La otra economía que NO nos quieren contar. Eduardo Garzón Espinosa
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La otra economía que NO nos quieren contar - Eduardo Garzón Espinosa страница 10
[1] Véase, por ejemplo, M. Louzek, «The battle of methods in economics. The classical Methodenstreit – Menger vs. Schmoller», The American Journal of Economics and Sociology 70, 2 (2011), pp. 439-463.
[2] J. A. Schumpeter, History of Economic Analysis [1954], Nueva York, Oxford University Press, 1994 [ed. cast. Historia del análisis económico, trad. Manuel Sacristán, Barcelona, Ariel, 2015].
[3] H. P. Minsky, Stabilizing An Unstable Economy, New Haven, Yale University Press, 1986, p. 231.
[4] A. Smith , La riqueza de las naciones [1776], Madrid, Alianza, 1994, p. 312.
[5] W. Mosler y M. Forstater, «The natural rate of interest is zero», Working Paper n.º 37, 2004. Disponible en [https://www.pragcap.com/wp-content/uploads/2011/02/WP37-MoslerForstater.pdf].
[6] Lerner, «Money», en Encyclopedia Britannica, Londres y Chicago, 1946, p. 693.
[7] B. Ruml, «Taxes for revenue are obsolete», American Affairs 8, 1 (1947), pp. 35-38. Para una traducción al castellano: [http://www.redmmt.es/recaudar-impuestos-como-fuente-de-ingresos-esta-obsoleto/], último acceso el 14 de abril de 2021.
[8] Para profundizar en el debate existente en torno a la función redistributiva de los impuestos desde una visión de la TMM, véanse: A. Baker y R. Murphy, «Modern Monetary Theory and the Changing Role of Tax in Society», Social Policy & Society 19, 3 (2020), pp. 454-469; T. Fazi y B. Mitchell , «Tax havens must be closed, but not for the reasons you think», Green European Journal, 16 de febrero de 2018, disponible en [https://www.greeneuropeanjournal.eu/tax-havens-must-be-closed-but-not-for-the-reasons-you-think/], último acceso el 14 de abril de 2021; R. Murphy, «Tax Justice and Modern Monetary Theory: a Guide», Naked Capitalism, 30 de marzo de 2020, disponible en [https://www.nakedcapitalism.com/2020/03/tax-justice-and-modern-monetary-theory-a-guide.html], último acceso el 14 de abril de 2021.
[9] Para profundizar en las funciones de los impuestos desde una perspectiva de la TMM, véase, por ejemplo, H. Bougrine y M. Seccareccia, «El papel de los impuestos en la economía nacional», en P. Piégay y L.-P. Rochon (eds.), Teorías monetarias poskeynesianas, Madrid, Akal, 2006.
V
El dinero del Estado no sirve en cualquier parte
En los capítulos anteriores hemos visto que, para la Teoría Monetaria Moderna, el dinero es un producto del Estado, cuyo uso generalizado se logra a través de mecanismos coercitivos como los impuestos. En este capítulo vamos a analizar los límites a los que se enfrenta un Estado a la hora de lograr dicho objetivo, así como los puntos de fricción que existen con la visión metalista del dinero.
Al ser entendido el dinero como un producto de una autoridad o Estado en particular, sólo sirve en el territorio sobre el que ese Estado ejerce su poder a la hora de exigir impuestos; no hay garantía de que sirva más allá de él. Imaginemos qué le hubiese pasado a un sumerio que fuese con su tablilla de arcilla de silas a Egipto, donde se usaban deben. Pues, evidentemente, nadie le hubiese aceptado esa tablilla como pago, porque en Egipto no servía para nada. Ni siquiera la arcilla de la que estaba hecha el objeto monetario era valiosa.
Esto mismo sigue ocurriendo en la actualidad, tú no puedes ir a una tienda de Reino Unido a comprar con euros. Primero tendrás que conseguir libras, que es la moneda que utilizan allí. Esto, que es algo sabido, viene muy claro en los billetes australianos, donde se puede leer: «Este billete australiano es de curso legal a lo largo de Australia y de sus territorios». A esa región en la que un tipo de dinero en particular es aceptado para pagos y transacciones la llamaremos espacio monetario del Estado que crea ese dinero; un término que nos será también de utilidad en capítulos posteriores.
Este espacio monetario no tiene por qué coincidir con el territorio legal de un Estado. A veces puede llegar más allá y a veces menos, y eso va a depender del poderío e influencia del Estado en cuestión. Si es muy poderoso e influyente, su dinero podrá ser utilizado en otros países; si es muy débil, su dinero puede que ni sea utilizado en su propio territorio. Este poderío del Estado no ha de entenderse sólo como la capacidad de imponer tributos, sino también como capacidad militar, económica, tecnológica y cultural.
Por eso las monedas de las potencias económicas y militares siempre han sido y son las más utilizadas a nivel mundial: los denarios romanos eran aceptados fácilmente por muchos pueblos bárbaros porque confiaban en el poder y la integridad del Imperio, cuyo emperador adornaba la moneda con su nombre e imagen; el oro comenzó a ser utilizado por los pueblos de la India en torno al año 100 d.C., simplemente porque comprobaron que los poderosos pueblos del Mediterráneo lo valoraban; el real de a ocho acuñado por el poderoso Imperio español de los siglos xvi y xvii fue la primera moneda de uso mundial, aceptada incluso en territorios no españoles; la libra esterlina fue la moneda de referencia a nivel internacional durante el dominio del hegemónico Imperio británico a lo largo del siglo xix y principios del xx y se utilizó más allá de sus territorios, y desde la Segunda Guerra Mundial el dólar estadounidense es la divisa de referencia y es utilizado de forma oficial por países distintos a Estados Unidos, como Ecuador, Panamá o Timor Oriental[1].
El dinero es una herramienta de poder que tienen los Estados. Por eso es comprensible que falsificar dinero se considere un acto de guerra contra la soberanía estatal y que sea uno de los delitos más perseguidos y penalizados. De hecho, la falsificación de dinero ha sido una estrategia utilizada recurrentemente a lo largo de la historia para mermar al enemigo: durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, las fuerzas británicas inundaron las colonias norteamericanas de billetes falsificados; durante la Primera Guerra Mundial, el Gobierno británico promocionó la falsificación de los marcos imperiales alemanes; durante el periodo de entreguerras, la Unión Soviética falsificó dólares estadounidenses; durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno nazi falsificó dinero británico utilizando el trabajo forzoso de los prisioneros de los campos de concentración[2]; durante la Guerra de Vietnam, el Gobierno de Estados Unidos falsificó la moneda vietnamita; en la fallida invasión de bahía de Cochinos, el Gobierno estadounidense falsificó la moneda cubana… en fin, los ejemplos son incontables.
La falsificación no es un fenómeno reciente en la historia. Estudios numismáticos revelan que incluso las primeras monedas, acuñadas en Lidia durante el séptimo siglo antes de nuestra era, eran imitadas o manipuladas a través de diferentes formas, y todas ellas estaban castigadas con la pena de muerte. La falsificación, a pesar de no haber recibido ninguna atención por parte de la teoría económica convencional, ha existido siempre, lo cual no hace sino apoyar la tesis chartalista. De todo esto