Caída y ascenso de la democracia. David Stasavage
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El pueblo luimbi, ubicado en la actual Angola, también resistió a la centralización de sus jefes. Los líderes por encima del nivel de las aldeas eran nombrados por un consejo y para un mandato inicial de dos años que podía prorrogarse, pero no más de ocho años.62
Ya en el siglo xv, el pueblo songye, también de Kasai, estableció una “república aristocrática” basada en el sistema de la eata. La población se dividía en dos clases; los de la clase alta elegían a un presidente por un periodo de cinco años. Como en el caso de los hablantes del chiluba, el jefe electo pagaba a sus pares con valiosos objetos. El presidente, que no podía ser reelegido, se iba a vivir cerca de una arboleda sagrada, conocida como eata. Puesto que aún sobreviven varias de estas arboledas, es posible datar la institución, que habría surgido en el siglo xv o xvi.63
La ironía de los tres casos anteriores es que parte de la evidencia etnográfica que los respalda procede de un funcionario colonial que se lamentaba de que el Estado belga hubiese impuesto un sistema de jefes hereditarios en todo el Congo. Auguste Verbeken sostuvo en 1933 que esta ignorancia sobre las instituciones locales ayudaba a explicar por qué los pueblos africanos eran hostiles al control externo, y que tenía más sentido adaptar las normas a las realidades de cada lugar. La costumbre de los colonizadores europeos de convertir en hereditarios los principales cargos públicos no se limitaba a esta parte del Congo, en realidad, ni a este colonizador en concreto.64
Algunas sociedades de África central desarrollaron un sistema donde la autoridad central era hereditaria y pertenecía a un solo clan o linaje, pero incluso en estos casos sobrevivió la democracia temprana. En el reino de Kuba, los jefes centrales disfrutaban de muchos atributos reales, incluidas las ceremonias funerarias que duraban un año entero. No obstante, estaban obligados a que sus propuestas fuesen consideradas por un consejo de nobles que pudiera opinar sobre ellas, y lo hacían agitando sus cinturones arriba y abajo.65 Si bien el consejo central del reino de Kuba era de las élites, dentro de cada aldea la participación era más amplia y contaba con un cacique o kubol, un portavoz y un consejo.66
Hemos visto cinco ejemplos de democracia temprana en regiones tan diversas como Mesopotamia, la India antigua, los bosques del noreste americano, Mesoamérica y África central. Dada esta gran variedad, es difícil sostener el argumento de que la práctica de la democracia fue inventada en un lugar y un momento determinados: en realidad es algo que surge de forma natural entre los seres humanos. Sin embargo, que la democracia temprana surgiera de forma natural no significa que fuese inevitable, y en la sección siguiente veremos que la autocracia también estuvo presente en muchas regiones.
ejemplos de autocracia temprana
En su sentido literal –el gobierno de una sola persona–, el término autocracia resulta inadecuado, ya que, salvo en los grupos humanos más pequeños, nadie gobierna verdaderamente solo. Lo que distinguió a la autocracia temprana de la democracia temprana fue que los gobernantes no tenían que compartir el poder con un consejo o asamblea. En las autocracias tempranas, quienes gobernaban lo hacían por medio de subordinados dirigidos por ellos mismos.
La tercera dinastía de Ur
Comencé la exposición sobre la democracia temprana con el reino de Mari en el norte de Mesopotamia. Aquí me referiré a un reino en el sur de Mesopotamia que se organizó de una manera muy distinta. Si en Mari vimos que el entorno natural dificultaba a los autócratas la imposición de un régimen burocrático, el entorno del sur de Mesopotamia, más propicio, tuvo el efecto contrario.
Al igual que otros reinos de la región, los gobernantes de la tercera dinastía de Ur (2112-2004 a. C.) empezaron con una ciudad y después construyeron un reino más grande. Con él también desarrollaron el Estado más centralizado que ha existido en la región, según lo expresó un académico.67 Los gobernantes de Ur controlaban un territorio dividido en diferentes provincias, con un sistema de administración doble: en cada provincia había un gobernador que respondía ante el monarca y que provenía de una familia dominante en el lugar. Esto, por sí solo, podría haber supuesto un alto grado de autonomía local, pero en cada provincia de Ur había también un general que era un forastero y solo leal al rey.68
La mayoría de las reformas institucionales durante la tercera dinastía de Ur fueron llevadas a cabo por un gobernante llamado Shulgi. Reinó durante cuarenta y ocho años, y su lista de reformas sirve de prototipo de lo que habría que hacer para lograr transformar una sociedad en una autocracia temprana:
1 Crear un ejército permanente.
2 Crear un sistema administrativo unificado.
3 Introducir un sistema tributario para la redistribución.
4 Crear escuelas de escribas para burócratas.
5 Reformar el sistema de escritura.
6 Introducir nuevos procedimientos contables.
7 Reorganizar los pesos y las medidas.
8 Introducir un nuevo calendario.
9 Convertirte en una deidad.69
La ironía de estas reformas es que, si bien comportan un control vertical de arriba abajo, en muchos aspectos también conllevaron el avance de la civilización. La reforma de un sistema de escritura, los nuevos métodos de contabilidad, la capacitación general para los burócratas y un sistema reorganizado de pesos y medidas parecen cosas positivas. Sin embargo, al hacer más legible la sociedad, estas innovaciones también pudieron facilitar el control autocrático.
La Triple Alianza azteca
Consideremos a continuación el caso de los aztecas, donde la autocracia suplantó a la democracia temprana. La Triple Alianza azteca consistía en una confederación de tres ciudades, Tenochtitlán, Tetzcoco y Tlacopan, que dominaban lo que antes habían sido una serie de ciudades Estado independientes.70
Cada ciudad-Estado del Imperio azteca se denominó altépetl. En su forma inicial, estas ciudades eran gobernadas por un rey, el tlatoani, seleccionado por un consejo de nobles compuesto por los familiares del gobernante fallecido. Los tlatoanis ocupaban un gran palacio y disfrutaban de un estatus exaltado, aunque también había elementos de la democracia temprana. Un consejo de nobles ayudaba a los tlatoanis, y hay quien afirma que el gobierno, en el nivel de la ciudad, conllevaba un proceso de negociación entre el rey, la nobleza y grupos de plebeyos. Es posible que esta tradición de gobierno con consejos fuese heredada de otras sociedades anteriores en la región, pero no existe ningún registro histórico que pueda confirmar esta interesante idea.71
El principal impuesto municipal que cobraban los aztecas era de carácter territorial, tasado por hogares, y los plebeyos también estaban sujetos a impuestos laborales. Las comunidades aztecas practicaban una forma de agricultura intensiva con abundante riego. Las mejoras agrícolas como esta ayudaron a mantener una densidad de población que, según se estima, era de entre cien y ciento cincuenta personas por kilómetro cuadrado en la época de la conquista española.72 En este entorno, la salida era más difícil y, en consecuencia, facilitaba la capacidad de los gobernantes para controlar a su pueblo. La Triple Alianza también recaudaba impuestos de cada una de sus ciudades constituyentes. Un documento conocido como el Códice Mendoza (figura 2.2) muestra los impuestos correspondientes a la provincia de Huaxtepec. Las filas de símbolos en la parte izquierda e inferior son las ciudades constituyentes, mientras que en la parte central se representan los tipos y cantidades de bienes recaudados.