Puerto Vallarta de película. Marco Antonio Cortés Guardado

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Puerto Vallarta de película - Marco Antonio Cortés Guardado

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4 presento una lista tentativa, donde se incluyen las ciudades más filmadas en la historia del cine, a las que se suman otras ciudades que, si no son el caso, su “personalidad” urbana las ha destacado como “personajes” atractivos en realizaciones importantes. Al mismo tiempo, seleccioné tres cintas por ciudad, representativas de distintos géneros, que incluyen cierta profusión de escenarios reales y que lograron proyectar de manera sugestiva algunos rasgos de su identidad urbana (las locaciones insertas en una percepción más genérica de la ciudad en cuestión). Un criterio adicional fue contemplar solamente películas con sus credenciales en forma, si hablamos de la calidad fílmica que las caracteriza.

      Cae por su peso la dificultad casi insuperable que representa filtrar el gran número de producciones importantes, para seleccionar solamente tres por ciudad. Indudablemente, y más allá de los criterios mencionados en el párrafo anterior, en esta tarea es también inevitable que la decisión contenga un cierto grado de arbitrariedad, junto con la imposibilidad de dejar completamente de lado los gustos de quien hace la selección. Así que también no es difícil encontrar películas que podrían sustituir algunas de las consignadas en este cuadro, o incrementar la diversidad de géneros representados. En fin, reconocido esto, considero de todos modos que se trata de una lista interesante y, sobre todo, adecuada para los objetivos de este libro.

      Como la lista es larga, sólo comentaré algunos ejemplos significativos, en el contexto de la argumentación y el análisis que he venido realizando. Empiezo necesariamente con París, Berlín y Londres, mencionando sendas filmaciones, las tres pertenecientes a un género cinematográfico que vio pocas realizaciones y fue rápidamente soslayado. Podrían pasar por películas documentales, pero no lo son rigurosamente, como no fue esa la intención de sus respectivos realizadores. Por ello se le denominó al género “City Simphony Genre” (“Sinfonía urbana”), el realizador ruso Dziga Vertov es uno de sus representantes más conspicuos.

      En la lista no se le incluye, pero la obra de Vertov es quizás el ejemplo más destacado y reconocido de este género cinematográfico, y aunque lo menciono aparte, se le reconoce aquí su enorme relevancia. La cinta referida lleva de título Man with a Movie Camera, fue rodada en el año 1929 y las imágenes y escenarios corresponden a tres ciudades ucranianas: Odessa, Kharkiv y Kiev.

      Para abundar un poco al respecto, refiero enseguida lo que escribe el realizador independiente Alex Barret (2014): “En los albores de los 1920s, cuando la era del cine mudo seguía en su apogeo, emergió el género de la Sinfonía urbana. Lo que constituye exactamente una Sinfonía urbana es algo fluido, pero hablando en general se le puede definir como un documental poético, experimental, que presenta un retrato de la vida diaria en una ciudad, al tiempo que intenta capturar algo de su espíritu distintivo”. Lógicamente, “el término se refiere a cintas que son influidas por la estructura y la forma de una sinfonía” (op. cit.: 5).

      Este sería el género cinematográfico donde la ciudad aparece como el personaje central si no es que el único. Constituye una forma de experimentar con el uso de las cámaras y con los escenarios urbanos que registran, a fin de ejemplificar lo que constituye la esencia y la originalidad del arte de narrar con imágenes, de la especificidad de la diégesis cinematográfica, pero también conforme a la mixtura de formas arquitectónicas urbanas con estructura y patrones de una sinfonía musical.

      De las cintas que sí incluyo, menciono enseguida el filme Études sur Paris, dirigida por André Sauvage en 1928, y “Berlín: sinfonía de una ciudad”, filmada en 1927, bajo la dirección de Walter Ruttmann. A lo largo de 76 minutos y 79 minutos, respectivamente, las cintas van armando una representación de la personalidad urbana de París y Berlín, convirtiéndolas en el objeto y contenido del efecto dramático y emotivo que provocan. Sobra decir que el espectador termina de ver cada película deseando vivir la misma experiencia, pero ahora en alguna de las dos, o ambas, ciudades reales.

      Londres recibe el mismo tratamiento, con similares resultados, en una producción mucho más reciente, en una obra que precisamente rinde tributo al género. Se trata de la película London Symphony: a Poetic Journey Through the Life of a City, dirigida por el ya citado Alex Barret en 2017.

      El resto de las ciudades consignadas en el cuadro 4, también son protagonistas de las películas enlistadas, pero de otra manera y en diferente grado. Son aún un elemento o personaje importante de la historia y de la trama, pero no llegan a ser los personajes únicos, como sucede en Sinfonías urbanas. Según la relevancia que revistan en el cuerpo de la narración, van de contribuir con los lugares por donde se desplazan la historia y sus personajes, hasta ser la fuerza que le da forma espacial a la trama y al argumento. Al saber que ambas cosas ocurren simultáneamente, se puede establecer de todos modos una direccionalidad de ida o vuelta, para decirlo de algún modo: la ciudad le da forma espacial a la narración fílmica o esta narración le da forma discursiva a la ciudad. Se trata de un matiz variable en grado, según la ciudad y la película, donde, podría decirse, en un caso la ciudad es proyectada, mientras que en otro caso es construida. Insisto que no son momentos excluyentes de manera inapelable: más bien, se trata de pensar de qué lado, del de la ciudad o del de la trama, recae el peso mayor al momento en que el espectador arma su percepción fílmica de un espacio urbano.

      De las películas enlistadas en el cuadro 4, de las que cuadran con la primera categoría (la ciudad le da forma espacial a la narración) destacaría las siguientes: Manhattan, de Woody Allen; La gran belleza, de Paolo Sorrentino; Cleo de 5 a 7, de Agnès Varda; Quadrophenia, de Franc Roddam; Sonata de Tokyo, de Kiyoshi Kurosawa; Roman Holyday, de William Wilder; El tercer hombre, de Carol Reed; Bejing: love Story, de Chen Sicheng; In Brugues, de Martin McDonagh, y Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles y Katia Lund.

      Puede decirse que las historias en esta categoría no podrían tener lugar en otras locaciones, de tan estrechamente que las imágenes de la ciudad le dan cauce a la historia y constituyen el fundamento básico de su verosimilitud. Manhattan, de Woody Allen, sería un ejemplo de lo primero, y no sólo por el título del filme. En esto son idénticos los casos de In Brugues, Sonata de Tokyo o Beijing Love Story. Aunque no va impreso el nombre de Roma en el título, La gran belleza no pudo tener forma física en otra ciudad, igual que Roman Holiday o El Tercer Hombre. En la película In Brugues, por ejemplo, el recorrido de los protagonistas por lugares emblemáticos de esta ciudad belga, está tan embebido en el argumento, que era imposible dejar de filmar en escenarios reales de la ciudad.

      Por otra parte, cuando se dice que la ciudad le da forma espacial a la historia, uno se refiere al espacio geográfico y a los rasgos físicos de la ciudad, es decir, al paisaje urbano, pero no tiene que ser exclusivamente. La dimensión espacial incluye también elementos simbólicos originales, propios de una historia social que ha vivido. Ya consigné antes lo que al respecto escribe Lorente Bilbao: “la ciudad no se reduce a lo visible, sino que abarca también el horizonte de referencia en el que se dan cita múltiples representaciones y relatos”.

      Menciono como ejemplo típico el caso de Quadrophenia. Brighton es un espacio insustituible y obligado para este filme, por un rasgo que al ser uno de los ejes de la trama, deriva su verosimilitud justamente de la historia de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX (particularmente los años 60). Para entonces, Brigthon es un lugar de vacaciones obligado para los londinenses, más que nada por sus playas. Pero también es el frente donde se dirime la rivalidad entre dos tribus urbanas de la época: los “Rockers” vs. los “Mods”. La ciudad era algo así como el destino socorrido de ambas identidades, siendo la confrontación violenta uno de sus momentos rituales más emblemáticos. Y al tiempo que la película retrata esta circunstancia de la ciudad, esta misma conforma el contexto significante para el conflicto que vive el protagonista del filme: Jimmy, un “Mod” en conflicto con sus familiares y amigos, que sufre también una profunda crisis de identidad, crisis que implosiona irreversiblemente cuando en un intento por recuperarla regresa de Londres a Brighton, sólo para cerrar el ciclo con un suicidio que nunca ocurre en realidad.

      De las pertenecientes a la segunda categoría

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