Ciudadanos, electores, representantes. Marta Fernández Peña
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En resumen, se puede concluir que, desde el punto de vista político, en ambos países se produjo una evolución desde un liberalismo más radical en la década de los cincuenta –cuando tuvieron lugar medidas bastante avanzadas como la abolición de la esclavitud o del tributo indígena, como se verá a continuación– hasta llegar a una etapa más moderada en la década de los sesenta, que finalizaría con un sistema bastante conservador en la década siguiente, especialmente en el caso de Ecuador y su Carta Negra. Además, en ambos países hay que reseñar la impronta política que tuvieron dos individuos concretos: Ramón Castilla en Perú –a pesar de que su mandato acabó a comienzos de la década de los sesenta, su influencia se dejaría sentir mucho más allá– y Gabriel García Moreno en Ecuador.
EL AUGE ECONÓMICO Y EL SURGIMIENTO DE LA BURGUESÍA COMERCIAL
Los cambios políticos que se perciben en la década de 1860 en ambos países andinos coincidieron con el surgimiento de una élite económica y social vinculada al comercio internacional y a las finanzas, que en ambos casos se situaba en territorios concretos. El surgimiento de esta élite económica no era casual, sino que se debía al auge de determinados productos –el guano en el caso de Perú, el cacao en el de Ecuador– que permitieron introducir a los dos países en el mercado internacional. En este sentido, Perú y Ecuador seguían una tendencia generalizada en los países de América Latina, especialmente los que tienen costas en el Pacífico, que empezaron a integrarse en la economía internacional a través de la exportación de determinados productos, en un periodo en el que en Europa y Estados Unidos se estaba llevando a cabo la Segunda Revolución Industrial. Así, por ejemplo, cabe mencionar el caso de El Salvador y su producción de café.47
En el caso de Perú, el periodo que transcurre desde mediados de los años cuarenta y hasta el inicio de la guerra contra Chile (1879) se conoce como «la era del guano» porque se vio protagonizado por la explotación de este recurso. El guano era un abono muy apreciado para la agricultura por su alto contenido de nitrógeno, producido a partir de los excrementos de ciertas aves.48 Perú llevó a cabo una gran producción de guano durante estos años debido a su abundancia en algunas de sus islas, siendo unas de las más importantes las islas Chincha. Por ello, cuando los buques españoles ocuparon dichas islas en 1864, la República de Perú le declaró la guerra al Gobierno español, y reclamó la pronta retirada de su territorio y la reparación de su honor nacional.49
Aunque el guano había estado presente en territorio peruano desde la época de los incas –quienes, de hecho, también lo utilizaron como fertilizante agrícola en su economía–, este recurso había caído en el olvido, «como gran parte del valioso conocimiento incaico de los Andes, durante la frenética destrucción de la conquista», según apunta Peter Flindell.50 El geógrafo inglés Clements Markham, quien realizó algunos viajes por los Andes en las décadas de 1850-1860, señalaba a través de sus escritos la importancia dada a este valioso recurso durante la época incaica:
El gobierno ilustrado de los incas del Perú sabía bien cómo apreciar este valioso abono; fue muy utilizado a lo largo de su imperio y se dice que se infligía la pena de muerte a cualquiera que molestara a las aves durante la temporada de cría.51
Sin embargo, parece que los peruanos de mediados del siglo XIX no tuvieron la misma capacidad para aprovechar el auge económico que produjo la explotación del guano. El redescubrimiento del potencial del guano por parte de los peruanos coincidió con un momento en el que en Europa se estaba desarrollando la Revolución Industrial. Por esta razón, el nitrógeno contenido en el guano se empezó a revalorizar, y Perú se convirtió en un país poseedor de un recurso altamente ambicionado por las principales potencias industriales. Sin embargo, frente a los intentos extranjeros de intervenir en este rico negocio, la burguesía peruana presionó al Estado para que legislara en favor de los nacionales. Así, en 1862 se dio una ley que «obliga(ba) al Estado a preferir en cualquier contrato a “hijos del país”». En cualquier caso, la explotación y comercialización del guano, desde 1847, quedaría en manos privadas, pues en ese año se estableció un sistema de consignaciones por el cual el Estado encargaba todo el proceso guanero a empresarios particulares –en su mayoría peruanos, aunque también participaron algunos extranjeros– que se quedaban con un porcentaje de los beneficios. Durante esta etapa, por tanto, «la burguesía peruana por medio de la Compañía de Consignación de Guano en el Extranjero logra que el negocio más lucrativo de Perú se le entregue». La época de privilegio de la burguesía peruana acabó con la firma del Contrato Dreyfus en 1869, por el cual el ministro de Hacienda Nicolás de Piérola vendió buena parte de los recursos guaneros a la francesa Casa Dreyfus.52 Este contrato trajo consigo fuertes protestas por parte de los empresarios peruanos, que acusaron al Gobierno de haber firmado «la sentencia del despojo» y de haber llevado a cabo un atentado contra el pueblo del Perú.53 En definitiva, el auge guanero acabó beneficiando exclusivamente a un sector socioeconómico concreto –la burguesía comercial–, mientras que para el Estado supuso una crisis financiera en la década de 1870.
Lo que podía haber sido una buena oportunidad para el desarrollo económico de Perú acabó sin embargo por agotarse en la década de 1870 debido a la mala gestión del Estado, la codicia de los empresarios, la corrupción y la sobreexplotación de un recurso finito «consumido por una pequeña élite en una orgía de importaciones de lujo».54 Finalmente, los beneficios económicos que podía traer consigo la explotación del guano no se supieron aprovechar de forma adecuada, ya que no se vieron transformadas las estructuras sociales y económicas, que siguieron perpetuando la herencia colonial. De hecho, las consecuencias nefastas del auge guanero fueron identificadas incluso por algunos viajeros que visitaron Perú durante estos años. Por ejemplo, el ya citado Clements Markham comentaba así sus impresiones:
Un gobierno prudente hubiera considerado el monopolio del guano como una extraordinaria fuente de ingresos, y lo habría reservado para pagar la deuda interna y externa y para mejorar las obras públicas; pero parece que la mente de los peruanos se hubiera turbado con este maravilloso aumento de sus ingresos, y lo han derrochado con ruinosa y deshonesta imprudencia.55
En la misma línea, el estadounidense Friedrich Hassaurek se sorprendía de que, a pesar de que las reservas de guano convertían a Perú en el país más rico de América Latina, para el año 1868 aún no se había construido un ferrocarril que comunicara a la capital con las tierras altas del interior, ni siquiera con «la capital de los antiguos Incas». Así, este autor sentenciaba que «la riqueza del Perú ha demostrado ser una gran fuente de su miseria política», debido a que «sus recursos fueron derrochados de manera imprudente por sus gobernantes».56 Pero también los propios peruanos eran conscientes de la situación a la que el boom guanero les estaba llevando. Así, un escritor de El Comercio ponía de manifiesto que «el huano, según el unánime sentir de los inteligentes, ha hecho y sigue haciendo nuestra desgracia, así como el caudal que se entrega al joven inexperto, hace su pérdida».