Historia de la sociabilidad contemporánea. AAVV
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— (2006): VI Encuentro de Investigadores sobre el Franquismo, Zaragoza, CCOO.
WEBER, Max (1964): Economía y sociedad, esbozo de sociología comprensiva, Mexico DF, Fondo de Cultura Económica.
WILLIAMS, Raymond (1974): Cultura i societat (1780-1950), Barcelona, Laia.
APUNTES PARA UNA HISTORIOGRAFÍA DE LA SOCIABILIDAD CATALANA CONTEMPORÁNEA EN UNA PERSPECTIVA MEDITERRÁNEA COMPARADA
Pere Solà Gussinyer Universitat Autònoma de Barcelona
PRESENTACIÓN
El objeto de esta comunicación es proyectar cierta luz sobre los últimos decenios de debate conceptual e historiográfico en torno al desarrollo del Tercer Sector, el capital social y la educación informal (y popular) en Cataluña, con comparaciones que afectan al ámbito mediterráneo. Aprovecho la ocasión de esta invitación –que agradezco en lo que vale– para desarrollar el tema que se me ha encargado y a la vez explicar mi posicionamiento teórico y práctico sobre el ámbito de investigación de este cursillo o seminario. Toda una trayectoria de investigación ha llevado al ponente a interesarse por los mecanismos de sociabilidad organizada y su incidencia cultural y educativa. Digo bien educativa porque en la base de la investigación está la premisa o axioma de que la sociabilidad organizada, institucionalizada hasta en entidades voluntarias de la sociedad civil, es una fuente directa o indirecta de educación popular, en el sentido de que no solo se puede reconstruir el movimiento asociativo partiendo de una diversidad de fuentes, sino que es posible acogerse a criterios más o menos objetivos –indicadores– de tipo cuantitativo y cualitativo para evaluar o ponderar su incidencia social, cultural y educativa.1
Basta con pensar, en el caso catalán (y no solo del XIX), en las escuelas de las universidades populares y de los ateneos o en la contribución de las sociedades musicales y corales a la educación artística y musical de las «clases medias» y obreras.
Ni que decir tiene que esta ponencia no es un estudio exhaustivo sobre el tema y que los estudios citados no son todos, y se referencian únicamente a título indicativo. El tema es complejísimo, como he tenido ocasión de comprobar en mi último estudio de caso sobre el despliegue de la sociabilidad organizada en el este catalán. Por suerte, estudios sectoriales permiten avanzar en campos como la sociabilidad obrera: ahí están trabajos como los de Pere Gabriel2 y aportaciones recientes como la de Pere López Sánchez,3 con el agravante de que la sociabilidad subalterna suele dejar poca huella.
Ahora mismo estoy organizando, para el año próximo, con las instituciones y los grupos que se quieran sumar, un simposio internacional sobre aspectos comparativos del desarrollo histórico de las redes de sociabilidad en el Mediterráneo y, en particular, en torno a la contribución a la educación popular de redes sociales concretas, como las redes de mujeres –asociacionismo de género–, las organizaciones benéficas y de derechos humanos –una de cuyas variantes más emblemáticas, precisamente, es la masonería–,4 y las redes culturales.
Los aspectos comparados son asequibles en la medida en que grandes formas comunitarias/asociativas son transnacionales. Las iglesias cristianas en el Mediterráneo son un claro ejemplo de ello. Esta base común permite estudios sobre temáticas sensibles del estilo de: ¿qué posición adoptaron los grupos confesionales ante las dictaduras militares mediterráneas del siglo XX? Más complicada es la comparación con redes asociativas de base religiosa musulmana, como la de los «Hermanos Musulmanes», organización fundada en 1928 por Ḥassan al-Banna e implantada con fuerza en Egipto y los países del Oriente Próximo, empezando por Siria. No hace falta mucha memoria para recordar que en el Egipto excolonial, en la etapa dictatorial de Mubarak, el Gobierno (laico) se enfrentó a grupos islámicos que utilizaban la beneficencia en sociedades sin ánimo de lucro para extender su influencia popular. En dicho estado –primero sometido al Imperio otomano, más tarde bajo control británico, por lo que el autoritarismo estatal no ha estimulado precisamente en él el desarrollo de la sociedad civil–, se calculaban a finales del siglo pasado 17.500 entidades reconocidas, que abarcaban a seis millones de personas de un total de cincuenta y tres millones, sin contar entidades de pobres (redes) ni la red de beneficencia y educación islámica.5 En Egipto, la Ley 32 de 1964 estableció el control de facto de las asociaciones no oficiales por parte del Gobierno. Más modernamente, la oferta de servicios con finalidades religiosas, políticas o económicas (es decir, no necesariamente «altruistas») ha contribuido a la formación de unas potentes redes del Tercer Sector, con una proyección política potencialmente decisoria/decisiva. Antes del último golpe de estado militar de 2013, y presumiblemente después, la Hermandad Musulmana y las mezquitas han creado instalaciones de servicios como clínicas, como vía para consolidar su presencia entre las clases pobres, quitando protagonismo al Estado.6 El caso egipcio resulta interesante en la medida en que el islam admite poca separación entre religión y política, al subrayar la integración de lo individual dentro de un marco social y religioso más amplio, obstaculizando así la existencia de un espacio social separado para el ejercicio de la iniciativa individual, lo que no estimula precisamente el crecimiento de un sector sin ánimo de lucro.
RAZONES DE UNA ELECCIÓN TEMÁTICA
¿Por qué razones dedicar energía investigadora al ámbito de la cristalización, evolución e incidencia de las redes de sociabilidad organizada? En realidad, esta preocupación la comparten muchos científicos sociales de estas últimas décadas. Al respecto, son pertinentes preguntas como: ¿qué factores han incidido en la influencia de las organizaciones de la sociedad civil?, ¿difieren estos según entornos socioculturales diferentes (según países)?, ¿cómo construir un índice de la eficacia (histórica) de las organizaciones voluntarias?, ¿qué cultura cívica ha constituido la base de dichas organizaciones?, ¿contribuyen estas a un cambio democrático, hacen subir el listón de cultura popular y reconfiguran la conciencia colectiva?
PRIMERA RAZÓN: REACCIONAR FRENTE A UNA MANERA PARCIAL DE ENTENDER LA HISTORIA SOCIAL
Naturalmente, no hay redes de sociabilidad organizada e intencional sin movimientos sociales. Unos movimientos sociales que se manifiestan de forma cambiante y que tienen una traducción en todas las esferas de la vida pública y aun privada: educación, trabajo, cultura, ocio, etc. Hay, también, unos condicionantes estructurales, cambios en el modo de producir y distribuir, globalización, sociedad del conocimiento…, preeminencia de valores individualistas, crisis de formas anteriores de mediación social, hegemonía neoliberal, etc.
La evidencia nos pone, pues, ante modalidades de sociabilidad y de asociacionismo totalmente nuevas, desde la crisis del petróleo hasta la gran crisis financiera y el crash económico de 2008: feminismo, fair play de género, ecologismo, defensa de derechos humanos, etc., pero, al mismo tiempo, renacimiento de formas de sociabilidad antiguas de economía social, de defensa del trabajo y del trabajador (Navarro, redes de cultura anarquista valenciana) o de construcción nacional y de identificación comunitaria, en el sentido tönniesiano. Sin que esto quiera decir que las formas tönniesianas tipo «gesellschaft» pierdan sentido. Más bien se disuelven a menudo en redes sociales propias de la presente sociedad de la comunicación.
Por una parte, mi interés inicial por los temas de sociabilidad fue seguramente una reacción ante una