Añorantes de un país que no existía. Salvador Albiñana Huerta

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Añorantes de un país que no existía - Salvador Albiñana Huerta Oberta

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ha seguido una línea recta, y yo he ido –le confiesa a Perujo citando a Baltasar Gracián– a brincos de conciertos y desconciertos, por el medio en que nací, por mi formación familiar, por mi evolución histórica.

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      Manuel Altolaguirre, Antonio Deltoro, Ana Martínez Iborra, Juan Gil-Albert y Ramón Gaya, Alicante, 1937. Archivo Ana y Antonio Deltoro Martínez, México.

      En las entrevistas despliega Deltoro su capacidad fabuladora en la evocación de tipos y de ambientes. Advierte contra el abuso de la anécdota, pero recurre a ella a menudo. «Brillante platicador y agudo polemista –y un tanto montaraz–», escribió Renau, que lo trató mucho y por largo tiempo.

      No era de los más asiduos a nuestras reuniones y debates –prosigue Renau, en referencia a quienes formaban la redacción de Nueva Cultura–. Sin embargo, estaba siempre presente en nuestro ánimo, que temía y gozaba a la vez del cálido, ingenioso y cáustico juicio de su lengua. En nuestra redacción –cuando venía–, en las tertulias de café –donde estaba siempre– o en las de mi estudio, su «mala leche» ibero-valenciana era la sal y la pimenta, que él prodigaba y suministraba equitativamente. […] Aprendíamos mucho de él.18

      Fue, sin duda, diestro en la controversia y un excelente conversador, educado en la frecuente lectura y en el templado florete de la tertulia de café.

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