Atención y concentración. Néstor Braidot

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Atención y concentración - Néstor Braidot Colección Cerebro Vivo

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Proyecto451

      Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

      Inscripción ley 11.723 en trámite

      ISBN edición digital (ePub): 978-987-42-3971-6

      “Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá”.

      Deepak Chopra

      “¿Qué me decías? ¡No te presté atención!”.

      ¿Cuántas veces nos encontramos ante esta expresión? En charlas con amigos, en clases universitarias e incluso en oficinas en las que deberían, precisamente, “atendernos”.

      Una buena atención y un elevado nivel de concentración no solo nos permite ser amables con quien está tratando de transmitirnos algo.

      También es una clave para lograr una apropiada evolución de nuestro cerebro, una manera de dirigir su desarrollo.

      Conducir u orientar la evolución de nuestro cerebro es esencial y, para lograrlo, debemos gobernar la atención, aquello a lo que le “prestamos” atención.

      El objetivo, por lo pronto, es aprender a percibir lo máximo: estimular de manera óptima nuestros cinco sentidos para que nos ayuden a mirar (y no solo ver), a oír (y no sólo escuchar), a oler, a degustar, a sentir con el tacto.

      Al mismo tiempo, debemos reconocer los estímulos internos, ese otro nivel de percepción que surge en nuestro interior, de nuestro conocimiento, de nuestras sensaciones, de nuestros prejuicios, de nuestra imaginación.

      Decidir por nosotros mismos a qué atender, en qué enfocarnos, hacia dónde concentrar nuestro interés es esencial para poder obtener beneficios de una cualidad de nuestro cerebro: la neuroplasticidad.

      En efecto, el cerebro es plástico: crece, mejora, evoluciona, cambia, aún cuando estamos en edad adulta.

      Y está demostrado que un adecuado foco atencional nos ayuda a conducir ese crecimiento, es decir, en transformarnos exactamente en la persona que queremos ser.

      Durante los últimos años, los avances en el estudio de las neurociencias y los análisis interdisciplinarios del cerebro permitieron una comprensión mucho más precisa de los mecanismos que propician la atención y la concentración.

      Por eso, aquellos que busquen desarrollar sus capacidades cerebrales encuentran en estos nuevos descubrimientos una excelente noticia: con el entrenamiento adecuado, todos estamos en condiciones de liderar la evolución de nuestro cerebro.

      El cerebro ejecutivo y la atención

      Las funciones ejecutivas del cerebro son procesos cognitivos que organizan los pensamientos, las ideas, los planes, la toma de decisiones y las acciones dirigidas a alcanzar una meta. Actúan como sustento de la personalidad, la conciencia, la sensibilidad social y la empatía.

      Por lo tanto, constituyen uno de los pilares fundamentales del desempeño de una persona todos los ámbitos de la vida: el trabajo, la vida social, las relaciones afectivas… Una persona no podría ser autónoma sin estas funciones.

      Dicho de manera simple, alguien que estudia, razona, opina, charla con un vecino, compra un regalo para su novia o apunta una cita en su agenda está, en ese preciso instante, utilizando las funciones ejecutivas, presentes en todas las actividades intelectuales, afectivas y sociales.

      Todo lo que hacemos en el día, minuto a minuto, segundo a segundo, está controlado por estas funciones.

      Apenas suena el despertador comienza una secuencia de pensamientos y acciones, como ducharse, vestirse, desayunar, leer el diario, tomar el subte y dirigirse hacia un lugar determinado.

      Todas requieren de un correcto funcionamiento de estas funciones, aún cuando las tareas son rutinarias.

      Como son esenciales para resolver problemas, su funcionamiento suele estar asociado a la inteligencia, en especial a la que se necesita para establecer relaciones entre los hechos, comprenderlos y tomar decisiones acertadas.

      Pero las funciones ejecutivas son mucho más que eso y tienen una participación clave en aspectos como la autonomía, el libre pensamiento, la motivación y las emociones.

      “Son las capacidades necesarias para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y socialmente aceptada”, definió la neuropsicóloga estadounidense Muriel Deutsch Lezak, la primera en utilizar el término “funciones ejecutivas”.

      “Las funciones ejecutivas son un conjunto de destrezas relacionadas con el planeamiento, la formación de conceptos, el pensamiento abstracto, la toma de decisiones, la flexibilidad cognitiva, el uso de la realimentación, la organización temporal de eventos, la inteligencia general o fluida, el monitoreo de las acciones y, especialmente, el ajuste entre el conocimiento de las normas sociales y su cumplimiento contextual”, concluyeron J. L. Saver y A. R. Damasio, luego de haber analizado casos de pacientes con trauma en la zona frontal, de la que dependen estas funciones.

      En resumen, los principales procesos de los cuales depende el desempeño de las funciones ejecutivas son:

       Atención: focalizada, selectiva y sostenida.

       Habilidad visoespacial.

       Memoria de trabajo y de largo plazo: retención y actualización continua de la información.

       Memoria procedural. La que se utiliza por ejemplo para conducir o escribir sin mirar el teclado (automatismos).

       Motivación.

       Emociones, vida afectiva.

       Lenguaje.

      Entre los síntomas que pueden revelar un mal desempeño de las funciones ejecutivas, se cuentan:

       Distracción, dificultades para focalizar la atención y concentrarse.

       Dispersión: inconvenientes para iniciar y finalizar una tarea.

       Problemas de memoria.

       Inconvenientes en la formulación de metas, planificación y ejecución.

       Fallas en el control de los impulsos y consecuentes comportamientos que provocan rechazo social.

       Carencias en la construcción de relaciones afectivas y sociales.

       Dificultades para manejar secuencias de información.

       Poca habilidad para establecer el orden temporal y organizar el tiempo.

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