Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias. AAVV
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JOSÉ LUIS PESET
El Hospital de Pobres estudiantes del estudio general de Valencia
MARIO FRANCISCO QUIRÓS SORO
Las Universidad de Salamanca vista desde la sapienza en el siglo XVII
RAFAEL RAMIS BARCELÓ
Los Reyes Católicos y la Universidad de Salamanca
LUIS E. RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES
Catedráticos y Universidades de la Edad Moderna: elementos para un estudio de grupo
FRANCISCO JAVIER RUBIO MUÑOZ
Texto y contexto lingüístico de las Constitucions del Estudi General de Valencia de 1611
CARLES TORMO CAMALLONGA
PRÓLOGO1
MARC BALDÓ LACOMBA
Universitat de València
La historia de las universidades ha cambiado profundamente desde que en los años setenta del siglo XX la historiografía social y luego la cultural sustituyó el paradigma anterior. Hasta mediados del XX la historia de las universidades era de carácter institucional, estaba muy vinculada a la historia eclesiástica y se hacía de una manera formalista, sin observar lo que sucedía en la experiencia de las universidades más allá de lo que dictaban sus normas; tenía además una tendencia marcada a la hagiografía y desde el punto de vista social era casi terra incognita. Los cambios de enfoque de la disciplina histórica se abrieron a nuevas preguntas y ello afectó, como no podía ser de otro modo, a la historiografía sobre la universidad. Pero seguramente también influyó el impulso de la propia transformación de estas instituciones y el papel que desde finales del siglo XX empezaron a desempeñar en nuestras sociedades del saber estos centros de estudio.
Nos interesa atender los cambios que propició la historiografía, porque bastantes de ellos se recogen en las colaboraciones de este libro. Los objetivos de estudio se hicieron mucho más amplios, se cuestionaron las tradicionales interpretaciones recargadas de exageraciones endogámicas y mitos particulares, se desarrolló una gran diversificación de temas y preguntas; se buscó fundamentar la exploración mediante nuevas preguntas, nuevas estrategias metodológicas, acceso a fuentes primarias o documentales (usualmente poco exploradas hasta los años setenta u ochenta), edición de fuentes. La nueva historiografía universitaria, como corresponde con la nueva historia, usa fuentes documentales (no sólo internas) como nunca habían sido exploradas y desarrolla la crítica de fuentes, es decir, pondera y valora sus alcances y límites. La historiografía universitaria, como la historia social, se abrió a nuevas disciplinas como la sociología, la estadística social, la prosopografía (como estudios biográficos colectivos de profesores o graduados), el derecho y la historia de derecho y las instituciones, la historia de la ciencia y del pensamiento, la historia de la educación, la del arte y una nueva historia institucional que supera el carácter descriptivo y conecta la institución universitaria con la sociedad y las maneras de actuar, pensar y sentir de las personas de las que se nutren, rigen y conforman estas escuelas.
El estudio de las universidades ha ampliado sus campos de trabajo y se ha abierto a nuevas dimensiones y a no pocos temas colaterales que enriquecen la estricta historia universitaria, como puede verse en muchos trabajos de este libro. Entre esos temas colaterales debe mencionarse –algunos en las páginas que siguen y otro no– los siguientes: rentas eclesiásticas, evangelización de indios, inquisición, contrarreforma, jesuitas, nobleza, historia eclesiástica, burocratización de los estados, centralización, nacionalización de clases medias, segunda enseñanza, colegios profesionales, liberalismo, fascismos, exilios políticos, la universidad como espacio social, relaciones entre universidades e historia urbana (tanto en el Antiguo Régimen como en los siglos contemporáneos), historia comparada, miradas a la universidad desde fuera (desde otra universidad, desde el exilio, desde los ojos del viajero…), simbología de estas instituciones (sus efemérides, sus ritos, sus lenguajes, el acto mismo de graduar…), biografías integradas en el contexto social que muestran, también en este campo, el retorno al sujeto (y si puede, según las fuentes, se aproximan a los aspectos privados y a la individualidad o singularidad de la vida de los personajes).
Averiguar la función social de las universidades en cada tiempo ha sido la cuestión central del nuevo estudio de la historia universitaria, que se ha articulado en cuatro grandes ejes. En primer lugar se intenta saber quiénes son sus estudiantes y su procedencia o extracción social, a quién o se admite y a quién se excluye el acceso y por qué motivos (pureza de sangre, recursos económicos familiares y coste de los estudios, profesión familiar). A estas cuestiones se añade el estudio de la sociabilidad y socialización de los estudiantes en colegios universitarios y facultades, los vínculos colegiales, tan importantes en la Edad Moderna, y no faltan estudios sobre las cuestiones cotidianas, el régimen académico, la disciplina, las revueltas, las identidades políticas de los escolares o los movimientos estudiantiles. También es importante –y se ha cultivado mucho en los siglos de la Edad Moderna– lo que desempeñan estos estudiantes después de graduarse, su profesión y qué han aportado con su trabajo a la sociedad, los procesos de profesionalización, la burocratización de la administración de la Monarquía y de la Iglesia, de los Estados-nación, así como la movilidad social y sus límites (criollos) y sus exclusiones (indios y castas) o inclusiones. También se estudia en esta nueva historiografía el acceso a las universidades, que hasta los años setenta del siglo XX era un privilegio y desde entonces pasó a ser –y cada vez más, incluso pese a la crisis actual– un derecho, una etapa formativa que alcanza a más jóvenes y, más tarde, se abre a personas de más edad que acuden a completar y mejorar su formación o aprender. Con la masificación del final del siglo XX, gracias al crecimiento de los estudiantes, las universidades dejaron de ser la torre de marfil que hasta entonces habían sido. La incorporación de mujeres, aspecto clave en la demografía y la democratización universitaria, es una de las más importantes novedades de los últimos cincuenta años y expresa lo que, seguramente, es la principal transformación histórica del siglo XX y principios del XXI.
Un segundo eje, que metodológicamente mira a la historia de la ciencia y las disciplinas, es conocer qué saberes se administran en sus aulas, por qué esos y no otros, cómo se dispensan y cómo y porqué cambian. Ámbito favorito de estas aportaciones es analizar las relaciones entre las universidades y el pensamiento teológico, filosófico y científico.
Averiguar las tensiones entre innovación y tradición o las que existen entre la autoridad de las «escuelas» y la libertad de filosofar son cuestiones muy tratadas por los estudiosos de historia de la ciencia y de las universidades de la Edad Moderna, como puede verse en algunos trabajos de este libro. Se trata de una valiosa aportación, a mi modo de ver, porque muestra que las ciencias no se cultivan aisladamente y sin marco institucional. Para los siglos XIX y XX la fusión entre la historia de las universidades y de la ciencia es más compleja, porque requiere una especialización que los historiadores generales sólo tienen en su ámbito: el jurista accede bien a los saberes jurídicos, el historiador al mundo de las letras; pero medicina, física,