Delitos Esotéricos. Stefano Vignaroli

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Delitos Esotéricos - Stefano Vignaroli

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a mis superiores?

      Y aquí intervino Stefano, una vez más, con su valiosa ayuda. Se aseguró de instalar a los caballos en los establos de un amigo suyo y los perros en un moderno refugio, construido hace poco, que él controlaba desde el punto de vista sanitario. El refugio para perros estaba dotado de una enfermería muy bien equipada, donde Stefano hacía intervenciones de urgencia en perros heridos. Los recursos contemplaban también un ecógrafo, para diagnosticar la preñez de las yeguas hospedadas.

      Era necesario actuar enseguida, porque ya se estaban moviendo abogados de fama internacional para obtener la liberación de los animales y esto hacía aumentar aún más las sospechas y las hipótesis de tráfico ilícito. También Carli estaba removiendo Roma con Santiago, porque habían invadido un terreno de su competencia. Invocaba conocidos importantes en las altas esferas, incluso en el Ministerio del Interior, y exigía que el caso le fuese reasignado.

      En cuanto rapamos el pelo del perro, nos dimos cuenta de que el animal presentaba una cicatriz lineal en cada uno de los lados, al lado de la columna vertebral lumbar.

      ―Intentemos hacer unas ecografías a las grupas de estos perros ―me había dicho Stefano, acariciando con cariño a una de aquellas simpáticas bestias.

      ―Son cicatrices perfectas. No parecen cortes quirúrgicos porque no se ven las señales transversales de los puntos de sutura. Pero un cirujano que sepa trabajar bien, ejecutando una concreta sutura subcutánea, puede obtener cicatrices estéticas como estas. Yo mismo no lo sabría hacer mejor.

      Luego había apoyado la sonda del ecógrafo sobre la parte interesada.

      ―Hay una densidad anómala del tejido subcutáneo. Sugiero llevar a algunos de estos perros a la sala de operaciones para ver qué se esconde debajo de las cicatrices.

      Había anestesiado a un perro, preparado quirúrgicamente la zona anatómica localizada y cortado justo sobre la cicatriz. Sucio de sangre, había extraído un paquete bien sellado, que en transparencia mostraba un polvo blanco. Para nada azúcar o harina.

      ―Droga ―había afirmado ―Con toda probabilidad cocaína o heroína proveniente de Afganistán y destinada a Alemania. Han inventado un bonito truco pero, tal como yo lo veo, alguien que conozco se lo ha sugerido. Los perros antidroga sienten sólo el olor de sus iguales y la droga no es descubierta en la aduana. La intervención quirúrgica se efectúa en origen, así que se espera a que las heridas cicatricen y el pelo de los animales vuelva a crecer. Pero luego, a la llegada, estos animales puede que sean mutilados, incluso matados, con tal de extraer el valioso contenido.

      Había informado del descubrimiento al magistrado, el cual había dispuesto que los animales fuesen operados en condiciones seguras, sacando la droga y que luego fuesen curados como se debía. A continuación se podrían ceder en acogida a personas de buen corazón. Stefano, en su clínica, se había esforzado día y noche para operar a todos los perros, concediéndose pocas horas de descanso y sabiendo que no vería ni siquiera un céntimo al acabar el trabajo. Pero, con tal de tener éxito, hubiera hecho esto y mucho más. Finalmente encontramos doscientos cuatro sacos, conteniendo cada uno de ellos medio kilo de droga, que el laboratorio de la científica había confirmado que era heroína pura. Un valor de ciento treinta millones de las viejas liras (aproximadamente sesenta millones de euros). Habíamos descubierto también que el subinspector Carli estaba involucrado en la historia hasta el cuello, siendo arrestado por complicidad. En ese momento la investigación pasaba a ser competencia de la Interpol, que intentaría localizar la red de narcotraficantes, a partir de todos los elementos puestos a disposición por nosotros.

      Unos días más tarde, el jefe superior de policía, me convocó en su oficina para las felicitaciones de rigor.

      ―¡Felicidades, Ruggeri! Gracias a su intuición hemos logrado un buen trabajo y en el Ministerio nos han felicitado. Ya he firmado la propuesta para su promoción a grado de Inspector Jefe. Además, también hemos descubierto que Carli estaba haciendo de todo para hacer caer en el olvido la propuesta y los fondos que llegaban del Ministerio para el proyecto de la unidad canina. Ahora que Carli ya no está, propondré que la responsabilidad del proyecto pase directamente a su dirección. Podrá disponer de los fondos como mejor le parezca, decidir cómo construir la estructura pero, sobre todo, escoger los perros y los hombres. Por mi parte, la propuesta es la de dejar el puerto a la Guardia di Finanza2, que ya controla la aduana, mientras que nosotros tendremos un espacio concreto en el aeropuerto Raffaello Sanzio, que desde el año 2000 se potenciará. ¿Qué piensa?

      ―Gracias, Jefe, pero no creo que merezca todo esto ―repliqué bajando la mirada ―Sólo he cumplido con mi deber.

      Las palabras de esta conversación, mantenida hace tiempo, todavía resonaban en mi mente cuando la voz áspera del altavoz me sobresaltó.

      ―Les agradecemos que hayan escogido la compañía Nuova Alitalia, se advierte a los señores pasajeros que dentro de diez minutos aterrizaremos en el aeropuerto Cristoforo Colombo de Genova. Son las nueve y media del uno de julio de 2009, la temperatura en tierra es de unos 28 grados, está previsto un tiempo sereno y estable con temperaturas en aumento y vientos del sudeste. Os deseamos una buena estancia. Gracias y hasta que nos veamos nuevamente en esta línea aérea.

      Es verdad, necesitamos más de dos años para poner en pie el Destacamento Canino en el aeropuerto Raffaello Sanzio. En una parte del terreno, que había pertenecido a la Aeronáutica Militar, había sido construida la instalación exactamente como la tenía en la cabeza: doce cubículos cubrían por tres lados un amplio campo de adiestramiento. El cuarto lado estaba ocupado por el edificio de los servicios, realizado a partir de un viejo edificio de Aeronáutica. En el piso bajo había una equipada enfermería para perros, con muchos aparatos radiológicos, un ecógrafo, con un armario de medicinas, además de una sala de cirugía para las operaciones de urgencia. Un par de habitaciones estaban reservadas para las gestiones de tipo administrativo mientras que en la planta superior tenía mi alojamiento, un dormitorio, un baño y una pequeña cocina. Durante muchos años ese lugar sería mi casa y mi lecho, además de mi sede de trabajo, también en consideración al hecho de que siempre estaba más convencida de que nunca me ligaría a un hombre.

      Había escogido personalmente a los perros en el centro canino de la Guardia di Finanza, en Castiglione del Lago, y en el de la Polizia di Stato en Nettuno, cerca de Roma, donde había asistido, en su momento, al curso de adiestramiento. Quería perros perfectamente entrenados y quería cubrir todas las especialidades posibles. Había llevado a Falconara Marittima dos pastores alemanes, para utilizar como perros antidroga, y otros dos perros de la misma raza más un rottweiler, como perros anti terremotos y para las intervenciones de orden público. Como perros rastreadores y para escombros, por lo tanto destinados a intervenciones de protección civil, había optado por una pareja de labrador retrevier y un samoyedo. Luego había seleccionado dos weimaraner para el trabajo con explosivos mientras que otro pastor alemán, un gran macho, había sido elegido para el ataque y la defensa personal. Un cubículo, que quedaba vacío para posibles futuras especialidades, sería enseguida ocupado por mi springer spaniel, Furia, un perro del todo negado para la caza pero con un olfato excepcional, capaz de seguir una pista y encontrar personas desaparecidas sólo a partir de un sencillo objeto perteneciente a quien debía localizar. Pero Furia llegaría unos años después del comienzo de la actividad del destacamento.

      También los hombres habían sido escogidos entre los más aptos de la Polizia di Stato de las distintas provincias de Le Marche. Cada hombre estaba asociado a un perro, como su guía, por lo tanto debía ser no sólo un experto en la misma especialidad del animal sino que debía tener la paciencia de adiestrar y cuidar del propio perro como si fuese su hijo o una parte de sí mismo. Me sentí un poco desconcertada a la hora de proponer al inspector Santinelli que fuese mi ayudante. Habitualmente existen algunas dificultades en aceptar ser

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