Música y mujeres. Alicia Valdés Cantero

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la génesis de este libro —en el que todos los autores y autoras y cuantos lo han hecho posible tienen su parte alícuota de mérito—, habría que remitirse al menos a los siguientes tres ámbitos: su infancia en el Colegio Estilo, la juventud bajo los aires renovadores de la Transición democrática y, sobre todo, su responsabilidad como compositora hasta el día de hoy. Detengámonos unas líneas en cada uno de estos elementos y comprobaremos que, si bien partimos de la propia personalidad de la compositora, trascendemos lo biográfico para detectar determinantes de época que nos ayuden a situar esta publicación en el prominente lugar que le corresponde.

      El 5 de abril de 2019 se celebró en la Universidad de Oviedo un amplio coloquio con Marisa Manchado. Acompañaban a la compositora los profesores Toya Solís y Daniel Moro, encargados, dicho sea de paso, de la asignatura Estudios de género aplicados a la Música en el Grado de Historia y Ciencias de la Música. Cuando el Dr. Morole preguntó sobre el origen de su inclinación hacia la música, la creadora madrileña respondió: «De niña». Pero, acto seguido, se le iluminó el semblante y desgranó algunos recuerdos de su paso por el célebre Colegio Estilo de Madrid, que, lamentablemente, está a punto de cerrar al escribir estas líneas. Así, comprobamos con alguien que lo había vivido, lo que se predica de manera unánime sobre este centro escolar, fundado en 1959 y dirigido por la escritora y pedagoga Josefina Aldecoa. En efecto, se impartía allí una educación libre, no sexista, laica, creativa, no memorística y heredera del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Marisa Manchado, como otras ilustres personalidades de la cultura, descubrió el valor del arte en Estilo y, tras orientarse inicialmente hacia la danza, aprovechó su facilidad para repetir al piano lo que le enseñaban en las clases de música para dedicarse de lleno a esta disciplina. En este singular colegio se conformó el fondo de su carácter, nutrido de tolerancia, de sensibilidad y, lo que nos interesa particularmente, de igualdad entre los sexos.

      Luego llegó la Transición, sin duda una etapa muy estudiada y de alto interés para entender bien el presente. En los últimos tiempos han cobrado fuerza las posiciones críticas y no faltan incluso perspectivas revisionistas e interesadas. Los que hemos vivido ese período como veinteañeros —y ese es el caso de Marisa Manchado— sabemos que fueron tiempos para el descubrimiento de las libertades formales, del movimiento feminista, de los cuerpos y de nuevas experiencias en numerosos planos de la vida. También fueron unos años llenos de tensiones políticas y de dolor, pero en los que la efervescencia en el mundo de la cultura era tal que se multiplicaron las actividades, los debates y los proyectos hasta en los más modestos barrios de nuestras ciudades. En 1980, por poner un ejemplo que viene muy bien al caso, se publicó un librito, traducido del italiano, titulado Música bruja y subtitulado La mujer en la música (1980). Recuerda uno perfectamente la seducción que ejerció en ciertos ambientes universitarios de esos años y la sorpresa que causaban algunas de las hipótesis allí expuestas sobre el sentido de la danza, la antigua comunión de las mujeres con la naturaleza, la posibilidad de que la agudeza vocal femenina también tuviese algunas razones más allá de lo fisiológico. Este libro, al que hoy podemos ponerle reparos por ciertos deslices de tipo histórico, fue como un talismán para Marisa Manchado y enlazaba muy bien con lo que empezaban a sentir las mujeres después de que comprobasen que los modos patriarcales seguían funcionando en los recién legalizados partidos de izquierda. La sociedad española venía de donde venía y el cambio real de mentalidad es algo que se tarda mucho en alcanzar.

      Hay otro hecho que no puede dejar de mencionarse. Aquella etapa de cambio se construyó entre todos y todas y hay que ir señalando los colectivos e individualidades que contribuyeron a la transformación de la sociedad. Los manuales resumen mucho la situación y a veces tal parece que aquello fue cosa de la habilidad de un rey, el tesón del presidente Suárez, las renuncias del Partido Comunista y la sensatez del pueblo español. Pero la Transición estaba en cada sector productivo, en cada calle y en cada artista. Un ejemplo muy concreto de ello se halla en la propia prehistoria de este libro. Nos referimos al programa Mujeres en la Música, de Radio 2 (hoy Radio Clásica) de Radio Nacional de España. Se concibió en 1982, emitiéndose los sábados de octubre a diciembre de 1983. Las tres mujeres que hicieron posible dicho programa radiofónico —y que citamos con admiración— son: la periodista Amelia Die Goyanes, la abogada y activista feminista Pao Tanarro Escribano y la compositora Marisa Manchado Torres. Es cierto que la preocupación por el tema de las mujeres en la música había atraído a las tres responsables desde fines de los setenta, habiendo empezado incluso a pergeñar sendos ensayos al respecto hacia 1981, pero el punto culminante se operó con el citado programa. En los sugerentes recuerdos que Amelia Die le dedica en este volumen, queda claro lo mucho de novedoso que había en aquella propuesta de «tres brujas», capaces de colocar en las ondas de la muy seria Radio 2 músicas de mujeres, extraeuropeas, étnicas y populares (¡ahí es nada!), todo en el mismo programa y en medio de comentarios que a veces podrían sonar a informales pero que, en realidad, resultaban inspiradores en cuanto a la apertura de nuevos horizontes sonoros para los oyentes más inquietos. La experiencia fue dura e intensa, sin duda decisiva para afianzar una conciencia que fructificase posteriormente en proyectos como el del libro que ahora reaparece.

      El espíritu de la Transición enlaza directamente con el tercer fundamento de la iniciativa de Marisa Manchado en la ideación de este libro. Nos referimos a su condición de compositora por encima de cualquier otra dedicación. Compositora y mujer, como le gusta repetir. No ha de extrañar que otorguemos la máxima importancia a esta circunstancia por el papel que se les reconoce a las compositoras en el terreno de los estudios feministas sobre música. De hecho, Pilar Ramos lo señala expresamente en otro de sus trabajos: «En el siglo xx, el interés por la música escrita por las mujeres en España ha partido principalmente de las compositoras y no de las musicólogas» (2003, p.28).

      Marisa Manchado siempre estuvo en el meollo de iniciativas referidas a la música de las compositoras, como por ejemplo en el célebre concierto monográfico de compositoras del Grupo Círculo de 1990, que ella misma recordaba en el prólogo de la primera edición, o, por esas mismas fechas, la gestión de las Muestras Internacionales de Música de Mujeres. En alguna ocasión prefirió no formar parte de proyectos de mujeres, sin duda meritorios, pero que no contaban con la decidida vocación feminista que ella exigía como punto de partida. Lo que está claro es que el libro que ahora se reedita supuso una culminación de todos esos desvelos y sigue proyectando luz sobre el tema hasta el día de hoy. Lo que sugerimos es que, tras el dato de que Marisa Manchado es la compiladora de este volumen, concurren determinantes que van desde lo más personal hasta lo más público, circunstancias que explican y, al mismo tiempo, construyen la realidad de nuestra historia reciente.

      Una vez apuntada la poiesis del libro, queda por presentar sucintamente su contenido. Adviértase que, en esta segunda edición, las contribuciones aparecen en orden alfabético, pero es obvio que cada lector/lectora tiene la posibilidad de realizar itinerarios de lectura con criterios temáticos o de otro tipo. En todo caso, el prólogo de la primera edición y la «Declaración de intenciones» de Marisa Manchado (reflexiones muy claras y bien estructuradas sobre la musicología feminista que son una novedad en esta nueva edición) ya están situados en el sitio correcto como pórtico de la publicación.

      El

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