Patrimonios migrantes. AAVV

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Patrimonios migrantes - AAVV Oberta

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otro individuo, ya que se trata de un patrimonio que toda persona posee: su lengua materna. Mi lengua materna, la que se hablaba y se habla en la familia y la casa donde nací, la lengua vehicular de la gente con la que viví mi infancia y adolescencia, y la de muchas más personas a quienes he conocido a lo largo de mi vida, no es la misma lengua con la que aprendí a leer y escribir en la escuela. Durante el franquismo, y desde mucho antes, mi lengua estaba prohibida o descartada en el uso oficial, ya que el idioma de la escuela y de las instituciones era el castellano. En la escuela aprendíamos el español, mientras en casa y con los amigos hablábamos nuestra lengua materna. Los dos ámbitos (el doméstico y el oficial) estaban separados por una identidad lingüística diferenciada. Por el hecho de haber crecido familiarizándome con dos idiomas se puede decir que soy bilingüe. Mi competencia lingüística es de cariz natural, ya que crecí aprendiendo ambos idiomas en realidades diferentes. Posteriormente he estudiado y utilizado otros idiomas (francés, italiano, inglés), otras lenguas que he aprendido y voy usando en función de las sucesivas necesidades de orden educativo, laboral o personal. Evidentemente todas esas lenguas forman parte de mi patrimonio, y puedo disponer de ellas en varios registros, en función de las posibles necesidades. Por tanto, mi patrimonio lingüístico ha cambiado, ha evolucionado y se ha transformado a lo largo de las décadas. Se trata de una riqueza que valoro por su variedad. Dicho patrimonio adquirido ha tenido mucho que ver con mi interés por los lenguajes, y esto me hace muy afortunado como usuario, ya que también la curiosidad y el deseo de aprender son un patrimonio que valoro como algo realmente preciado. Si María Zambrano afirmaba «mi lengua es mi patria», como exiliada en México, lugar donde jamás se sintió expatriada, sino que formaba parte de un territorio lingüístico que consideraba suyo, recientemente Juan Marsé remataba la cuestión con otra deriva: «la patria del escritor es el lenguaje». El tiempo y las circunstancias construyen nuevas sendas e interpretaciones del patrimonio lingüístico y cultural.

      En mi patrimonio intangible puedo decir que poseo otros bienes de carácter inmaterial: haber estudiado música, por ejemplo. Aprendí inicialmente en la escuela de educandos de una sociedad musical, una tradición muy vinculada al territorio valenciano. Después amplié durante años mis conocimientos musicales en el conservatorio. El hecho de poder tocar un instrumento, de ser intérprete, y por tanto de tener la oportunidad de gestionar esta habilidad con otros músicos, adquiere la característica de un verdadero patrimonio que se puede compartir. También la oportunidad de haber estudiado una carrera como Bellas Artes en una universidad pública me facilitó el acercamiento a las técnicas y las comprensiones artísticas, lo cual ha redundado en un poso patrimonial que me permite valorar como espectador y como creador otras tantas instancias creativas y estéticas. Lo aprendido y lo vivido forma parte de mi experiencia patrimonial, en la cual anidan los recuerdos, las sensaciones recuperadas, mi labor docente, la relación con mis hijos, los planes que hago con mi pareja, o el deseo de relacionarme con otras personas, de luchar por los derechos humanos, y de generar reflexiones y acciones de orden social y cívico. Este patrimonio intangible es intenso, y tan propenso a la transmisión como puedan ser los patrimonios materiales. Mi interés por mejorar cada día en las clases que imparto tiene un impresionante valor motivador, algo que intento gestionar como un verdadero patrimonio de carácter profesional. Entiendo que todo este patrimonio personal, que afecta también a la gente cercana y a la sociedad en la que vivo, debe ser reclamado como algo valioso, más allá de su posible valor material. Del mismo modo que debemos conocer, valorar, respetar y difundir el patrimonio compartido, hemos de reconocer también el valor de nuestro propio conocimiento como una cuestión patrimonial. Por todo lo dicho, entiendo que tanto mi patrimonio personal como el patrimonio cultural que comparto constituyen entidades que van cambiando y evolucionando con los años, y que adquieren en cada momento una importancia distinta, lo cual hace que estos patrimonios se desarrollen, muten, se modifiquen, cambien, progresen, y por tanto que sean migrantes, en el sentido amplio del término.

      Esta voluptuosa variedad que adquiere un término tan complejo como es el de patrimonio merecía ser revisada desde diferentes ámbitos. Con la intención de reflexionar y meditar en torno a las cuestiones patrimoniales, y especialmente en lo referido a la educación patrimonial, se organizó en la Universitat de València un encuentro de profesionales bajo el lema Patrimonios migrantes, generando así un actividad concreta que permitió acoger a ciento cincuenta participantes, quienes pudieron implicarse en sesiones en las que intervinieron ponentes de diferentes universidades y centros de in­vestigación, en representación de países como Brasil, España, Francia, Italia, Suiza y Uruguay. A partir de sus reflexiones y aportaciones hemos compilado el presente volumen en el que se recogen los textos preparados por sus autores para analizar el concepto que ahora presentamos.

      El conjunto de trabajos que aquí se recopila sirve para introducir este nuevo concepto que hemos denominado patrimonios migrantes. Se trata de una idea que surgió a partir de la preparación de las IV Jornadas Internacionales de Investigación en Educación Artística que se celebraron en la Universitat de València los días 8 y 9 de noviembre de 2012. Nuestra aportación a la educación patrimonial se intensifica con esta novedosa contribución, ya que los patrimonios migrantes introducen la desubicación geográfica del engranaje patrimonial como elemento válido para la reflexión. El tránsito de saberes entre profesorado y alumnado, las trashumancias en todos los sentidos, las herencias cambiantes, las migraciones humanas, el comercio de bienes, o las mutaciones del valor patrimonial, son aspectos que se consolidan al implicar patrimonio con educación, pero no desde un posicionamiento rígido, sino desde la riqueza que genera el movimiento al intensificarse cuando varían los emplazamientos y las ubicaciones. En una sociedad que avanza entre lo presencial y lo virtual no podemos imaginarnos un patrimonio sin migraciones.

      Según Marian Fernández Cao, refiriéndose a ciertos prejuicios asentados en las prácticas educativas, al compartimentar los contenidos éstos surgen

      como surge la necesidad educativa en un aula, las disciplinas se mezclan y los conceptos tejen una red. Las fronteras entre un elemento y otro se difuminan. Comenzamos a hablar de los prejuicios, con la intención de ir trabajando estereotipos y prejuicios sociales y educativos, para irlos analizando y desmontando poco a poco (López Fernández-Cao, 2007: 292-293).

      Siguiendo la reflexión de la autora, con el fin de intentar librarnos de prejuicios y trabas, entendemos los patrimonios migrantes como un nuevo enfoque de edu­cación patrimonial desde el sujeto y su cuerpo hacia los distintos extrañamientos que nos depara cualquier orden establecido. La posibilidad de romper los moldes tradicionales revela nuevas maneras de concebir los patrimonios, de modo que el patrimonio adquirido por nuestros padres o abuelos dista mucho del que están viviendo nuestros hijos. Nuestro bagaje personal y nuestro patrimonio se basan incluso en la imagen personal, asentada en una realidad histórica y social que vivimos como partícipes del momento. La fuerza que adquieren las imágenes mediáticas se estimula en cada una de nuestras interpretaciones, pero sobre todo se incrementa en la posibilidad de compartir dicho imaginario con los demás. Hoy en día cualquier adolescente ha generado y distribuido en las redes más imágenes suyas de las que nunca se hubiesen imaginado tener nuestros padres a lo largo de toda su vida.

      Las IV Jornadas Internacionales de Investigación en Educación Artística se plantearon como una reunión de especialistas en educación artística y educación en museos y patrimonios para abordar las temáticas que afectan a ambos colectivos. Con esta iniciativa se consolidan los trabajos realizados en los últimos años por el grupo Creativa de la Universitat de València. El éxito de anteriores convocatorias organizadas por el icie Instituto Universitario de Creatividad e Innovaciones Educativas, junto con el Departamento de Didáctica de la Expresión Musical, Plástica y Corporal, avalaban este nuevo proyecto. Congresos internacionales como Los Valores del Arte en la Educación (2000), el Congreso Internacional Museos y Educación Artística (2005), o el Congreso Internacional Arte, Maestros y Museos (2010), así como las anteriores ediciones de las Jornadas Internacionales de Investigación (1997, 2002 y 2008), habían repercutido de manera favorable en nuestro ámbito, al convertir los trabajos universitarios del grupo Creativa en un referente sobre temáticas referidas a la educación artística, la educación en museos y la educación en patrimonios. A todas estas actividades

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