La otra economía que NO nos quieren contar. Eduardo Garzón Espinosa

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La otra economía que NO nos quieren contar - Eduardo Garzón Espinosa A Fondo

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más vinculadas a la teoría de las finanzas, que sostienen que la gente acepta el dinero del Estado en tanto en cuanto este lo gestiona como un activo financiero que otorga cierta rentabilidad a su poseedor. Y también hay otras, como la del economista Joseph Schumpeter, que señalan que la aceptabilidad del dinero se debe a una cuestión legal: los legisladores deciden qué tipo de dinero se debe usar[2].

      Pero ya hemos visto que la TMM, apoyándose en los planteamientos chartalistas, ofrece una respuesta diferente a esta pregunta. Lo que da valor al dinero es que el Estado obligue a pagar impuestos utilizándolo. Esto hace que la gente demande el dinero del Estado para pagarlos y evitar así represalias penales.

      De hecho, en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, esta idea de que los impuestos dan valor al dinero estaba ya bastante extendida entre la población, no sólo entre los economistas. Por ejemplo, la Enciclopedia Británica de 1946 recogía la siguiente definición de «dinero»:

      Sin embargo, tras la decadencia de las ideas keynesianas y la irrupción y auge del enfoque neoclásico a partir de los años sesenta y setenta del siglo xx, esta concepción de los impuestos fue perdiendo fuerza hasta llegar a su mínima expresión. Y hoy lo que impera es la intuitiva –pero sesgada– idea de que la función de los impuestos es financiar el gasto público. Una idea absolutamente rechazada por el chartalismo y por la TMM, y esto es fácil de entender. Si el dinero es algo que crea el Estado, entonces no necesita impuestos para disponer de dinero. La idea de que un Estado necesita recaudar dinero para poder utilizarlo después es propia de la visión de dinero-mercancía, porque entiende que el dinero es una cosa que está en nuestro entorno natural y que hay que cogerla para poder usarla. Pero la visión chartalista sostiene que el dinero es una invención inmaterial del Estado. Por lo tanto, la función de los impuestos no puede ser la de recaudar dinero, porque el Estado puede crear siempre que quiera el suyo.

      Por enlazarlo con lo que vimos en los capítulos 2 y 3: las autoridades sumerias no exigían tributos para recolectar unas tablillas de arcilla que ellas mismas creaban. Lo hacían para obtener recursos reales. De hecho, la gente sólo podría tener tablillas de arcilla si las autoridades las habían creado primero. Por lo que el gasto público venía antes que los impuestos.

      Esto lo podemos ilustrar mejor recuperando la anécdota que cuenta siempre el economista de la TMM Warren Mosler. De visita por Pompeya, viendo los yacimientos arqueológicos, la guía turística les enseñó una serie de monedas y explicó: «Estas monedas las necesitaba recaudar el Imperio romano para luego poder gastarlas en campañas militares, en construcción de acueductos, en pago a funcionarios, etc.». Y entonces Warren Mosler preguntó: «Pero ¿y esas monedas de dónde salían?». A lo que la guía respondió: «Las creaba el Imperio romano utilizando los minerales que sacaba de las minas». Y entonces Mosler volvió a preguntar: «Pero, si las monedas las creaba el Imperio romano, ¿por qué entonces has dicho que tenía que recaudarlas para poder utilizarlas? ¿No sería que primero tenía que crearlas, luego ponerlas a disposición de la gente y luego recaudarlas? Porque no se puede recaudar algo que todavía no has creado». A lo que la guía dijo: «Sigamos adelante, sigamos adelante». Porque evidentemente no tenía respuesta a su pregunta. El Imperio romano no necesitaba recaudar monedas para realizar sus gastos. No era esa la función de los impuestos.

      Esto ocurre también en la actualidad, aunque la casuística es más compleja, como veremos en otro momento.. Pero abramos el apetito con la siguiente pregunta: ¿de dónde cree el lector que han salido todos los euros que tiene en sus bolsillos y en su cuenta bancaria? Lo cierto es que han salido de una institución pública; en este caso, el Banco Central Europeo, que es el único que puede crear los euros (o dar el permiso para que se creen; cuestión que atenderemos en otras páginas). Como se puede ver fácilmente, esto rompe la idea de que el sector público es una especie de parásito del sector privado que necesita sus impuestos para financiar el gasto público. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa apelación –normalmente despectiva– al empleado público de «yo te pago el sueldo»? Pues la TMM le da la vuelta a este razonamiento: no es sólo que el empleado público pueda cobrar su sueldo sin necesidad de que el sector privado pague impuestos, sino que el sector privado no podría tener dinero en sus bolsillos ni pagar impuestos si el sector público no lo hubiese creado antes. Toma ya.

      En fin, ya deberíamos haber entendido que para la TMM un Estado soberano no necesita recaudar impuestos para gastar, sino que es precisamente al revés: para poder ingresar, primero ha tenido que gastar e introducir el dinero en la economía. Los impuestos no sirven para financiar los gastos, sino

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