Historia de la sociabilidad contemporánea. AAVV
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El segundo momento, a la vez comparativo con el anterior, es la transición del fordismo al posfordismo (o toyotismo), es decir, del ciclo productivo jerarquizado al modelo de organización del trabajo deslocalizado y flexible. Este proceso, que corre paralelo a la reconstrucción europea de la segunda posguerra mundial, conlleva un cambio social y cultural conocido como el surgimiento de la «sociedad de la información». Este contexto, que a su vez define un nuevo modelo de estandarización cultural (e ideológica), conlleva una ruptura en lo referente al marco de las sociedades industrializadas, respecto al fraccionamiento de la identidad y, por lo tanto, a la sustitución de un referente transformador por un referente hegemónico que Lipovetsky (2006) define como «hiperindividual».
Por todo ello, los trabajos aquí presentados pretenden analizar qué variaciones existen en la dinámica asociativa coetánea y, en consecuencia, qué tipo de ruptura se produce respecto al primer tercio del pasado siglo. Pero, en segundo lugar, la evolución de la dinámica en distintos ámbitos asociativos (por ejemplo, la recuperación de la memoria cooperativista contemporánea) plantea vincular los antecedentes del asociacionismo informal a la variable «memoria» y al «espacio vivido» (Duch, 2012). De alguna manera, los (nuevos) movimientos sociales subjetivan experiencias del pasado que, como referente, suponen un contrapunto a procesos de anomía social (Durkheim, 1982). Es decir, el planteamiento de una doble ruptura –entre el fordismo y el posfordismo– concibe la memoria como vector de socialización de un pasado proactivo.
SOCIABILIDAD, SOCIABILIDADES E HISTORIA
La aceptación del concepto sociabilidad en la práctica historiogràfica es hoy incuestionable y ha sido el eje de muchas investigaciones, publicaciones, congresos y seminarios realizados durante los últimos treinta años. Es necesario, no obstante, retroceder a las aportaciones pioneras de los sociólogos alemanes Georg Simmel (1986) y Max Weber (1964) y, especialmente, a las del ruso nacionalizado francés Georges Gurvitch (1941), realizadas en la primera mitad del siglo XX. Durante la segunda mitad de aquel siglo, debemos hacer referencia a los trabajos de los historiadores franceses Philippe Aries y Georges Duby, a los del británico Edward P. Thompson (1977), así como a los del antropólogo americano Marvin Harris (1981). Habrá que esperar hasta los años ochenta del siglo pasado para que en España se inicien diversos estudios que tendrían la «sociabilidad» como eje principal. Unos estudios realizados, mayoritariamente, desde la antropología y la sociología (Isidoro Moreno, Josepa Cucó, Javier Escalera), tal y como han señalado en unas primeras aproximaciones globales Jean-Louis Guereña (1989, 1999 y 2003) y Jordi Canal (1992, 1993a, 1993b y 1995).
El personaje clave en la introducción de la «sociabilidad» como categoría histórica fue el historiador francés Maurice Agulhon durante los años sesenta y setenta (1966, 1977, 1981, 1988 y 1892, y con Bodiguel, 1981). Sociabilidad entendida como la «aptitud de los hombres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo» (Guereña, 1999). Los estudios sobre sociabilidad contemporánea pronto encontraron eco en Italia (Banti, 1991; Maltesta, 1992; Ridolfi, 1999; Isnengui, 1994), y durante la década de los ochenta en España y en la década posterior en Latinoamérica (Rebolledo, 1988; Gayol, 2000; Pani y Salmeron, 2004; Guerra, 2012). Sirva como muestra el volumen 50-51 (1989) de la revista Estudios de Historia Social de la Universidad Complutense de Madrid, coordinado por Jean-Louis Guereña, y el número 13 (1993) de Siglo XIX. Durante las dos décadas finales del siglo XX se realizaron diferentes encuentros científicos europeos en Bad-Homburg (1983), Lousanna (1986), Torino (1988), Besançon (1988), Roma (1991) y Girona (1993), que sirvieron para contrastar y profundizar en el concepto teórico y en la praxis de la sociabilidad.
En España, las dos últimas décadas del siglo XX fueron especialmente fructíferas en lo referente a las investigaciones y los debates teóricos epistemológicos y metodológicos alrededor del tema de la sociabilidad. Debates y estudios que se desarrollaron en paralelo otros países europeos, especialmente Francia y Alemania, destacando las aportaciones de Javier Escalera, Josepa Cucó, Jorge Uría, Maurice Jacques, Michel Ralle, Gerard Brey, Manuel Morales, Marie-Claude Lecuyer, Pere Solà, Francisco Alía Miranda, Rafael Villena, Félix Castrillejo, Alberto Valín, Pilar Calvo, Rafael Serrano, Antonio Fernández, Pere Gabriel, Pere Anguera y las reflexiones más globales de Jordi Canal (1992, 1993, 1995 y 2003), Jean-Louis Guereña (1989, 1999 y 2003) y Elena Maza (2002, 2003 y 2011).
Hay que señalar como puntos centrales de este debate y reflexión el Seminario «Sociabilidad en la España contemporánea. Historiografía y problemas metodológicos», celebrado en la Universidad de Valladolid a finales de 1999 y publicado posteriormente por Elena Maza (2003). En el mismo sentido deben citarse el monográfico de la revista Hispania (número 214 de 2003), coordinado por Jean-Louis Guereña; los artículos publicados en la revista Historia Social, entre los que debe destacarse el dosier dedicado a la «Sociabilitat: en torno a Maurice Agulhon» (número 29 de 1997), y en L’Avenç, que organizó el VI Congrés Internacional d’Història Local de Catalunya sobre «Sociabilidad i Àmbit local» (2001), cuyas actas se publicaron dos años más tarde (VV. AA., 2003). O el VIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea dedicado a «Los movimientos sociales en la España contemporánea», celebrado en Vitoria en 2006 (Rivera, Ortuño y Ugarte, 2008), o el V (Albacete, 2003) y VI (Zaragoza, 2006) Encuentro de Investigadores del Franquismo, dedicados a temas de sociabilidad (Ortiz, 2005 y VV. AA., 2006). Finalmente, cabe añadir los congresos organizados por la Asociación de Historia Social: el II (1995) sobre «El trabajo a través de la historia» (Castillo, 1996), el III (1998) sobre «Movimientos sociales» (Castillo y Orruño, 1998) y el VII (2013) sobre «Mundo del trabajo y asociacionismo».
La evolución del concepto de sociabilidad ha permitido integrar la sociabilidad formal (asociativa) e informal (relacional) y ampliar el campo de estudio desde el asociacionismo a los espacios y tiempos relacionales, como por ejemplo las fiestas y actividades de todo tipo, una «sociabilidad de lo cotidiano» (Agulhon, 1992). Ha permitido también la ampliación de los campos de estudio y de las cronologías de la sociabilidad, ampliándola a todos los grupos sociales, especialmente a los más populares, y a la segunda mitad del siglo XX (Uria, 2003a, 2003b y 2005). Ha posibilitado también, como señala Danièle Bussy Genevois (1999, 2002 y 2003),
aplicar los instrumentos de análisis de la sociabilidad a las mujeres españolas sin contentarse con la aplicación de una categoría cómoda a un objeto de estudio variopinto. Incluso al extenderse a la historia contemporánea de España, permiten matizar la categoría de la presunta «informalidad», al analizar con qué modalidades la historia del género relativiza la deferencia entre las dos formas de sociabilidad, se aboga por lo tanto por un estudio preciso, historicizado y crítico.
De hecho, en el año 1997 se celebró en Cádiz el V Coloquio Internacional de la Asociación Española de Investigación Histórica de las Mujeres sobre «Pautas históricas de sociabilidad femenina. Rituales y modelos de representación» (Nash, Pascua y Espigado, 1999), y en el año 2000 se celebró en París el encuentro sobre «Sociabilités feminines, sociabilités feministes en Espagne (XIX-XX)», organizado por el ERESCEC (Lecuyer, 2003).
LAS SOCIABILIDADES EN LA HISTORIA
Entre los historiadores existe un cierto consenso en que la sociabilidad no debe ser una nueva historia sectorial, una nueva «migaja» de la historia, sino un elemento más y de carácter interdisciplinar que nos permita un mejor conocimiento de la realidad histórica, de la historia total o social. Una sociabilidad entendida como «el sistema de relaciones que se teje en diversos lugares y las formas y prácticas que adopta». La reflexión teórica y los estudios empíricos deben interrelacionarse, igual que las aportaciones de las diversas disciplinas que tratan el tema