Proceso a la leyenda de las Brontë. Aurora Astor Guardiola

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Proceso a la leyenda de las Brontë - Aurora Astor Guardiola Oberta

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publicación de las novelas de las Brontë, tanto lo que vino a continuación como la especulación que todavía continúa sobre ellas y su obra se deben a estas circunstancias originales y a sus derivaciones. La fuerza y agresividad de una obra poco ortodoxa para la sociedad victoriana, firmada por unos misteriosos nombres masculinos que más tarde se revelarían como tres mujeres alejadas de la vida social, favorecieron la curiosidad y morbosidad de una sociedad reprimida, algo que la posterior biografía de Gaskell no hizo sino incrementar y nutrir de forma insólita. Gaskell vertió en su biografía todos los ingredientes de una leyenda romántica: una infancia huérfana y solitaria, una sombría casa parroquial junto a un cementerio fantasmal en los confines de un pueblo remoto, las brumas y nieblas de los desolados páramos, un hermano demoníaco, un padre aterrador, la tuberculosis y la muerte. Desde entonces, la verdadera historia y la leyenda se confunden, la vida de las Brontë se ha convertido en ficción literaria y su creación literaria en biografía. Hay gente que desconoce que fueron escritoras, pero sabe de su importancia porque han visto películas de su vida. Otros visitan la casa que habitaron, meriendan sobre las tumbas del antiguo cementerio, se emocionan al contemplar las minúsculas botas de Charlotte y lloran ante el pequeño sofá en el que, según la leyenda, Emily expiró. Existen también personas que han llegado a las Brontë a través de las novelas de ficción escritas a partir de sus biografías, o incluso a través de análisis feministas específicos escritos por investigadores de reconocido prestigio académico. Y, por si esto no bastaba, todavía hay otros que recorren enloquecidos los páramos esperando encontrar entre los brezos a la pareja formada por los personajes literarios Catherine y Heathcliff.

      A pesar de su fragilidad física y su timidez, Charlotte siempre soñó con una vida social más intensa, con conocer a gente culta, inteligente e importante. También quiso llegar a ser famosa por sus novelas y esto desde luego lo consiguió. Lo que no pudo suponer nunca es que tanto ella como sus hermanas llegarían a ser famosas y conocidas, no tanto por su literatura como por su vida y sus circunstancias personales. La familia Brontë, Haworth, el Parsonage, el cementerio, los páramos, el viento y los brezos fueron y siguen siendo realidades históricas. Pero lo que de ellos sabemos, el modo en que nos aproximamos a su literatura y su vida contiene, quizá inevitablemente, la textura y el sabor de las leyendas. Y es justamente aquí donde radica el aspecto de la leyenda más difícil de soslayar o criticar. A pesar de que la leyenda ha llegado demasiado lejos, a extremos en ocasiones inaceptables, es imposible negar el hecho de que a través de ella las Brontë han llegado a ser presencias vivas en sus propias obras. Esto ha permitido que desde su muerte la literatura haya llegado a un número incalculable de lectores, dándose además la circunstancia de que este público está formado por lectores de todas las edades, razas y culturas, así como de momentos histórico-sociales muy distantes en su cronología.

      La revisión de esta primera biografía es tarea ineludible desde el momento en que considero que en ella se encuentra la mayor parte de los ingredientes que originaron la leyenda. Los investigadores posteriores a Gaskell siguieron utilizándola como principal fuente de información y aunque otras biografías como las de Winifred Gérin y Rebecca Fraser, por ejemplo, introdujeron detalles que Gaskell desconocía o eliminó, las ideas básicas acerca de la vida de las Brontë no han cambiado mucho desde entonces. La obra de Gaskell es un clásico que sigue utilizándose y citándose en buena parte de las investigaciones más recientes, como atestigua la obra de Juliet Barker, la biografía más extensa y rigurosa de los Brontë jamás realizada y a la que también me he de remitir como contraste. Por otra parte, la revisión de su proceso de elaboración y resultado final es también necesaria. Para la ilustración de mi tesis o contraleyenda con respecto al pueblo de Haworth, a la casa familiar y al paisaje del West Riding utilizaré necesariamente muchas de las descripciones y detalles utilizados por la biografía de Gaskell que a continuación se analiza.

      Poco después de la muerte de Charlotte, el 16 de abril de 1855, Mrs. Gaskell (1810-1865), reconocida escritora que había conocido a Charlotte Brontë durante sus breves años de fama, recibió una carta totalmente inesperada de Patrick Brontë, el padre de Charlotte. Tras la lectura de un artículo particularmente escabroso aparecido en Sharpe´s London Magazine, con el apoyo de su yerno Arthur Nicholls, Patrick Brontë decidió escribir a Gaskell, pidiéndole que escribiera una biografía que demoliera dicho artículo (Sellars: 114). Parece ser que Gaskell, admiradora de Charlotte, ya había pensado con anterioridad en la posibilidad de escribir acerca de su vida, sobre todo después de su primera visita a Haworth en septiembre de 1853. Durante los cuatro días que pasó entonces en el pueblo como invitada de Charlotte, movida por la curiosidad y deseosa de conocer más detalles escabrosos acerca de la familia de su amiga, llegó incluso a interrogar a Martha Brown, una de las criadas de la casa. Por ello, tras la recepción de la carta, no dudó en emprender la tarea que Brontë le proponía. Aparte de la ayuda, los recuerdos y las cartas que pudo recibir de la familia que todavía vivía, Gaskell consiguió trescientas cincuenta cartas que Ellen Nussey, íntima amiga de Charlotte desde su encuentro en 1831 en la escuela Roe Head, no llegó a romper nunca, a pesar de que Charlotte le había pedido que lo hiciera. Recibió también, desde Nueva Zelanda, una larga carta de otra amiga de la misma época, Mary Taylor, en la que ésta aportaba todos los recuerdos que conservaba de Charlotte. Gaskell viajó, una vez más, a Haworth y pasó allí varios días visitando con detenimiento la zona; se entrevistó también con amigos y conocidos de Charlotte y de su familia, con algunos de los sirvientes que habían trabajado para ellos e incluso con el dueño de la papelería, John Greenwood, que había conocido a los hermanos Brontë desde niños y les había suministrado el papel para escribir durante toda su vida.

      Todos recordaron a los Brontë y expresaron sus opiniones acerca de la familia. Gaskell, indudablemente movida por el afecto hacia Charlotte, y con un afán por conseguir la máxima veracidad y recopilación de detalles para su biografía, llegó a viajar a Bruselas a principios del verano de 1856 con el fin de conocer personalmente el pensionado de Constantin Héger, en la Rue d’Isabelle de esa ciudad, así como a los antiguos tutores de Charlotte y Emily. Le fue imposible hablar con Madame Héger, que debió de esconderse tras haber salido tan mal parada en la novela Villette, pero pudo hablar con su marido, quien sabía de la inteligencia de su antigua alumna y también comprendía sus sufrimientos (Barker, 1995: 787).

      Pero la semilla de la leyenda se había sembrado con anterioridad. Durante los días que Gaskell y Charlotte pasaron en Briery Close como invitadas de la aristocrática familia Kay-Shuttleworth, su anfitriona sufrió un catarro pasajero, de modo que aprovechó su retiro forzoso para un jugoso cotilleo con la futura biógrafa de Charlotte. La semilla comenzó a germinar entonces a través de la versión de Lady Kay-Shuttleworth. La estrecha relación personal que Gaskell llegó a establecer posteriormente con Ellen Nussey, íntima amiga de Charlotte, sirvió para alimentar y sazonar el caldo de cultivo en que se iba a gestar la futura biografía. Ellen, tras la muerte de Charlotte, no pudo evitar un sentimiento

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