Historia de la sociabilidad contemporánea. AAVV
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Cada gremio y subgremio tiene unos condicionantes. Lo mismo pasa con la investigación histórica. A menudo, un gran problema es una miopía comparativa y un planteamiento cerrado, si no endogámico, por lo menos autárquico. No únicamente a nivel nacional, sino, en nuestro caso, estatal. Es muy difícil ver la viabilidad de proyectos de investigación que no reflexionan sobre las categorías de análisis que utilizan. Así, si se estudia el binomio mundo del trabajo y asociacionismo, es básico cerner los cambios que afectan a la teoría y práctica del trabajo. Y este análisis difícilmente puede partir de burócratas del sindicalismo.8
Pero así como un proyecto amplio, sólido, de estudio de la sociabilidad moderna tiene que disponer de los conceptos teóricos y conceptuales adecuados, también debe contar con una perspectiva comparativa mínima.
Primera constatación: un déficit de estudios realmente comparativos. La aguda crisis de los estudios humanistas en el sistema universitario europeo acaso tenga que ver con la escasez de proyectos de estudio histórico comparado sobre la incidencia educativa de las redes de sociabilidad organizada.
Otra causa de esta falta de estudios internacionales histórico-comparados es sin duda alguna la orientación, contextualización y concepción en exceso localista de muchos estudios, por otra parte muy completos en cuanto a aportación positivista de datos. Ello es perceptible en los capítulos más estudiados de este gran tema de la sociabilidad cultural popular, como puede ser la historia de los ateneos y de los casinos. Fijémonos en que muchas de las contribuciones, en el caso catalán, son monografías locales.
Sobre el papel no sería tan complicado impulsar estudios comparativos «mediterráneos» (en torno a un hilo conductor de caso, como sería siempre el cometido de grupos organizados ante determinada problemática y el peso de sectores sensibles de «voluntario/as») sobre temas clásicos sensibles.
Realmente, es cuantiosa la nómina de estudios locales sobre las organizaciones voluntarias en las últimas décadas, aunque de valor dispar.9 Un aspecto muy considerado en la literatura historiográfica al respecto no es tanto la trayectoria institucional de estas entidades como su comportamiento en épocas como la II República o el franquismo.10
SEGUNDA RAZÓN: RECURRIR ALL PASADO PARA ENTENDER MEJOR EL PRESENTE
Pero hay otra motivación fundamental para este tipo de estudios: el historiador mira, escudriña el pasado desde el presente y hacia el futuro. Por ello, no por socorrido deja de ser válido el titular. La historia, ciertamente, marca, dibuja ciclos y tendencias. Las circunstancias de la Guerra Civil, por ejemplo, determinaron la emergencia del trabajo «voluntario» sobre todo en labores sanitarias, acciones humanitarias, beneficencia o educación. Medio siglo más tarde, el mismo auge del pensamiento neoliberal puso de nuevo en primera línea el voluntariado, con múltiples aportaciones internacionales y nacionales que daban cuenta del potencial educativo de la sociedad civil organizada y mostraban cómo el asociacionismo libre y «voluntario» ha sido fuente de cambios educativos, a veces decisivos. Mucho cabría hablar de la emergencia y desarrollo del «voluntariado» como sujeto o «constructo» histórico.11
Fruto del esfuerzo de tantos ha sido un gran avance en el conocimiento de la dinámica social en la Restauración y la Segunda República y durante el franquismo, en relación con el sindicalismo agrario. Sobre todo en la Cataluña central y meridional, también en el Maresme o el Pla de l’Estany.12
DOS EJEMPLOS DE REDES
Es difícil resumir y calibrar el progreso en el conocimiento de las redes de sociabilidad contemporáneas. Centrémonos ahora solo en dos aspectos, a saber, por un lado los efectos (en el terreno de la educación popular) de las redes de la masonería, siglos XIX-XX; y, por el otro, el significado de la eclosión del asociacionismo femenino.
El primero de estos temas hunde sus raíces en el siglo XIX (librepensamiento, masonería y educación), el segundo –la presencia social, la educación de la mujer y el papel de las organizaciones de mujeres– ha experimentado gran auge en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI.
La relación entre la masonería y aspectos concretos de la educación popular en contextos como el catalán,13 el hispano o el italiano es tema rico en estudios valiosos, que en cualquier caso no agotan el tema de estudio, en continua revisión. Normalmente, la perspectiva moderna de capacitación (empowerment, término anglosajón más usado) de la sociedad civil se tiene en cuenta en ellos. Pero se echa en falta en muchos estudios, por otra parte muy rigurosos y bien documentados, una voluntad comparatista. Es indiscutible la labor de instituciones, investigadores y congresos al respecto. En cambio, lo que quizá se haya tratado mucho menos sea el aspecto comparativo deliberado acerca de la evolución histórica de la sociabilidad masónica en el área mediterránea en cuanto a la incidencia de la masonería en lo sociológico, moral, religioso, estético, político y pedagógico.
En un balance relativamente reciente en torno a la temática abordada en los Symposia del CEHME, Ferrer Benimeli se refería a las contribuciones sobre política interior española, relaciones internacionales con América, Filipinas y Europa (Italia, Francia, Bélgica, Portugal) o con algún país del área mediterránea (Marruecos, Turquía o Israel), etc., sobre «educación, laicismo, anticlericalismo, cultura, mujer, beneficencia, librepensamiento, composición socioprofesional, ideología…», sobre derechos humanos, sobre el rechazo de la masonería y sobre la difusión de la masonería, sin olvidar las relaciones conflictivas con la Iglesia católica, la prosopografía masónica o el tema de archivos y fuentes.
Queda mucho por profundizar acerca del papel de la masonería en cuanto a influencias interterritoriales en el espacio mediterráneo, aunque es cierto que más o menos indirectamente hay estudios, por ejemplo, sobre la acción de grupos librepensadores en congresos y acciones diversas. De manera permanente e incisiva ha abordado el profesor gallego Alberto Valín el tema de la influencia masónica de la educación popular, insistiendo en la actividad en el terreno cultural, moral o filosófico de muchos militantes obreros ibéricos en el siglo XIX –el caso de gente como Anselmo Lorenzo Asperilla–, que en las redes masónicas aprendieron oratoria y logística en la acción tanto de naturaleza reivindicativa como cultural, y a trabajar en común, en un marco de respeto democrático, para la consecución de fines sociales y de enseñanza mutua.
Una posible idea rectora en un estudio comparado sería la de ver la masonería como un asociacionismo de élite social. El carácter tendencialmente mesocrático y elitista se percibe también en la ubicación de las logias masónicas, casi siempre en el centro urbano. La red o redes masónicas, de implantación territorial y racionalidad geopolítica bastante identificables, se han nutrido de clases medias y profesiones de todo tipo, pero poca clase obrera, a lo sumo miembros de la aristocracia obrera.
Ahora bien, ¿cómo definir las redes masónicas en tanto que estructuras de sociabilidad organizada de gran importancia política y cultural hasta la actualidad? Aquí hay que considerar la base ideológica (elementos filosóficos, elementos religiosos), el ideal de perfección de la organización y sus interpretaciones, ortodoxias y heterodoxias, divisiones, desuniones, pasiones, banderías, traición,