adulta que alcanzó la mayoría de edad en el siglo XXI, gran parte de la cual recuerda el 11-S como un episodio histórico y nunca ha pisado un avión sin que los cacheen ni han vivido en un mundo sin ordenadores personales. Es la generación de los mensajes de texto y del sexting, del enrollarse y de la precariedad laboral tras la universidad. Una generación tan dividida en clases como el resto de América, más diversa étnicamente que cualquier otra anterior y con una edad promedio de matrimonio tan tardía que pasa más tiempo soltera que cualquier generación antes, sin cónyuges ni descendencia. Las mujeres van más a la universidad que los hombres, pero aun así se mantiene la brecha salarial de género. Durante su infancia, casi todas ya fueron criadas por madres que por lo menos en algún momento tuvieron un trabajo remunerado y, sin embargo, se enfrentarán, al igual que lo hicieron aquellas, al techo de cristal de la maternidad. El mundo ha cambiado drásticamente con respecto al que conocieron sus padres y sus abuelos de jóvenes, pero, aun así, en algunas cosas, ha continuado igual, especialmente en lo que se refiere a la responsabilidad de las mujeres en el trabajo diario de cuidados. ¿Cómo entiende hoy el género la generación millennial? Se trata de personas de entre 18 y 30 años, que alcanzaron la mayoría de edad en el siglo XXI, por eso se las ha etiquetado como millennials.1 ¿Son hijas de la revolución de género o sus soldados rasas? La investigación que se presenta aquí es el primer estudio en profundidad sobre la generación millennial y la estructura de género que ha heredado, cómo la experimentan y qué están haciendo, si es que hacen algo, para cambiarla. La pregunta que pretende responder este libro es: ¿cómo entiende la generación millennial la estructura de género en la actualidad? ¿La cambiarán? Pero antes de que pasemos a esta pregunta, debemos explorar lo que otras personas han escrito sobre los y las millennials y lo que sabemos sobre la etapa vital en la que se encuentran en este momento. En el capítulo 2 veremos que la psicología ha acuñado una nueva denominación para esta etapa de la vida: la adultez emergente. La sociología suele designarla como la etapa de adultez joven. Lo que sabemos ahora sobre la generación millennial puede verse modificado a medida que vayan envejeciendo, por lo que no se puede asegurar si estamos asistiendo a una etapa en evolución o a algo que se fijará como un rasgo característico de su cohorte a lo largo de sus ciclos vitales. En cualquier caso, asistimos a un acalorado debate sobre si esta generación está tan centrada en sí misma como para llegar al punto del narcisismo o si, por el contrario, se trata de la próxima gran generación.
En el capítulo 3 presento la información metodológica sobre quiénes son las personas a las que estudiamos, cómo recopilamos los datos y cómo los analizamos. El principal hallazgo, que me sirve para organizar los siguientes capítulos, es que las personas entrevistadas utilizan distintas estrategias tan diferentes entre sí que tuvimos que separarlas en cuatro grupos (verdaderas/os creyentes, innovadoras/es, rebeldes y oscilantes)2 con la finalidad de comprender mejor qué estaba sucediendo en sus vidas o en los relatos que compartieron con nosotras sobre estas.
Algunas personas de nuestra muestra se revelan como verdaderas creyentes respecto a la estructura de género que experimentan. Las presento en el capítulo 4. En el nivel individual, podríamos afirmar que se trata de mujeres femeninas y hombres masculinos, o que intentan serlo. Han crecido en familias que las han socializado según las normas tradicionales de género